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Brujas, Magos e Incrédulos en la España del Siglo de Oro. Microhistoria cultural de ciudades encantadas. María Lara Martínez

BRUJAS, viagra MAGOS E INCRÉDULOS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO DE ORO. MICROHISTORIA CULTURAL DE CIUDADES ENCANTADAS MARÍA LARA MARTÍNEZ Nos encontramos ante un ensayo histórico, que trata de estudiar tres tipos de concepciones encuadradas dentro del siglo de oro. Por un lado, el ateísmo, por otro la brujería y, por último la hechicería. Este tipo de visiones sobre el mundo, serán estudiadas a través de ejemplos y personajes siempre encuadrados en la España del siglo XVI. En la última parte del libro se verán los personajes más influyentes de Cuenca y su entorno. NOTA DE LECTURA En esta nota de lectura, Emilio Sola, hace un recorrido principal preparando al lector para lo que va a ocurrir en el resto del libro y dando una serie de conceptos generales para ayudar a la comprensión del texto. En primer lugar, es necesario subrayar, que el siglo de Oro, es conocido como el siglo del esplendor cultural, que no necesariamente quiere decir que esté compuesto a su vez por un esplendor político y económico. En este período, a pesar de ello, la información inquisitorial es una información de gran importancia para conocer el período que nos ocupa, y en el caso del presente libro, fundamentalmente se habla del Tribunal de la Inquisición de Cuenca. Entre los documentos, se pueden ver casos de ateísmo, de hechicería y de brujería, es decir, casos que se desligan de las directrices generales marcadas por la iglesia y el gobierno. Vemos casos, por tanto de actividades racionalistas como es el caso de Antonio Enríquez Gómez o Fernando de Zárate. Con la Revolución científica, se produce la crisis de la conciencia europea, que da lugar a una serie de perfiles heterodoxos, y en el caso de Cuenca podemos ver el caso de los Hermanos Valdés y de Brujas y Visionarios. CAPÍTULO 1: ORDEN Y DISIDENCIA EN PERSPECTIVA Al comienzo de este libro, para hacer una introducción sobre las heterodoxias y lo que las motiva, la autora nos habla de que las cosas dependen de la perspectiva desde la que contemplemos el mundo, lo que quiere decir, que lo que está bien visto en determinado momento no está bien visto en otro, y esto es lo que ocurre con los personajes que se tratarán en este libro. La Heterodoxia, puede dar lugar a distintas actitudes, entre las que destacamos la interpretación de la fe a la manera de cada uno, el escepticismo o la utilización de la magia. En estos casos, la fantasía de las personas podría ser perfectamente una vía de escapa del orden social. Durante los siglos XVI y XVII había una confusión importante entre la fe religiosa y los usos sociales, ya que el cristianismo, estaba vinculado a las costumbres de los “cristianos viejos” y todos los que fueran “cristianos nuevos” se salían de esa órbita y eran mirados con malos ojos. El objetivo de este libro por tanto, es examinar las hendiduras de la uniformidad ideológica, es decir, estudiar las posturas heterodoxas que surgen entre los siglos XVI y XVII que fueron desde el racionalismo, la astrología y las prácticas brujeriles hasta el ateísmo. También se estudian los motivos de esta heterodoxia, bien surgida como producto de la espontaneidad o bien con intencionalidad explícita, pero lo que queda claro, es que durante esta época ante cualquier tipo de pensamiento disidente la solución era callar, ya que la delación estaba al orden del día y en ocasiones las personas acusaban a otras personas sin motivos, sólo por el simple hecho de mostrar a los demás que se encontraban en el camino recto o por el miedo a ser acusado por estos. CAPÍTULO 2: ANTROPOLOGÍA DEL SIGLO DE ORO En este capítulo, se comienza hablando de cómo los tiempos no necesariamente tienen que ser esplendorosos en todos los sentidos, ya que por ejemplo hay épocas de esplendor cultural (como es el caso del Siglo de Oro) que no coinciden con épocas de esplendor político y económico. En este capítulo, ya se pasa a hablar de las personas y su comportamiento, es decir, que en el siglo de Oro a pesar de su dogmática apariencia ya se empiezan a conformar síntomas de heterodoxia. Sin duda, el Siglo de Oro es el siglo del auge de la cultura española que se puede encuadrar desde la publicación de la Gramática Castellana de Nebrija (1492) hasta la muerte de Calderón en 1681. En este tiempo, hay publicaciones de gran importancia que nos hacen ver como se va produciendo el cambio en la sociedad y como se pasa de la edad media al Renacimiento y de este al Barroco, como es el caso del Quijote. A pesar de ello, aún nos encontramos ante una sociedad que en su mayoría es analfabeta y vemos el trabajo de la Compañía de Jesús para acabar con esta situación y su vez para realizar acciones de fervor religioso tras el Concilio de Trento. La vida cotidiana estaba vigilada atentamente por el tribunal del Santo Oficio, cuya función era eliminar toda manifestación que se desmarcara de la norma. En este contexto se produjo la revolución científica, pero esta no se alejaba de los textos bíblicos si no que hacía converger ciencia y religión. A continuación se cita el texto de final de capítulo: “De todo ello podemos concluir que fue de la consciencia de esa interna contradicción entre los acontecimientos y los anhelos, entre la oscuridad del declive y el candil del intelecto, entre la parca y la musa, la que constituyó la esencia del hombre barroco. Nadie lo expresó con tanta precisión y elegancia como el historiador y poeta del culteranismo Francisco de Trillo y Figueroa: “cegar las luces para ver con ellas””. CAPÍTULO 3: EL ATHEISTA Y EL ATHEO A pesar de que la Inquisición era la encargada de castigar a los conversos, también se ocupó de vigilar las ideas de los cristianos viejos, ya que la amenaza de la reforma estaba muy presente. En el presente capítulo, se define el ateísmo, sin incurrir en una serie de doctrinas simplemente se define como el reflejo de una tensión intelectual dentro de la que se inscribía la actitud libertina. A pesar de ello, ateo en el siglo XVI no era siempre ateo, sino que era incrédulo según Lucien Febvre. Tras esto se dan en el capítulo una serie de conceptos. Eimeric diferenciaba las blasfemias de las proposiciones heréticas y dentro de las blasfemias estaban las simples, que no eran contrarias a los artículos de fe, y las blasfemias hereticales, que atacaban directamente al dogma, a pesar de esta diferencia, en la práctica la separación no era tan evidente. La proposiciones heréticas por tanto era la oposición al contenido de la biblia, tanto los artículos como las verdades de fe. Además de esto, para el pueblo llano todos los años se leían los edictos generales de fe, se citaba a los seguidores de la Ley de Moisés, de la ley de Mahoma y de Lutero. También se daba un apartado con las diversas herejías. Según la autora del libro, tras estos conceptos, distingue tres niveles de irreligión que van de mayor a menor gravedad y son incredulidad (rechazo de la religión), blasfemia (ataque a Dios) y palabras malsonantes (resistencia e ignorancia hacia los misterios de la fe). A pesar de ello, todos ellos dependían en última instancia de la subjetividad y del criterio del examinador. A su vez, las penas en los casos inquisitoriales variaban en función de si el acusado era ignorante o letrado, del modo en que se habían producido las acusaciones (cólera o embriaguez) y su actitud durante el proceso, pero claramente los casos de herejía eran más castigados que los de blasfemia, ya que corría el peligro de la difusión pública del ataque al dogma. A pesar de que a finales del siglo XVI el concepto de ateo ya estaba bastante arraigado es en la primera mitad del siglo XVII en la que vemos el concepto de ateísmo en las obras como en el “Tesoro de la lengua Castellana” de Sebastián de Covarrubias en la que define al ateo como: “El que no reconoce a Dios ni le confiesa, que es gran insipiencia. Necio es, pues por las cosas visibles y por el discurso natural no rastrea aver una suprema deidad, un principio, una divina esencia, lo qual alcançaron todos los filósofos con sola lumbre natural; y es ingrato, pues no quiere reconocer a Dios, de quien tiene el ser, el vivir, el sustento: y así por ser tan gran dessatino, no osan publicarlo, sino allá dentro de su pecho lo conciben y tienen secreto, aunque con las obras malas lo den casi a conocer. Atheístas, los atheos” A su vez, el padre Jerónimo Gracián hace una diferenciación de los tipos de ateos. Vemos texto antiateístas de Quevedo, Saavedra Fajardo… Estas tesis mantienen la hipótesis del contagio en vez de dotar de carácter autóctono al movimiento. Todos y cada uno de estos personajes y otros que no se citan lucharon en varios ámbitos para evitar que se extendieran ideas y para evitar que la gente dejase de creer, ya que las increencias en muchos casos estaban en la base de la incultura y la creencia en profecías. CAPÍTULO 4: HECHICERÍA Y BRUJERÍA La hechicería y la brujería son dos acciones que siempre han estado más relacionadas con las mujeres que con los hombres. A continuación veremos algunos apuntes de Covarrubias sobre estas dos acciones: “Hechizar: cierto género de encantación, con que ligan a la persona hechizada, de modo que le pervierten el juicio, y le hacen querer lo que estando libre aborrecía. Esto se hace con pacto del demonio expreso, o tácito” “Este vicio de hacer hechizos, aunque es común a hombres y mujeres, más de ordinario se halla entre las mujeres, porque el demonio las halla más fáciles; o porque ellas de su naturaleza son insidiosamente vengativas, y también envidiosas unas de otras” A su vez, Caro Baroja también da algunas definiciones asociando la hechicería como un ejercicio solitario y urbano y la brujería como una práctica comunitaria y rural, siendo de esta última la magia negra y perversa la única que saben tratar, mientras que las hechiceras pueden tratar tanto la magia blanca como la magia negra. Resulta paradójico, que los estudios que hicieron algunos teólogos e inquisidores en vez de combatir las prácticas invitaban a practicarlas, ya que las explicaban de forma muy clara. En el caso de Castilla, la jurisdicción de estas acciones era secular a pesar de que eran heréticas y la mayoría de los procesos se iniciaban por la delación, que a su vez, también resulta paradójico, las personas que denunciaban era las que habían recibido algún servicio del hechicero o hechicera y este no les había salido bien o no les había dado los resultados que esperaban. A partir de entonces, el santo oficio se