PINOCHO NADADOR

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Actualmente está viendo una revisión titulada "PINOCHO NADADOR", guardada en el 2 enero, 2012 a las 17:17 por Carlos Miragaya
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PINOCHO NADADOR
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PINOCHO NADADOR

 

Paul Auster, no rx La invención de la soledad, thumb Barcelona, 2009, Anagrama, 18º edic. (1994).

 

Una novela – casi nonovela – muy sugestiva. De padres e hijos. Con dos partes muy señaladas, “Retrato de un hombre invisible”, escrito en 1979 a raíz de la muerte de su padre, Harry Auster, y “El libro de la memoria”, que arranca de ese año y fecha en 1980-1981. El autor, A. – el propio Paul Auster –, divaga en torno a uno de sus decubrimientos o iluminaciones: “el acto de escribir como un acto de memoria”. Con el eje o guía de su padre Harry recién muerto y su hijo Daniel aún muy niño, el cuento de Pinocho y su padre y creador Gepetto introduce la figura del Nadador.

 

Collodi, el autor del cuento de Pinocho, se llamaba en realidad Carlo Lorenzini; Collodi es el nombre del pueblo de su madre, en donde el autor pasó temporadas de su infancia, y que adopta como seudónimo, de la misma manera que se identifica con su personaje literario Pinocho. Y es el Pinocho Nadador que salva a su padre Gepetto del vientre del tiburón  – en ese paralelismo al bíblico Jonás salvado del vientre de la ballena – lo que le da especial fuerza al relato.

 

El texto se inserta en una comparación que hace Auster entre el Pinocho de Collodi y su adaptación por Walt Disney, desde la experiencia de visionado y lectura con su hijo Daniel aún niño. Su hijo Daniel Auster, de tres años de edad y con el mismo nombre que un notable jurista de Jerusalén cuya biografía encontró en la Enciclopedia Judía, y del que antes evocó su entusiasmo en el cine cuando vio volar a Superman por primera vez.

  Versiculamos el texto de Auster (pp. 188-190):   “La única mejora que logra hacer Disney sobre el original – aunque también resulte discutible – aparece al final, en el episodio de la huida del terrible tiburón (la ballena Monstro). En el original de Collodi, la boca del tiburón está abierta (pues sufre de asma y de corazón), así que para huir Pinocho sólo necesita valor.   -       En tal caso, papá, no hay tiempo que perder. -       ¿Qué quieres decir? -       Que hay que pensar en huir. -       ¿En huir? ¿Cómo? -       Escapando por la boca del tiburón. -       ¡Hum! Eso no estaría nada mal; pero debes saber que yo no sé nadar, muchacho. -       ¡No importa! Te montarás a horcajadas sobre mí, en mis hombros, y yo que soy un buen nadador te llevaré sano y salvo a la playa. -       Eres muy valiente, hijo mío, pero no debes hacerte ilusiones –dijo con tristeza el señor Gepetto –. ¿Crees posible que un muñeco que mide escasamente un metro puede tener la fuerza suficiente para llevarme a nado hasta la costa? -       ¡Nada cuesta probarlo! –exclamó con determinación el animoso muñeco –. De todos modos, si está escrito en el cielo que debemos morir, por lo menos tendremos el consuelo de estar juntos en los últimos instantes de nuestra vida. –Y sin decir más, Pinocho tomó en su mano la vela encendida y, caminando delante para alumbrar el camino, dijo al señor Gepetto:- Sígueme, padre; ven detrás de mí y no tengas miedo.   En la versión de Disney, sin embargo, Pinocho también necesita ingenio. La boca de la ballena está cerrada y cuando la abre es sólo para dejar entrar agua, y no para que ésta salga. Pinocho, con inteligencia, decide hacer una fogata en el vientre de la ballena, lo cual hace que Monstro estornude y arroje a la marioneta y a su padre al mar. Pero con este retoque se pierde más que se gana, pues se elimina el episodio fundamental de la historia: Pinocho nadando bajo el peso de Gepetto, abriéndose camino en la noche azul oscura (página 296 de la versión americana), con la luna brillando sobre sus cabezas, con una sonrisa bondadosa en los labios y la enorme boca del tiburón abierta detrás de ellos. El padre a hombros de su hijo, una imagen que evoca con tanta claridad a Eneas cargando a Anquises a su espalda entre las ruinas de Troya, que cada vez que A. lee la historia en voz alta a su hijo, no puede evitar ver (pues no es un pensamiento, a juzgar por la gran rapidez con que estos hechos se desarrollan en su mente) otra multitud de imágenes, que ruedan en torbellino desde el centro de sus preocupaciones. Casandra, por ejemplo, prediciendo la ruina de Troya; como en los viajes de Eneas previos a la fundación de Roma, y a partir de ellos otros viajes: la peregrinación de los judíos en el desierto, que a su vez despierta otra multitud de imágenes: <El año que viene en Jerusalén>, o la fotografía de su pariente, aquel con el mismo nombre que su hijo, en la Enciclopedia Judía.   A (Auster) ha observado con atención la cara de su hijo durante aquellas lecturas de Pinocho y ha llegado a la conclusión de que, para él, la imagen de Pinocho salvando a Gepetto (nadando con el viejo subido a sus hombros) es lo que le confiere un significado a la historia. Un niño de tres años sin duda es muy pequeño. Esa diminuta menudencia, si se la compara con la corpulencia de su padre, sueña con adquirir enormes poderes para superar su mezquina realidad. Todavía es demasiado pequeño para comprender que algún día será tan grande como su padre, y aunque se lo expliquen con gran cuidado, los hechos se prestan a grandes malentendidos.   -       Y un día yo seré grande como tú y tú serás tan pequeño como yo.   Desde este punto de vista, resulta comprensible la fascinación que producen los superhéroes de los tebeos. Se trata del sueño de hacerse mayor, de convertirse en adulto.   -       ¿Qué hace Supermán? -       Salva a la gente.   Pues este acto de salvación es lo que en realidad hace el padre: protegiendo a su pequeño hijo de cualquier peligro. Y para este niño pequeño ver a Pinocho, el mismo muñeco tonto que ha ido de desventura en desventura, que quería ser <bueno> pero no podía evitar ser <malo>, esta misma marioneta pequeña e incompetente que ni siquiera es un niño de verdad, convertida en un personaje redentor que salva a su padre de las garras de la muerte constituye una revelación sublime. El hijo salva al padre. Pero esto hay que imaginarlo desde la perspectiva de un niño pequeño y también desde la perspectiva de un padre que alguna vez fue un niño pequeño y un hijo. Puer aeternus. El padre salva al hijo.”   ***  
Pinocho nadador en la Vakería de la Libertad, Sala 2012:  http://vinculos.carlosmiragaya.name/index.php?id=1099&vaqueria=1&pasador=29
Extracto


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el 26 agosto, 2016 a las 19:26 Emilio Sola
el 2 enero, 2012 a las 15:20 Emilio Sola
el 2 enero, 2012 a las 15:20 Carlos Miragaya
el 2 enero, 2012 a las 15:18 Carlos Miragaya
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el 2 enero, 2012 a las 15:17 Carlos Miragaya
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el 2 enero, 2012 a las 13:05 Emilio Sola
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