encargaba de llevar a cabo una serie de fases para conocer la culpabilidad o no de los acusados, interrogando a testigos, realizando audiencias, investigando el pasado o si estas personas habían tenido alguna vez algún problema con la justicia… En este caso de hechiceras y brujas, los inquisidores no estuvieron realmente preocupados ya que era conscientes de la diferencia entre la amenaza del dogma por parte de los judaizantes y de la incultura de la que se nutrían las hechiceras. La pregunta que surgía tras el estudio de estos casos era si realmente eran herejías o eran maneras distintas de interpretar los fenómenos naturales. A continuación se hará una breve exposición de alguno de los casos de hechicería: En primer lugar, tenemos a una vidente iletrada de Madrid llamada Lucrecia, que tenía sueños en los que podía ver lo que iba a suceder en un futuro próximo. Sus sueños llegaron a formar parte de las tertulias más significativas de la corte de Felipe II. Profetizó la muerte de Ana de Austria (1580) y el desastre de la Gran Armada (1588). Fue condenada a 100 azotes y tuvo una hija con la que fue huyendo hasta que finalmente se le perdió la pista. En segundo lugar, tenemos el caso de las Brujas de Zugarramurdi, en Navarra, donde una serie de personas aproximadamente una treintena fueron acusadas de brujería y fueron encerrados en las cárceles de la inquisición, de donde los inquisidores dijeron que habían muerto por una epidemia, pero casualmente, los que habían muerto eran los que pertenecían a la zona de Zugarramurdi y casualmente en la documentación no hay ningún atisbo de noticia de que se hubiese producido una epidemia. Este fue un caso especial, ya que uno de los inquisidores se opuso a castigar al resto de acusados frente a sus dos compañeros ya que había estado investigando u ninguna persona del lugar había oído hablar ni de aquelarres ni de asociaciones brujeriles. Además este hecho coincidió con la plaga Brujeril que se produjo en Francia y por tanto, a partir de entonces se proclamó amnistía para todos los brujos que se autodelataran. Por último tenemos el caso de hechicería de la Cueva de Montesinos por parte de Merlín en la que el Quijote nos cuenta su experiencia en la cueva y aparece como el héroe que va a deshacer el hechizo que quinientos años antes había hecho Merlin. CAPÍTULO 5: ACTITUDES RACIONALISTAS EN LA ESPAÑA DE LA CONTRARREFORMA A la vez que se desarrollaron las actitudes ateas se desarrollaron nuevos postulados que daban un auge a la razón como método para entender el universo. Aunque la inquisición mantuvo una vigilancia muy estricta, la uniformidad de creencias se fue erosionando y los principios asentados en las conciencias fueron cuestionados por los intelectuales que se estaban integrando en la corriente racionalista. Para entender este libertinismo, hay que irse a 1620, donde fueron surgiendo corrientes racionalistas. Podemos ver entre los distintos tipos de personajes estudiados el estoicismo, el tópico del exilio en el caso de Fernando de Zárate y la defensa de la justicia en Antonio Enríquez Gómez. En este caso, vemos claramente la Crítica a la Inquisición: “Él hará inquisición de vuestros juicios y de vuestras obras, y escudriñará vuestros consejos. Porque siendo ministros del Reyno, no juzgasteis rectamente, ni guardasteis la ley, ni caminasteis conforme a su consejo. Espantoso y de repente vendrá sobre vosotros el juicio del todo poderoso: A vosotros, tyranos, se endereçan mis palabras; con vosotros hablo: Espantosa palabra es la que dice, y Dios hará inquisición de vuestros juicios” En cuanto a Antonio López de Vega en sus tratados vemos como hace una ardua defensa de la razón y del entendimiento para hallar la felicidad. Este personaje despuntó en muchos campos, fue teórico del teatro, crítico de la nobleza, filósofo moral vinculado al neoestoicismo, político ateo o criptoateo, pirronista y pensador heterodoxo. A continuación vemos un texto en defensa de la razón: “Por última y general enseñanza le advertimos que todas sus acciones y costumbres consulte y registre en el toque de la razón, no haciendo caso de ejemplos que no se conformen con ella ni de envejecidas e inmemoriables observaciones de su casa; ignorancia y obstinación ordinaria a muchos, como si las determinaciones de los pasados hubieran sido menos sujetas a engaño que lo son las propias; o cuando fuesen infaliblemente acertadas no las pudiese alterar la variedad de los tiempos y la diferencia de los sujetos. No ha de ser ciega sino regulada la imitación de los mayores, y el amor a la razón debe tener primer lugar que el de los padres, pues aún esta primero que el amor propio” También hizo reflexiones acerca de la independencia de juicio y de la libertad crítica. Los tratados de autores como Quevedo, Rioja, Enríquez Gómez y López de Vega permiten comprender la hendidura abierta en el consenso cultural hispánico. En cuanto a la crisis de la conciencia española es una etapa de desarrollo de la crítica moderna que se inicia a finales del siglo XVII con los novatores y se ve fortalecido durante la ilustración. Se trata de un proceso de renovación que afecta a toda Europa, pero aún así, la revolución científica llega con retraso a los reinos hispánicos por la incomunicación con otras corrientes Europeas, el peso de la tradición y la vigilancia de las conciencias de la inquisición. Pero a finales del siglo XVII aparecen en España los novatores, cuyo objetivo era innovar con la introducción de nuevas corrientes científicas. Estos se organizaron en tertulias financiadas por nobles y clérigos que eran proclives a esta nueva mentalidad racionalista. Vemos la denuncia de Juan de Cabriada en 1687: Documento fundacional de la renovación científica en España: “Que es lastimosa y aun vergonzosa cosa que, como si fuéramos indios, hayamos de ser los últimos en recibir las noticias y luces públicas que ya están esparcidas por Europa. Y asimismo, que hombres a quienes tocaba saber que esto se ofendan con la advertencia y se enconen con el desengaño. ¡Oh, y qué cierto es que el intentar apartar el dictamen de una opinión anticuada es de lo más difícil que se pretende en los hombres” Se produjeron importantes descubrimientos y discusiones entre los que podemos ver que este pensamiento fue elaborado por individuos que no eran profesionales de la filosofía en un ambiente que no era académico, ya que las tertulias eran salones. Se fue desarrollando un nuevo pensamiento que se relacionaba con el anterior, que no había desaparecido. Esto fue fundamental para el desarrollo de los nuevos desafíos. CAPÍTULO 6: BRUJERÍA E INCREDULIDAD EN LA CUENCA EN LOS SIGLOS XVI-XVIII En cuanto a la Inquisición en Cuenca, hay que destacar que una de sus características principales fue su eficacia, no solo por la multitud de casos tratados, sino por la importancia de estos. En Cuenca, la mayor parte de las causas fueron contra judíos y los períodos de mayor persecución coincidieron con los períodos de persecución conversa. Hubo múltiples casos, desde los que mantuvieron correspondencia con Erasmo, hasta personas que se convirtieron en teólogos y llegaron a ser figuras muy importantes del luteranismo. En cuanto a la incredulidad es un tema difícil y espinoso de tratar ya que nadie puede adentrar en la mente de otra persona y estas pueden estar movidas a hacer las cosas por diferentes motivos. En este caso, según las causas inquisitoriales tenemos posiciones que se encuentran entre el ateísmo y el materialismo, pero en otros casos simplemente se trata de comentarios, refranes o dichos populares. En muchos de los casos, los acusados de hacer algunos comentarios ni siquiera sabían el significado de sus palabras y lo que ellas albergaban. Después hay casos en los que se ofende a la Virgen, se niega la inmortalidad del alma… Pero en la mayor parte de los casos, son comentarios que se hacen por la mala situación en la que se encuentran las personas que hacen estos comentarios, ya que la mayoría de ellas están pasando hambre. Después tenemos el caso de los médicos, que muchos de ellos se habían iniciado en disciplinas como la filosofía y sabían perfectamente que las enfermedades se producían por causas naturales, mientras que el pueblo llano achacaba las enfermedades al castigo divino. Después hubo otros casos como el de Juan de Frías que estimaba la confesión con intermediarios como una forma de amedrentar al pueblo. Los acusados de herejía en general solían ser los extranjeros o viajeros, que generalmente habían estado en contacto con ideas reformadas. Por tanto, vemos como estos casos de herejía y blasfemia, a pesar de ser minoritarios eran notorios y por tanto el Santo Oficio tenía que eliminarlos con severidad. En cuanto a las brujas, en el caso de Cuenca también se dieron algunos casos e incluso a principios del siglo XVI se produjeron numerosas muertes de niños con signos de violencia que fueron achacadas a las brujas. También se dieron casos de la brujería en hombres como Eugenio Torralba que estuvo seguro de estar conviviendo con un espíritu. También se dio el caso de otros que hacían hechizos para contactar con familiares y otros que predecían enfermedades y sucesos. Lo que resulta curioso de todos estos casos, es que la mayoría de ellos eran fruto de delaciones por varios motivos variopintos, desde el miedo a la propia acusación, y por tanto, la acusación de un igual hasta el hecho de que se había pedido servicios a la persona denunciada y esta no había resuelto como se esperaba el problema. CAPÍTULO 7: EL FRESCOR DE LA FE DEL QUE TITUBEA Tras el estudio de este libro, nos damos cuenta de que cada persona obtiene en su mente una versión distinta de lo que es el mundo, y por tanto, el modo de interpretarlo es completamente distinto. En el proceso vemos una paradoja importante, ya que las hechicerías, las manifestaciones ateas o incrédulas intentaron ser combatidas por la Inquisición mediante el recurso a la racionalización, y esta a su vez, era una manifestación herética, porque suponía salirse de la norma y ver el mundo de una forma distinta. Los brujos eran un gran peligro ya que podían convulsionar el orden político y social y crear estados de alarma, incluso podían movilizar a la población. En la mayoría de casos, como se ha dicho antes la superstición y la incultura se encontraban en la base de estas prácticas. “Tierra fecunda de herejes, iluminados, fanáticos y extravagantes personajes de todo género, a la vez que de santos y sabios varones, fue siempre el obispado de Cuenca” “hay, a no dudarlo, algo de levantisco, innovador y resuelto en el genio y condición de aquella enérgica raza”.

Beatriz Rincón Vilar 21 diciembre, 2013 21 diciembre, 2013
Cayetano Gea: EN LA FRONTERA, primera ampliación

Descripción / Resumen: La frontera es un lugar real y en ocasiones ficticio: la delgada línea que separa la realidad de los sueños, ambulance la locura de la cordura, viagra la vida de la muerte; pero también una actitud ante las cosas, un estado de ánimo, un espacio simbólico, metáfora del desencuentro y de la incomunicación…  El texto de Cayetano Gea, con evocaciones de perfil setentero, de aquel tiempo transicional: Cayetano Gea: En la frontera, primera ampliación

Emilio Sola 28 septiembre, 2013 28 septiembre, 2013
Cervantes a la mesa en Italia

CERVANTES A LA MESA EN ITALIA. Siguiendo con nuestro ciclo italiano, iniciado por Ismael Díaz Yubero con su apetitoso texto sobre el “tiramisú”, reproduzco aquí seguido un capítulo extraído de mi libro “Cartografía gastronómica de don Miguel de Cervantes” (Editorial Miraguano. Madrid 2016), en el que se da cuenta de las exquisiteces que el sibarita de Alcalá pudo degustar en la patria de Dante. Porque Cervantes no solo fue un libertario antisistema, como defiende Emilio Sola, sino también un gourmet. Quiero dedicarle la entrada a mi colega y amigo del Grupo “Literatura y Gastronomía” Gennaro Varriale. …………………………………………………… Roma, Sicilia, Nápoles, Cerdeña, la Toscana, el Piamonte, la Lombardía…, prácticamente no hay un rincón de Italia en el que Cervantes no pasara una temporada más o menos larga entre los años 1569 y 1575, esto es en el espacio de tiempo que media entre su precipitada huida de Madrid, cuando Miguel tenía 22 años, hasta el comienzo de su cautividad en Argel seis años más tarde. En “El Licenciado Vidriera”, un gentilhombre a caballo, bizarramente vestido, que se presenta como capitán de infantería de Su Majestad, alaba al caballero Tomás Rodaja la vida de la soldadesca española en Italia, y le pinta muy a lo vivo la belleza de la ciudad de Nápoles, las holguras de Palermo, la abundancia de Milán, los festines de la Lombardía y las espléndidas comidas de los hosterías que por todas partes podían hallarse, soltándole, para rematar la golosa rememoración, esta cháchara corrompida de la lengua de Dante: “… aconcha, patrón; pasa acá, manigoldo, venga la macarela, li polastri e li macarroni” (vamos, patrón; ven acá truhan, vengan las albóndigas, los pollos y los macarrones). En “La fuerza de la sangre”, Rodolfo, el personaje central de la novela, parte para Italia tal vez en forma parecida a como años atrás se había visto forzado a hacerlo el propio Miguel de Cervantes (huyendo de la Justicia por un delito de sangre). Es el narrador esta vez quien rememora con parecido entusiasmo que el bizarro gentilhombre del Licenciado Vidriera, y en un italiano igualmente macarrónico, cuatro estrellas de la gastronomía de aquella tierra; a saber: los buenos pollos, los pichones, el jamón y las salchichas: “… se partió luego goloso de lo que había oído decir a algunos soldados de la abundancia de las hosterías de Italia y Francia y de la libertad que en los alojamientos tenían los españoles. Sonábale bien aquel «Eco li buoni polastri, picioni, presuto e salcicie», con otros nombres de este jaez, de quien los soldados se acuerdan cuando de aquellas partes vienen a éstas y pasan por la estrechez e incomodidades de las ventas y mesones de España”. Imprecaciones de taberna, ambas, que no dejan de recordarnos la que aparece en el entremés “Soldadesca” del extremeño Bartolomé de Torres Naharro (quien también viajó Italia en el siglo XVI, aunque sesenta años antes que Cervantes), en la que un soldado español demanda al patrón de la hostería pan, vino, mantequilla, pichones, jamón y cochino: “… patrone / pan e vino vidarone / del meglio que ce per tuto / ancora quelche picione / butiro caso presuto / o cochino / ya que de hambre me fino”. Efectivamente las hosterías de Italia en el Siglo XVI eran por regla general muy superiores a las ventas y los mesones de Castilla y de toda España, razón por la que llamaban poderosamente la atención de los soldados españoles de los tercios, entre los que se encontró un día Miguel de Cervantes. Aunque había excepciones a la regla, por ejemplo cuenta el pícaro Guzmán que, camino de Nápoles, iba proveído de gallinas, capones, pollos, palomas, duendas, jamones de tocino y otras alhajas, por si acaso; aunque en las posadas: “a mal mal suceder… una muy buena posta de ternera no nos podía faltar”. Solo un pero cabría poner a las hosterías de algunos lugares fronterizos, y es que, al menos en la opinión de Estebanillo González, resultaban extremadamente caras para los bolsillos de los viajeros, porque los patrones se aprovechaban de ellos, circunstancia que, por cierto, motivó una pendencia “muy reñida de voces” entre el pícaro gallego y un posadero en una hostería de las montañas vecinas a Bolonia). “ … porque todos países que son de confines, como este lo es de diversidad de potentados, son los patrones de sus hosterías últimos fines de la sangre y sudor de los pobres pasajeros”. Y ya que tanto el bizarro gentilhombre del “Licenciado Vidriera”, como el narrador de “La fuerza de la sangre” y “Estebanillo González”, hacen referencia a los pollos, pichones, capones, y otras aves que constituían parte esencial de los menús de las hostería italianas en los siglos XVI y XVII, comenzaremos por las aves, y recordaremos que Cervantes incluyó en el listado de las que eran más de su gusto a los francolines de Milán y los faisanes de Roma (estos últimos, por cierto, también alabados por Francisco Delicado en “La Lozana Andaluza”). De modo que podemos imaginarnos al futuro autor del Quijote recién llegado a Roma, en el tiempo en que fue camarero del cardenal Julio Acquaviva, sentado a la mesa de una hostería del barrio de Pozo Blanco, en el que habitaba la mayor parte de los españoles, deleitándose con un faisán estofado y una “foglietta” (medio litro) de vino albano añejo o de un angelical clarete “amabile”; o bien en Milán un año más tarde, zampándose a placer un francolín asado, regado con un Valtellina o un Sforzato. Pero no solo en la Ciudad Eterna y en la capital de la Lombardía abundaba la caza de pluma. Adquirieron también justo renombre gastronómico las aves salvajes de Florencia “ (ciudad) abastecida de carne y caza, sobra de frutas y flores y de vinos odoríferos” (Estebanillo González); el “becafigo” (becada) asado de Emilia Romagna; la estarna boloñesa hervida con coliflor; las tórtolas y codornices de Ostia; los pichones de Terni asados al espetón, que según Bartolomeo Scappi, cocinero privado (“cuoco secreto”) de Pío V y de otros cuatro papas): “en opinión de mucha gente son de mejor calidad que los de Roma”; los “muy gentiles capones” de Génova, en expresión de Marcos de Obregón; los “polastri” de la Campania, que el joven Miguel de Cervantes tomaría con gusto en la famosa taberna principal del Chorrillo en Nápoles, la misma en la que también se recreó Estebanillo González; y en general las aves de caza y de corral de todas y cada una de las regiones de Italia, regadas con los milenarios caldos locales. En algunas ocasiones piezas frescas, y en otras en salazón: secadas, ahumadas y conservadas en manteca en lugar frío, como era costumbre tratar ocas, grullas, patos silvestres y pichones de bellota. Pero aun gustándole mucho las suculentas aves, a la par que el tierno cabrito lechal, don Miguel de Cervantes prefirió la ternera por encima del resto de las viandas, y a la cabeza de las diferentes calidades de carne de ternera que pudo saborear en su periplo vital, encontramos dos denominaciones italianas: la excelente de Sorrento y la no menos famosa de Génova, ciudad en la que uno de los platos regionales más apreciados era la empanada rellena de pecho de ternera. Ignoramos sin embargo si era más del gusto del escritor la ternera “mangana” (lechal), o la “camporeccia” (criada con pasto). Pero por mucho que apreciara la delicada carne de ternera, no podemos dejar de imaginarnos a Cervantes en otra hostería del barrio de Pozo Blanco, esta vez frente a unos “polpettoni a la romana” (albondigones de carne de buey), o en Bolonia o Ferrara dando cuanta de un platonazo de sus famosos callos, o en Florencia catando la tradicional cecina de vaca, o en el Norte de Lombardía degustando un plato de “bresaola”. Aunque, como de ninguna manera nos representamos al soldado Cervantes, a menos que la necesidad le obligara a ello, es devorando pasteles de carnes raras e innobles de animales tales que el erizo, el lirón, el oso, el puercoespín o el conejillo de Indias, que en este punto los pasteleros milaneses, napolitanos o romanos podían ser tan imaginativos como los madrileños También en “El Licenciado Vidriera”, por boca de un personaje que se nos antoja trasunto de sus propios gustos, el autor del “Quijote” expone el cuadro de honor de los mejores vinos del mundo, incluyendo entre ellos, junto a otros caldos españoles y griegos, los italianos Treviano, Monte Frascón, Chéntola (Chianti), y Garnacha (este último, por cierto, no era un vino con denominación de origen, como los otros de la lista del Licenciado, sino un combinado etílico, antecedente del vermut y emparentado con la carraspada española, el cual se elaboraba en Italia a partir de la variedad de uva garnacha). Incluye Cervantes en el elenco de Vidriera dos vinos griegos, el Soma y el Candía, que seguramente probaría también por primera vez en Italia; no así la Malvasía, otro vino añejo oriundo de Grecia citado por Torres Naharro, que también se consumía mucho por entonces en Roma, lo mismo que el procedente de la isla de Ischia en la Bahía de Nápoles. Otro de los populares artículos de boca italianos que el futuro autor del Quijote degustaría en Italia por primera vez, sería la famosa pasta, elaborada en sus múltiples variedades con sémola del excelente trigo del país, y sin duda de mejor calidad que la aletría, única pasta que por aquellos días se consumía en España, principalmente en Murcia y Andalucía. La aletría (voz de origen arábigo) era un género de masa hilada, de diferentes grosores según el tamaño de los agujeros de la lámina por la que se extraía en prensa, cuya elaboración estaba en las exclusivas manos del gremio de los aletrieros, típicos personajes murcianos que iban por las calles vendiendo el producto por ellos mismos elaborado. En realidad la aletría es lo mismo que los fideos. La variedad de pastas en cuanto a formas y calidades era ya por entonces muy amplia en Italia, si bien no hasta el punto de hoy día, que se precisa un doctorado para conocerlas todas. En la monumental “Opera dell´arte del cucinare”, publicada en 1570 (obra comparable en volumen e importancia al Libro de guisados de Ruperto de Nola o al Arte de cocina de Martínez Montiño), Bartolomeo Scappi incluye diversas recetas de “macarroni, vermicelli, ñoquis, tagliatelle, tortelletti, y ravioli con y sin sfoglia” (masa que envuelve el relleno). Es de suponer que a lo largo de seis años Cervantes tuvo ocasión de probarlas todas, pero lo cierto es que en su obra escrita solo menciona los macarrones. Con toda certeza también le resultarían deliciosos al joven Miguel los famosos salamis y salchichones, y en general los muy variados y excelentes embutidos de esa tierra de opíparos festines que era y es la Lombardía. Cómo no, el jamón de Parma, la mortadela de carne magra de pernil de cerdo doméstico envuelto en redaño, los “tommacelle” (salchichas de hígado de cerdo), los “cervellati” (embutido hecho con manteca de cerdo, azafrán y especias), y el hígado graso de oca hoy mundialmente conocido como foie gras (“el hígado de oca doméstica que crían los judíos es especialmente grande, llegando a pesar entre dos y tres libras” –escribe Scappi-). Ignoramos si Cervantes llegó a probar el “foie gras”de los judíos italianos, pues no dejó constancia escrita de ello. A pesar de haber pasado cerca de dos años en Nápoles, sumando sus repetidas estancias en esa ciudad, don Miguel no llegó a probar la “pizza”, cumbre de la gastronomía napolitana, por la sencilla razón de que, aunque por poco, aún no se había inventado; pero sí degustaría su antecedente inmediato, la “ focaccia di grano” con tocino, y también la lasaña, de la que existen recetas escritas que datan del siglo XIV. Eso sí, las lasañas que tomara Cervantes en sus años italianos no llevarían salsa de tomate, pues aunque está documentado que los Médicis ya importaban en la Toscana tomate de América a mediados del siglo XVI, el “pomodoro” no se incorporó a la cocina italiana hasta finales del siglo XVII, aproximadamente por las mismas fechas en las que su consumo comenzó a extenderse igualmente por España. Volviendo de pasada a la pizza, es oportuno señalar que lo que inicialmente los napolitanos denominaban como tal era un pastel hecho de almendras, piñones, dátiles, higos pasos y uvas blancas de la variedad “zibibbo”, todo ello majado en mortero, desleído con agua de rosas, yemas, azúcar y canela, y colocado al horno sobre una base de masa. Variedad superior de este pastel era la “sfogliata seca”, o pizza hojaldrada. En todo caso, como vemos, poco que ver con las pizzas de hoy día. De los muy ilustres quesos italianos, los famosísimos de vaca de Parma y de Placencia, elogiados por Luis Vives, debieron de ser igualmente apreciados por Cervantes, lo mismo que el “marzolino” de Milán, que como su nombre bien da a entender se hacía en el mes de marzo (cuando las ovejas acaban de amamantar sus primeras crías de primavera, manteniendo una leche muy buena, y se alimentan de la hierba nueva de los pastizales), los “ravigginoli” de leche grasa, típicos de la Toscana, el queso sardesco (Fiore Sardo), mixto de leche de vaca y oveja, o los pecorinos de Sicilia (quesos de leche de oveja, como su propio nombre indica). Y seguramente pudo degustar el joven Miguel en el Sur de Italia la famosísima mozzarella de bufala, típica de la Campania, aunque también se elaboraba en el Lacio y la Apulia, como lo acredita Bartolomeo Scappi. De entre los cereales, además del anciano trigo con el que se elaboraba la excelente “ciabatta” (pan blanco que en España traspusimos por “chapata”), en el siglo XVI ya se cultivaba en Italia de forma extensiva el arroz, sobre todo en el valle del Po, región en la que se consumía mucho “risotto”, siendo tal vez la especialidad reina el arroz a la lombarda, cocido en caldo de capón junto con los “cervellati” de manteca de cerdo y azafrán. También en Salerno y en Sicilia se cultivaba buen arroz, y es muy probable que el soldado herido en Lepanto se restableciera en Messina, además de con el consomé sabroso de capón que se daba a los enfermos, con esa joya gastronómica de supuesto origen francés que era el manjar blanco, compuesto de caldo de pechugas, arroz y leche; y por qué no, con los famosos “arancini”, cuya masa se ha elaborado siempre igualmente con arroz. Como sabemos, estas deliciosas croquetas coloreadas de azafrán fueron adaptación siciliana de una especialidad gastronómica del Oriente Próximo (por su ubicación central en el Mediterráneo, Sicilia ha sido visitada y colonizada por todas las culturas antiguas ribereñas del Mare Nostrum), a la que se le incorporó como ingrediente especial queso “pecorino” fresco de la isla, y hoy también el parmesano de Reggio Emilia, “el mejor queso de la tierra” en opinión de Bartolomeo Scappi. En todo caso, lo que es del todo seguro es que Cervantes comería mucho más arroz en Italia de lo que comía en España, donde todavía apenas era artículo de consumo generalizado, si bien la abuela de la Lozana Andaluza ya preparaba en su Córdoba natal arroz entero seco y graso (hemos de tener en cuenta que la novela de Francisco Delicado se publicó en Venecia el año 1528, mientras que la primera edición de la Segunda Parte del Quijote es de 1615). Faltaban siglos sin embargo para la invención de una de las más indiscutibles joyas gastronómicas del planeta, la paella. Para concluir con los cereales, certificaremos que el maíz de América se había incorporado ya en el siglo XVI (más de cien años antes que en España) a la gastronomía italiana, apareciendo por ejemplo como ingrediente básico de alguna sopa, en tortas y en el popular pastel lombardo de maíz; y haremos finalmente una breve mención del cuscús. La avezada guisandera que fue la abuela de la Lozana Andaluza, también enseñó a su nieta Aldonza el modo de hacer “alcuzcuz” con garbanzos. Estos nutritivos guisos de pasta de grano de harina cruda pervivieron en España tras la expulsión de los moriscos, y también en Italia, como lo confirma una receta de Scappi: “plato de sémola a la morisca, llamado cuscús”. Sin embargo, aunque sin duda el autor del Quijote debió de hartarse de sémola de harina cruda en su cautiverio de Argel, no hay ninguna referencia al cuscús en la obra cervantina. Es de suponer que este plato no le trajera muy buenos recuerdos. Y por todas partes, cuando acaeciera ser viernes, día de pescado (día “di magro”), siendo Italia tan católica como España, en lugar de las lentejitas con truchuela tradicionales de Castilla, Cervantes tomaría la tarta marinara de pescado y verdura. Pero dada la mucha afición de nuestro autor al pescado, no creemos que se conformara con la marinara, pues no le habrían de faltar ocasiones a lo largo de los seis años que allí vivió de probar los “carpione”, especie de trucha asalmonada, un regalo de las cálidas aguas del lago Garda; los “sogliole” (lenguados) de la Liguria; el “verrugato” del mar Adriático; las lubinas, que en Venecia se llamaban “varolo”, en Génova “lupo”, en Roma “spigola”, y en Pisa y Florencia “ragno”; la saboga del Tíber, el Po y el Arno; las sardinas, a las que Cervantes era tan aficionado; la dorada, el dentón, la brea, los salmonetes, el rodaballo o el cabracho, con el que Scappi preparaba un pastel especial; los famosos calamares fritos de Roma; las truchas del Tesino y el Tíber; las tencas de los lagos Bolsena y Troiano; las anguilas de Comacchio en Lombardía; el atún, de cuya carne se distinguía entre la “tonnina” (el tronco del pez), que se preparaba de mil maneras, y el “tarantello” (la ventresca), que solía dedicarse a salazón; o el caviar, bocado preferido del papa Pío V, que su cocinero privado le preparaba en canapés de pan tostado. Y lo mismo que Pío V, Miguel de Cervantes también adoraba el caviar, al que en El Quijote llama “manjar negro”. Y ya que mencionamos el caviar, hay que decir que sin duda el rey de los pescados en la Italia del siglo XVI era el esturión, del que Scappi nos informa que se hacían buenas redadas entre los meses de marzo y agosto, cuando los peces remontaban el Po, en Stellata, cerca de Ferrara, allá donde el río se divide en dos ramas, de las cuales una se dirige a Francolino, mientras la otra bordea la muralla de Ferrara. Además del caviar, las salazones del vientre (la “moronella”) y de los lomos (los “schienale”) del esturión del Mar Negro eran bocados muy apreciados tanto en Roma como en Génova, Ferrara o Milán. También de los huevos del mújol y de la lubina se preparaban los “bottargue”, salazones casi idénticos a la mojama. En el apartado de los mariscos, presumimos que el futuro autor del Quijote se deleitaría con las ostras de Córcega y con los cangrejos, los camarones y el buey de los mares de Italia, aunque su calidad general, tal vez von la excepción del excelente marisco de la costa de Liguria, fuera inferior a la de los frutos del mar de Andalucía. Y ya que mentamos Andalucía, pasemos a las aceitunas. Es de suponer que, al menos en las regiones del Sur de Italia, incluyendo Sicilia, tierras de olivares, el futuro autor del Quijote no extrañaría las aceitunas sevillanas aliñadas de Sevilla, aunque curiosamente en la Italia del XVI las más afamadas olivas no fueran las del Sur, sino las de Bolonia. Y tampoco echaría en falta Cervantes el aceite de oliva, grasa vegetal de mayor uso culinario en el Sur de Italia que en la mayor parte de las regiones españolas; si bien en el país transalpino la grasa de leche fresca de vaca, o mantequilla (“butiro”), lo mismo que en España, se usaba para cocinar en mayor proporción que el aceite. En el capítulo de las salsas, en el siglo XVI ya se estilaban la salsa al pesto genovés, ideal para acompañar platos de pasta, y la elegante salsa galantina, hecha con uvas de Corinto majadas junto con yemas de nuevos cocidos y “mostacciuoli” (masa de harina con miel, almendra, azúcar, mantequilla, y opcionalmente anís, uvas o higos pasos), y desleído el majado con agraz, azúcar, zumo de naranja, canela, pimienta, clavo y nuez moscada. También se preparaba para acompañar el pescado la salsa verde de espinacas, acedera, perejil, pimpinela, rúcola y menta; y para otros diversos usos, las salsas dulces de almendras, de manzana, de uvas pasas, de zanahoria, de nueces, de granada y de grosella, la salsa de mostaza; y la pevoreta, salsa picante típica del Véneto. Don Miguel era más de fruta fresca que de dulce, pero no creemos que despreciara en su periplo italiano los típicos bizcochos piamonteses de Saboya (los delicados “saboiardi”) aromatizados con cáscara de limón; ni las “ciambellas” romanas (pastel redondo, hecho con harina, huevo y azúcar), ni mucho menos las conservas dulces de ciruela genovesa, o de pera de Bérgamo (bergamotta o bergamasca ), como aquellas que el cardenal al que Guzmán de Alfarache sirvió en Roma guardaba bajo llave en un arcón. Tampoco dejaría de probar Cervantes el “gattafure alla genovese”, que es una torta de queso; los “migliacci”, tortas hechas con sangre de cerdo, harina, maíz o castañas, en forma muy parecida a las filloas gallegas de sangre, las rosquillas “berlingozzi” de Siena, los “mostaccioli”, también llamados en algunas regiones “morselletti”: masa con almendras, miel y otras cosas con la que hemos visto que se hacía la salsa galantina, las “orzati” (horchatas de cebada, que no de chufa), de las que Scappi ofrece cuatro recetas diferentes; hasta la sencilla “cialda”, que era una oblea de masa fina de flor de harina, mantequilla y azúcar, cocida entre moldes candentes, y los aún más humildes “cialdoni” de miga de pan y azúcar. En líneas generales podíamos afirmar que la alimentación de Cervantes en sus años italianos (el “cibo”), estaría de hecho más cercana a la que había llevado en su primera juventud en Andalucía, que a la que pudo llevar en Madrid o en Valladolid, y luego en Esquivias. Por poner un ejemplo de alimento sano; las ensaladas, no solo las de lechuga, sino también las de otras diversas verduras de la huerta (perejil, berro, zanahorias, rábano, cebollas, pepino, flor de borraja, etc.) se consumían en muy mayor proporción en Italia y en Andalucía que en Castilla o Aragón, donde constituían un plato menor. No por casualidad Guzmán de Alfarache las llamó “ensaladas lavatripas”. Por razón de ser “lavatripas”, esto es, saludables y digestivas, las lechugas, “bien picadas, y aderezadas con sal, aceite de oliva de la alcuza, y vinagre”, tal como el sabio valenciano Juan Luis Vives recomendó aliñarlas, solían tomarse en España a la cena. Ahora bien, el vinagre de las ensaladas que a finales del siglo XVI don Miguel pudo probar en Italia, no sería el extraordinario “aceto balsámico”, aunque este se venía elaborando desde hacía tiempo en la región de Módena con sirope de mosto de uvas Trebbiano, previamente hervidas hasta la reducción, y añejadas en barricas de roble; y no lo sería por la sencilla razón de que la elaboración del aceto balsámico era el secreto patrimonio de unas pocas familias, que vivían de su venta en exclusiva a los duques de Este, señores de Ferrara, Módena y Reggio. De modo que a no ser que el joven y desarrapado soldado español fuera invitado a la mesa de tan alta nobleza, cosa que consideramos poco probable, nunca cataría ensaladas que no estuvieran aliñadas con vinagre ordinario. Y en cuanto a las no menos saludables verduras, merecen especial atención la “scappa” (torta de hierbas a la boloñesa), las coles de Milán y Bolonia, o el guiso que se hacía en Venecia y Treviso con los repollos en salmuera importados de Alemania. Y cómo no, las muy variadas sopas de verduras, entre las que destacaremos la sopa de perejil tradicional de Roma, también conocida como “caldo apostolorum”, la sopa de nabos a la veneciana, la sopa de maíz y cebada sin cáscara, las muchas recetas de verduras cocinadas en caldo de carne (espinacas, espárragos, lechugas, calabazas, cardos, alcachofas, berenjenas, lombardas, y hasta frutas como el membrillo y el melón), la sopa de ajos, la sopa de berza, que, siguiendo los sabios consejos de los filósofos griegos, se tomaba para combatir la resaca; y finalmente la deliciosa sopa de trufas; aunque por cierto el hoy tan codiciado tartufo apenas tuvo presencia en la gastronomía italiana del siglo XVI. En resumen, como aseguró el pícaro Guzmán, quien llegó a conocer Italia al dedillo por haber ejercido su rufianesca profesión en casi todas las grandes ciudades de ese bello país, nos ratificamos en la tesis de que en el Siglo de Oro español, en la tierra de Dante se comía de forma más saludable y moderada que en Castilla: “Los manjares de Italia son de menos sustancia que los de España, que (aquellos) parecen ensaladas, que no ocupan el estómago.”

Pedro Plasencia Fernández 13 febrero, 2017 13 febrero, 2017
Conferencias Las relaciones artisticas en el mundo hispanico

Viernes 2 de marzo del  2012 : Conferencias En el marco del seminario del eje Civilizaciones Hispanicas, cialis dirigido por Almudena Delgado Larios y Edmond Raillard y dentro de las actividades dedicadas a Las relaciones internacionales en el mundo hispanico se celbraran dos conferencias sobre Las relaciones artisticas de España en la época moderna, 2 de marzo del 2012, Grenoble, Sala Jacques Cartier –          José RIELLO VELASCO  (Université Autonome de Madrid, Espagne), « Los escritos sobre arte del Greco ». –          Javier DOCAMPO CAPILLA (directeur de la Bibliothèque du Musée du Prado, Madrid, Espagne), « Las bibliotecas de artistas en España : de El Greco a Jose de Madrazo »  

Almudena Delgado 14 febrero, 2012 14 febrero, 2012 arte, bibliotecas, El Greco, España, Madrazo, relaciones internacionales
Conferencias sobre Las relaciones artisticas de España en la Edad Moderna

Siguiendo este enlace encontraréis toda la informacion sobre las dos conferencias que tendran lugar el viernes 2 de marzo en la Universidad Stendhal-Grenoble 3 sobre los escritos de arte de El Greco y sobre las bibliotecas de artistas en la Edad Moderna: http://w3.u-grenoble3.fr/ilcea/spip/spip.php?article180  

Almudena Delgado 28 febrero, 2012 28 febrero, 2012
Corsarios o reyes 4-1: leyenda negra africana clásica

4.- La Berbería cervantina, de Euch Ali a Hasán Veneciano, aproximación final a la figura del converso/renegado y la “leyenda negra” –sexo y violencia– berberisca.    4.1.- África infame e inquietante, bestial y ponzoñosa.        A la hora de ordenar este libro de maravillas, que tiende demasiado naturalmente al desborde y a la desmesura, he dejado para el final los capítulos más arriesgados, dentro de un todo ya de por sí bastante azaroso, que girarán en torno a tres asuntos troncales; un telón de fondo morisco, que creo que hay que resaltar en especial, y una aproximación a la “leyenda negra” sobre Berbería en la que se abordarán las dos cuestiones más desencajadas de ella: la crueldad y la “libertad” sexual; el tabú de la homosexualidad o bujarronería, mejor, ante todo. En el conjunto, la figura del “renegado/converso”, verdadero “hombre de frontera”, aparecerá con especial nitidez. Espero.        Si hasta aquí la figura de Antonio de Sosa había sido importante, a partir de ahora se convierte en imprescindible y casi única. Un Antonio de Sosa que, como Cervantes con sus múltiples discursos, parece ser al menos dos: el taimado y objetivo del “Epítome de los reyes de Argel” y el enloquecido o enloquecedor del diálogo de la cautividad. Entre ambos, el Antonio de Sosa del diálogo de los mártires, esos treinta relatos cortos de ambiente berberisco sobre los que hemos de volver muchas veces, pequeña obra maestra de la narrativa española del Siglo de Oro (1).        La recreación de acciones sádicas que se da en los textos de Sosa no ha sido igualada en la literatura española –si se prescinde de los martirologios al uso, con los que está emparentado alguno de sus textos–, y la enumeración inacabable de horrores y reiteraciones obsesivas consigue un climax difícil de superar. El solo, con este libro que alcanzó bastante difusión dentro y fuera de España, hubiera bastado para apuntalar la leyenda de una Berbería enfermizamente cruel y entregada a todos los vicios y demasías. En sus relatos enfebrecidos, en los que cuenta y vuelve a contar un mismo suplicio repetidas veces, Sosa llega a afirmar que aquella densidad de mal allí concentrada y que él capta y transmite con fruición puede ser debida a la misma esencia profunda Áfricana.        “En todos los tiempos pasados fue muy notada de infame esta tercera parte del mundo llamada África… Y la causa desto es porque la misma propiedad del cielo de toda esta parte del mundo, y la naturaleza y calidad della, fue siempre de tal suerte que parece no tener otra virtud ni ser para más que para producir espantosos monstruos, fieros animales, pestilentes serpientes y mortíferos venenos. Y, por tanto, ser un aire y suelo tan nocivo y tan  malo, de la misma naturaleza condenado –como decía Lucano–, y que la misma naturaleza quería que estuviesen los hombres ausentes y muy apartado de tal tierra.        “Aquí se crían los soñolientos áspides, las escamosas emorrois, la inconstante quersidros, que habita unas veces en el agua y otras en la tierra. Los quelydros que corriendo levantan el polvo; la ceneris de muchos y varios colores; la anmodites arenosa; la cerastes desconjuntada y que a todas partes se revuelve; la seytala, que en el invierno se despoja; la seca dipfas, la pesada anfisibena de dos cabezas, la natrix, gran nadadora; los iaculos, grandes bogadores, las foreas de la cola levantada, el goloso prester, la ponzoñosa seps, el basilisco, matador con sola vista, y, finalmente, dos grandes y muy dañosos dragones y otras infinitas ponzoñas y pestilencias, que no son para otra cosa que para daño y ruina de la naturaleza humana…        “Por ser esta parte del mundo tan fértil para criar muertes, fingieron los poetas que volviendo Perseo, hermano de Palas, de la muerte de Medusa –que mató con la espada corva de Mercurio, llamada Harpen, y con el favor del escudo reluciente de metal de la misma Palas–, y trayendo colgada de la mano la cabeza de la dicha Medusa –cuyos cabellos eran muy ponzoñosas culebras y cuya corrupción que della goteaba todo lo que tocaba volvía en muy terrible ponzoña–, por ninguna otra parte del mundo quiso pasar sino por África, que era tierra arenosa y adonde menos sería el daño que aquella cabeza haría. Pero que fue tanta la ponzoña que, goteando de aquella sucia cabeza, recibió esta tierra, y el rocío de la sangre cruel de Medusa fue de tanta fuerza, que –recocido después por el calor de la región— produjo infinitas y venenosas serpientes.        “Y, sin duda ninguna, de la constelación, naturaleza y propiedad tan mala del aire y tierra de África todas las regiones y partes della fueron siempre, y son hoy día, muy abundantes de monstruos y fieros animales. En tal manera que por proverbio muy común se dijo siempre: `África produce algún monstruo’. Por tanto, los romanos, cuando querían hacer algún grande y maravilloso espectáculo en las fiestas que celebraban con grandísimo aparato y costa, en las cuales era costumbre, entre otras cosas, mostrar al pueblo en público algunos animales espantosos y nunca vistos –como era en los juegos circenses,  locubres (o lúgubres) memorias fúnebres y otros extraordinarios–, de África los procuraban haber –como dice Estrabón– y de allí llevaban las panteras, las onzas, los leopardos, las lyenaes, los camelopardos, los rinocerontes, las cebras y otros animales de extraña naturaleza y figura…        “Hasta los hombres nacidos en esta tierra y debajo (de) sus constelaciones participan de su calidad y propiedades naturales. Porque siempre fueron gente monstruosa, mal proporcionadas, bárbaros, rudos, incultos, agrestes, ferinos, inhumanos. Y siendo las otras dos partes del mundo, Asia y Europa, pobladas casi todas de gentes, ciudades y pueblos que viven en toda buen orden, gobierno y policía, sola África, al contrario, por la mayor parte siempre tuvo habitadores que en su vida no fueron ni son menos que animales, bestiales y sin razón. Buen testigo desto fueron los numedios, los marmaridos, los mazas, los nasamones, los garamantas, los andróginas, los asbestas, los trogloditas, los erembos, los macrobios, los espibos, los bracobios, los antomelos y otras infinitas y muy bárbaras naciones, de las cuales los autores hacen mención como de gentes que no tenían más que el nombre” (2).        La tradición antigua, llena de fabulaciones, de una África misteriosa y llena de peligros, habría atravesado la Edad Media y, con indudables matices medievales, llegaba hasta finales del siglo XVI. Mármol Carvajal, aunque con menor virulencia que Sosa, también se hacía eco de estas tradiciones: “Otros dicen que cuando los romanos conquistaron la África llamaron a esta parte de la tierra Berbería porque hallaron la gente de ella tan bestial que aún en la palabra no formaban más acento que animales” (3). El amplio “bestiario” africano de Mármol, sin duda con innumerables deudas –sobre todo sigue a  León el Africano en todo su texto–, habría hecho las delicias de Borges, por ejemplo (4).        Pero es el libro V de Los seis libros de la república de Jean Bodin el que mejor puede acercarnos a la idea que en el momento un europeo podía tener de África, y en concreto su capítulo 1, “Procedimientos para adaptar la forma de república a la diversidad de los hombres y el modo de conocer el natural de los pueblos”. “Uno de los mayores, y quizá el principal, fundamento de las repúblicas consiste en adaptar el estado al natural de los ciudadanos, así como los edictos y ordenanzas a las naturaleza de lugar, tiempo y persona”; con esta base, establece la división “entre los pueblos del norte y del sur” y los clasifica en tres grupos, el de “las regiones ardientes y…  los pueblos meridionales”, el de “los pueblos centrales y regiones templadas” y el de “los pueblos septentrionales y… las regiones frías” (5). Y es con este esquema con el que intenta elaborar una teoría sobre la influencia de los climas en el temperamento de los pueblos que llegará hasta el mismo Montesquieu, con afirmaciones de alguna manera proverbiales. “Los pueblos nórdicos son superiores en fuerza y los del mediodía en astucia, los habitantes  de las regiones centrales participan de ambas cualidades”. “Los meridionales… son más ingeniosos que los pueblos centrales” y otras del mismo tenor, en las que los españoles son presentados como pueblo meridional y con frecuencia  comparados a los franceses. De Galeno toma las teorías sobre temperamentos –“la flema hace al hombre pesado y torpe; la sangre, alegre y robusto; la cólera, activo y dispuesto; la melancolía, constante y reposado”–, y así los más norteños “son flemáticos y los meridionales melancólicos”, los norteños “son más sanguíneos y los que están más cerca de la región central son sanguíneos y coléricos. Hacia el mediodía son más coléricos y melancólicos, según son más negros o amarillos, que son los colores de la melancolía y la cólera”.          Con ese bagaje teórico determinista, movedizo y globalizador, Bodino intenta dar firmeza a sus reflexiones. “Cada uno de estos tres pueblos usa para el gobierno de los recursos que les son propios.  El pueblo de septentrión de la fuerza, el pueblo central de la justicia, el meridional de la religión”. “Los pueblos nórdicos se valen de la fuerza para todo, como los leones. Los pueblos centrales, de las leyes y de la razón. Los pueblos del mediodía se valen de engaños y astucias, como los zorros, o bien de la religión”. “No debe asombrarnos que los pueblos meridionales sean mejor gobernados mediante la religión que mediante la fuerza o la razón… cuanto más se desciende hacia el mediodía, los hombres son más devotos, más firmes y constantes en su religión, como en España y aún más en África”.        Su análisis se detiene en las dos cuestiones que habrán de ser de particular importancia en la “leyenda negra” sobre Berbería –y sobre España también para otros europeos–, la crueldad y la lujuria. “Los antiguos atribuyen a los pueblos nórdicos crueldad y barbarie… Por el contrario, el pueblo meridional es cruel y vengativo por su natural melancólico… Se trata, pues, de dos crueldades diferentes; la de los   pueblos septentrionales consiste en un ímpetu brutal, propio de animales; los meridionales son como zorros que aplican todo su ingenio a satisfacer su venganza”. Si era “pérfida y cruel” la guerra narrada por Polibio entre “espandianos y cartagineses”, “parece cosa de juego si se compara a las carnicerías descritas por León el Africano”; otros actos de crueldad –en Indias, Persia o Egipto– relata Bodino antes de concluir que “los pueblos de las regiones centrales no podrían ver ni siquiera oír tales crueldades sin horrorizarse”. El temperamento melancólico hace que haya “mayor número de locos furiosos en las regiones meridionales que en las septentrionales” y que “aunque por doquier hay locos de todas clases, sin embargo los de la región meridional suelen tener visiones terribles, predican, hablan muchas lenguas sin haberlas aprendido y, a veces, son poseídos por espíritus malignos”.        “Otra diferencia notable entre el pueblo meridional y el septentrional es que éste es más casto y púdico y el meridional más lujurioso,  lo que se debe a la melancolía espumosa. Por ello, los monstruos proceden ordinariamente de África, a la que Ptolomeo coloca bajo Escorpión y Venus, añadiendo que toda África adoraba a Venus… También sabemos que los reyes de África y Persia tenían siempre harenes de mujeres, hecho que no se puede imputar a costumbres depravadas… A escitas y alemanes les basta y les sobra con una sola mujer y César, en sus Comentarios, dice que los ingleses en su tiempo compartían una mujer entre diez o doce. Muchos septentrionales, conocedores de su impotencia, se castraban cortándose las venas parótidas debajo de las orejas, como dice Hipócrates, quien atribuye la causa de la impotencia a la frialdad del vientre y a montar mucho a caballo… Por eso los pueblos nórdicos son tan poco celosos que, según Altomer de Alemania e Irenicus que escriben elogios de su país, hombres y mujeres se bañan juntos… Por el contrario, los meridionales son tan apasionados que, a veces, mueren de celos… Los romanos condenaron, sin distinción de razas, a pena de infamia a quien tuviese más de una mujer; después, en este reino, la pena de infamia se transformó en pena capital. Esta ley romana no ha perdurado en África por los inconvenientes a que daba lugar… De lo dicho puede deducirse que el pueblo meridional está sujeto, en cuanto al cuerpo, a las mayores enfermedades y, en cuanto al espíritu, a los mayores vicios…” (6).        Aunque Bodino advierte que no hay temperamentos puros sino tantos como “mezclas” de los cuatro humores, y que en cuanto “a las inclinaciones naturales de los pueblos debe advertirse que no tienen carácter necesario”, sus apreciaciones son valiosas para intentar una aproximación a esa manera de juzgar del hombre de la época, del contemporáneo de Sosa y Cervantes. En concreto, en lo referente a África, a Berbería. Si el esfuerzo de ecuanimidad y análisis frío de Bodino permite exposiciones que hoy nos parecerían hasta ingenuas en su desmesura, las de Sosa se nos aparecerán mucho más comprensibles; sus duras circunstancias personales de humillante cautiverio y en un ambiente popular y orientalizado tan provocador para su condición de clérigo post-tridentino debieron conducirle casi a la locura; eso es lo que aparece en tantos fragmentos de su obra literaria, como el citado sobre África con esa enumeración enfermiza de serpientes ponzoñosas, una de las imágenes clásicas del demonio. Eso podía suceder en mentes –como la de Sosa– disciplinadas de alguna manera. Más complejo sería acercarse a lo que pudiera suceder en medios más populares de “vértigos colectivos”, “delirios mentales” y “trances masivos” o “sueños hiperbólicos” de “sociedad visionaria” (7).       —————-   NOTAS:   (1).- Una aproximación al Antonio de Sosa narrador, E. Sola, “Miguel de Cervantes, Antonio de Sosa y África”, en Actas del I encuentro de historiadores del valle del Henares, Guadalajara, 1988, y “Antonio de Sosa, un clásico inédito amigo de Cervantes”, en el I coloquio internacional de la Asociación de Cervantistas, Alcalá de Henares, 1988, así como la introducción de J.M. Parreño y E. Sola a la edición del Diálogo de los mártires de Argel, Madrid, 1989, Hiperión. (2).- Haedo, II, pp. 127-130. (3).- Mármol, I, III, fol. 2. (4).- Ib., I, XXII, fol. 22 vto. y ss. (5).- Bodino, V, I, pp.  213 ss.  de la edic. citada de Tecnos. “Ya he explicado estas divisiones en mi libro Método de la historia y aquí no me detendré en ellas” (p. 215), dice Bodino al referirse a las clasificaciones climáticas. (6).- Todos los textos de Bodino citados son del mismo libro V, capítulo I. (7).- Son todas expresiones de P. Camporesi, op.  cit., c. 12, p. 8 y c. 13.      

Emilio Sola 25 enero, 2012 25 enero, 2012 barbarie, Berbería, Bodino, climas, crueldad, determinismos, Leyenda Negra, Perseo y la Gorgona, sexualidad, Sosa, temperamentos
Corsarios o reyes 4-2: La barca de Pedro Mansilla

4.2.- Sobre andaluces que pasaban “allende”, pills a Berbería, en los años de la guerra de las Alpujarras, con relación de los bienes secuestrados que dejaban y el episodio de la barca de Pedro Mansilla.        Sin el telón de fondo del problema morisco español es imposible comprender la desmesura de lo que sucedía en Berbería, en particular con los cristianos y con los españoles. La situación de los musulmanes españoles, a pesar de que en teoría fueran cristianos nuevos o por eso mismo, su elevado número –tal vez comparable a los habitantes de toda la Berbería central—y la proximidad geográfica de España y Berbería –unas horas de navegación– magnificaban el problema. El paso al Magreb de muchos de estos moriscos, con parientes y conocidos allí, fue frecuente. A veces, como en la expedición de Cachidiablo de 1529, un elevado número lo hacían a la vez, cargados con sus más o menos pobres bienes muebles. En las negociaciones secretas de Carlos V con Barbarroja se incluía todo un capítulo sobre ello, tal vez aquel en el que el rey español se mostraba más intransigente a toda negociación razonable, sin duda uno de los puntos que Barbarroja debió ver menos viable si de verdad quería ser rey de toda Berbería. El problema se agudizó en los años sesenta, culminando en la guerra de las Alpujarra. Hay abundante documentación de esos momentos. Algunas catas –muy pocas, sólo para despertar la imaginación– pueden servir para aproximarnos a la dimensión real de lo sucedido.        Huebro (Nixar, Almería), 16 de junio de 1559. “…Testigo Lorenzo Lazraque, alguacil en el dicho lugar… Si sabe de algunos del lugar de Hynox, de los nuevamente convertidos, se son pasados allende de dos años a esta parte… Ha más de dos años… que se pasó Diego el Gaitero, vecino del dicho lugar, hombre casado. Faltaron otros dos que son el Malo, hijo del Gaitero, vecino del dicho lugar, y… Alonso Suasera… Dicen públicamente que están en allende…        “Lorenzo de la Cueva, vecino…, que los dichos se pasaron a Berbería…        “Francisco Herir, vecino…: dijo que muy bien conoció a Pedro el Gaitero y Martín el Gaitero y Alonso Suasera, vecinos que fueron de este dicho lugar; y que Diego el Gaitero los moros lo llevaron y que los otros faltaron y no saben si se fueron o los llevaron los moros…        (Francisco El-Herir): “yo los conocí los tres… y oí decir que se fueron allende de su voluntad, aunque primero decían que los moros los habían llevado…        “Esto dicho, día y año, se hizo el secuestro de la casa y hacienda de Diego el Gaitero.        “Primeramente: una saona de lino nueva, de dos piernas. Item, otra de dos piernas. Una camisa de mujer, labrada los pechos y mangas, de seda de colores. Unos çaraoles de mujer nuevos, de lienzo casero. Unas mangas de mujer de paño, una colorada y otra morada. Un festul de seda. Una toca de lino amarillo. Una libra de lino. Una almohada traída. Una arca de madera blanca. Siete libras de capullos. Una siera grande sin armar. Y otra chica armada. Una plana de hierro de albañil. Un hareno grande y otro chico. Un colón de lana. Dos esteras de junco, el una grande con sus çalefas. Otra de junco chica con sus çalefas. Una estera de esparto buena. Una cuna para niños. Otra estera de junca traída. Un telar de tejer lienzo. Dos orones de esparto. Una sartena y trévedes. Item, una casa nueva, linderos calle real, con cargo de censo perpetuo al señor licenciado escribano Jacobo, los cuales dichos bienes secuestró el dicho señor Hernando de Sierra, por virtud del poder y comisión del dicho ilustre señor conde de Tendilla”.        Notáez, 1559: “Martín el Pandi, vecino de Notáez, bienes que dejó cuando se pasó allende. Secuestrados por Hernando de Sierra en 29 de junio 1559…        “Una casa en el dicho lugar de Notáez, donde moraba el dicho Martín el Pandi, linderos con Juan de Blanca y el camino. Dos colchones pintados, con tascos. Una colcha traída. Ocho almohadas pintadas traídas. Dos sábanas buenas. Cinco sarzos de seda para criar. Una camisa de mujer de lienzo, labrada. Un mandil labrado. Un panezuelo de hombre muy labrado, a colores. Una marlota morada y colorada con terciopelo, traída. Dos sábanas viejas y rotas. Un colchón con lana. Un cabezal de cama con lana. Una caldera. Un poyal pintado, traído. Un telar de tejer lienzo.        “Parece que el dicho secuestro que el dicho Martín el Pandi tenía, lo tomó Aladrí cuando se pasó allende”.        En algunas series se apunta toda una historia real de trasfondo dramático, como la que debió ser la aventura de la barca de un armador, Pedro Mansilla, que una noche pasó a Berbería con familias enteras, un 11 de agosto, el del año 1568. A mediados de abril se habían iniciado los sucesos violentos en el Albaicín de Granada que desembocarían en una cruel guerra. El temor provocado por la tensión debió ser grande.        Alquián, 12 de agosto de 1568.  “Andrés de Ampuero, alguacil mayor… ante mí, Juan de Baena, escribano…, secuestró los bienes… de Diego Hanfat Caguer, vecino del dicho lugar de Alquián, que se fue a Berbería en la barca de Mansilla, los cuales son los siguientes.      “Vendido. Iten…, 38 ovejas y dos carneros. Vendido. Iten…, 27 hanegas de cevada. Iten, media hanega de linaza. Vendido. Iten, 50 çarcos de carrizo para criar seda. Iten, 10 orones de esparto. Iten, dos esteras de esparto, la una de 16 pleitas en ancho y tres varas en largo, y otra de 15 pleitas enancho y otras tres varas en largo. Vendido. Iten, 57 paneras de pleita. Iten, un arca de madera de pino mediana. Otro orón de esparto. Iten, dos vancos de cama y un çarzo de cama. Otros cuatro çarzos de carrizo. Otro banco de madera. Una mesilla baja para comer. Una criva. Otra criva vieja. Otras 20 paneras de esparto. Un barril de madera viejo. Tres espuertas. Una capacha de esparto vieja. Una tinaja de agua pequeña. Un  alcuzcuçero. Un librillo mediano. Dos albornías y una caçuela. Una tabla mediana para pan. Una orça pequeña. Otra panera. Un çedaço viejo, roto. Una calabaça mediana. Otro librillo mediano, desportillado un poco. Otro orón viejo. Un molinillo de mano. Una pala de ablentar. Un hierro de açadón. Una tinaja vieja de aceite, que cabrá cinco o seis arrobas. Dos vaquillas viejas. Un colchón de tascos, listado, viejo. Otro orón de esparto nuevo. Cuatro cargas de paja. Cien manadas de lino majado”.        Almería, 13 de agosto, 1568. “Andrés de Ampuero, alguacil mayor…, ante mí, Juan de Baena, escribano…, secuestró los bienes… de Diego el Lauxi, vecino de esta ciudad, a la colación de Santa María, que se fue a Berbería en la barca de Pedro Mansilla… (enumeración de bienes)      “Los cuales dichos bienes el dicho Andrés de Ampuero depositó en poder de Luis de Ordóñez, cristiano nuevo vecino de Almería, en el entretanto que se nombrase depositario abonado. El cual se obligó en forma de acudir con ellos y con frutos y rentas de las dichas casas y beneficiarles, cada y cuando le sea mandado por el… marqués de Mondéjar… y de dar cuenta en pago de ellos… No lo firmó porque dijo que no sabía, siendo presentes por testigos…      “En 23 del dicho mes de agosto se le secuestró al susodicho Diego de Lauxi por bienes suyos una cuarta parte de una hacienda que tiene en compañía de Pedro Chacón, vecino de esta ciudad… Andrés de Ampuero, alguacil mayor, depositó en poder del dicho Pedro Chacón. El cual se obligó a tenerla en depósito y acudir con los frutos y rentas de lo que con la dicha cuarta parte de la dicha hacienda se pagare y con lo principal della…”        Almería, 13 de agosto, 1568. “Andrés de Ampuero…, ante mí, Juan de Baena Muñoz…, secuestró los bienes de… Rodrigo Genni y Francisco el Moqueden, vecinos desta dicha ciudad… Unas casas grandes con otras accesorias, linde con casas de Rubma y con casas de Lorenzo de Guzmán, en la colación de Santiago. Bienes muebles. Una burra ruçia vieja. Una arca pequeña de madera… (sigue enumeración).        Almería, 15 de agosto, 1568. “Andrés de Ampuero… dijo que a su noticia es venido que Bartolomé Vázquez, soldado vecino de esta dicha ciudad, tomó cierta cantidad de bienes que dejaron los moriscos vecinos de esta ciudad y de las huertas que se fueron a Berbería  en la barca de pedro de Mansilla, armador, en 11 de agosto del dicho año.      “Y para que conste… qué bienes son y se secuestren por bienes de su majestad, fue a la casa del dicho Bartolomé Vázquez y le mandó que… manifieste los dichos bienes… Fuéle preguntado qué bienes muebles, ropa, seda, dineros u otra cosa… tomó de los dichos moriscos… Dijo que… yendo éste que declara desde Trafalma, donde se embarcaron los dichos moriscos, la vuelta del río, halló un rastro de una mujer y un hombre; yendo adelante por él, halló un almohada de lienço cosida y dentro della lo siguiente: Dos almohadas de çarçanan, de seda, moriscas. Cuatro pedaços de paño de muchas colores, para hacer cobertor de colcha morisca. Tres cojines de guadameçil dorado, pequeños. Dos almohadas blancas con fajas de red. Dos camisas moriscas traídas, labradas de sedas de colores. Una sábana de lienzo con los cabas amarillos. Una delantera de cama de lienzo con unas fajas coloradas. Una almohada de lienzo listada. Una capa negra, llana, grande. Un pedazo de paño pardo, que tiene tres varas…      “Bartolomé Vázquez dijo… no halló ni tomó más bienes… Andrés Ampuero, alguacil mayor, secuestró los dichos bienes y los tomó y depositó en Juan de Morales Quadrado…”        Almería, 13 de agosto, 1568. “Andrés de Ampuero…, ante mí, Juan de Baena… secuestró los bienes muebles… de García de Toledo Caxoirari, vecino de esta ciudad, que se fue a Berbería en la barca de Mansilla… (enumeración de bienes). Los cuales depositó en poder de Luis Nazari y Francisco Arraquiquí, tenderos, vecinos de esta ciudad…”         Campo de Almería, 16 de agosto, 1568. “Andrés de Ampuero…, ante mí, Juan de Baena Muñoz… secuestró los bienes… de Juan Moxacary y su madre, vecinos del campo de esta ciudad, que se pasaron… a Berbería en la barca de Pedro Mansilla, que son los siguientes:      “Primeramente, unas casas en el campo de Almería, linde con casas de Melchior Pérez y de Diego Ramírez y de Francisco el Bacho. Una arca de madera con su çerraja mediana. 10 çarços de heneas y carrizo. 66 paneras para criar seda. Unos vancos de cama. Un telar de madera nuevo. Cuatro orças pequeñas, la una quebrada. Dos tablas de madera viejas. Una tinaja para agua, pequeña. Una sartén. Una estera pequeña de junco. Ocho fanegas de cal, poco más o menos.      “Los cuales dichos bienes… depositó en poder de Diego de Rojas, el Zadi, y Francisco López Coraisa y Luis de la Torre, el Hudri, vecinos del dicho campo de Almería”.        Almería, 16 de agosto, 1568. El alguacil de Ampuero, ante el escribano de Baena, “secuestró los bienes… de Juan Navarro y de su mujer Beatriz, vecino de Almería, a la colación de Santiago, que se fue a Berbería en la dicha barca del dicho Pedro Mansilla, armador, los cuales son los siguientes:      “Primeramente, una casa que tiene en esta ciudad, en la colación de Santiago, linde con la sierra, enfrente de unas casas de Alvaro de Barrán, armador. Iten, una tienda que tiene en esta dicha ciudad, en la colación de Santiago, linde de tiendas de Diego de Poi y tienda de García Alcaide. Otras tres tiendas que tiene en la dicha calle, todas tres juntas. Bienes muebles: 26 pares de suelas de alpargates de cáñamo. Un ovillo de guita en que habrá libra y media… (enumeración larga).      “Dichos bienes… por depositarios Pedro de Alcorquí y Line Rodríguez, vecino del río, cuñado de… Julián Joly y juntamente de mancomún. No lo firmaron porque no sabían, siendo testigos Rodrigo de Andrada y Pedro Rodríguez, estantes en Almería.      “En Almería 14… septiembre… se alquilaron tres tiendas que el dicho Juan Navarro tenía… a Luis Alhachen del Pino y a García Alhachen de Flores y a Martín Arévalo, vecinos… por precio cada una de ellas de tres reales cada mes a pagar en fin de cada mes a Diego Pérez Rubina, vecino…, depositario en nombre de su majestad…”        Pechina, 1568. “Juan de Vaena, escribano… secuestró los bienes… de Lorenzo Caxali, vecino del dicho lugar de Pechina, que se pasó a Berbería en la barca de Pedro Mansilla…      “Raices: …una haça que tiene en este dicho lugar, con nueve pies de olivos y diez higueras, que tendrá cinco tahúllas poco más o menos, linde con un bancal de Sebastián de Carcaga y con Pedro de Belbia,  vecino de Almería, y con Martín Moxarca, vecino del dicho lugar, y con la rambla. Iten…, una burra con un pollino, que está en Almería en poder de Serrano, soldado. Bienes muebles: (breve enumeración)”. (8).       —————-   NOTAS:   (8).- J. Martínez Ruíz, Inventarios de bienes moriscos de Granada (siglo XVI), Madrid, 1971, CSIC, pp. 249 a 266; los textos corresponden a los documentos número 24, 26 y 30 a 37.      

Emilio Sola 26 enero, 2012 26 enero, 2012 Alpujarras, exiliados, huidos, moriscos, pasados allende, secuestro de bienes
Corsarios o reyes 4-3: Mercados de esclavos modernos

4.3.- Compra-venta de esclavos andaluces en la propia Andalucía en los años dramáticos de la guerra de las Alpujarras, con la historia entrevista del clérigo Diego Marín, tratante de esclavos.      Bienes abandonados, casas y rebaños, a veces no desdeñable el conjunto, era algo muy significativo para la época. Cuando la situación llegó a la violencia total, otros documentos impresionan no menos. Únicamente como muestra se puede reseñar el caso de Almería, bien estudiado por Nicolás Cabrillana, extrapolable al resto de Andalucía y hasta a todo el Levante valenciano. “A lo largo del siglo XVI el número de esclavos en Almería aumenta lenta pero continuamente gracias a las relaciones comerciales con el norte de África, sobre todo Orán y Argel, así como por los llegados a través de la trata portuguesa; estos esclavos recién llegados irán engrosando el contingente de los que llevaban ya varias generaciones en España” (9). La guerra de las Alpujarras, después de 1568, hará aumentar de manera considerable el número de estos esclavos andaluces.   Como aproximación a aquella realidad, he aquí otra brevísima cata de reseñas de documentos notariales de Almería, Vélez Blanco y Vera de los años 1569 a 1571:        Almería, 21 de febrero 1569. “Luis Gallego vende a Antolín de Montemayor, vecino de la ciudad de Murcia, una esclava suya que se llama Luisa, de edad de seis años, que él compró a Hernando de Truxillo…, el cual la tomó de buena guerra; la vende por 15 ducados; también le vende una mula parda en 13 ducados; de los 28 ducados se da por entregado y contento”.        Almería, 14 de marzo 1569. “Antón Pérez y Pedro García, vecinos de Almazarrón, venden a Tomás López, vecino de la ciudad de Almería, una esclava que se llama Beatriz, mujer de Andrés Pérez…, con dos muchachas hijas suyas; una se llama María, de 12 años de edad, y otra llamada Leonor, de 13 años; las cuales le cupieron de repartimiento `en lo de Félix'; las venden por 32 ducados en reales”.        Almería, 23 de marzo 1569. “Luis Gómez, vecino de la ciudad de Almería, vende a Cristóbal Velázquez, vecino de Guadix, una esclava llamada Isabel, de 12 o 13 años de edad, habida de buena guerra en el lugar de Dalías en una cabalgada que él y otros compañeros suyos hicieron; la vende por 20 ducados en reales, `atento que Pedro Coxayan, su padre, pretende… la dicha su hija y que no ha de ser esclava por ciertas causas que se alega, porque con esta condición traté con vos la venta de la dicha esclava”.        Almería, 24 de marzo 1569. “Alonso de Olivencia, vecino de la ciudad de Almería, otorga carta de libertad a una esclava, que le fue adjudicada en la cabalgada de Inox, que se llama Leonor, mujer de Alonso Coyx, vecina de Tabernas, hija de Diego Gonzalo Morales, vecino de Olula; su esclava tiene una hija llamada María, de 7 años…, poco más o menos, y teniéndolas en su poder en su casa la dicha Leonor parió un hijo que ha de haber doce días, poco más o menos, el cual se le puso por nombre Alonso'; el rescate de los tres ha sido concertado en 100 ducados con Diego González Morales, padre y abuelo de los esclavos; `al dicho Alonso Coyx, niño, de causa que de haber nacido en su casa le da libertad sin intereses ninguno’. Ahora recibe 50 ducados y los otros 50 se los pagará en plazos convenidos Diego González Morales, obligándose a ello ante escribano público”.        Almería, 31 de marzo 1569. “El doctor Molina, médico, vecino de la ciudad de Almería, le otorga carta de libertad a un esclavo suyo, que le cupo en el repartimiento de Ynox, llamado Luis, hijo de Pedro el Redicaní, vecino de Alquian; le concede la libertad a instancia de Diego Verlave (?) Redicaní, tío de Luis, el cual le ha pagado 40 ducados por el rescate”.        Almería, 15 de abril 1569. “Leonor, de color moreno, viuda de Esteban López, vecina de Tabernas, se obliga a pagar a Martín Gutiérrez de Santa Cruz, vecino de la ciudad de Almería, 19 ducados de la moneda que se usa, que reconoce que le prestó para ayudarla a pagar el rescate de María, su nieta, hija de Diego Mahene, vecina de Tabernas, que tendrá 9 años poco más o menos. Los 19 ducados se los pagará el día de San Juan de junio de 1569; hasta ese día María quedará depositada en casa de Martín Gutiérrez de Santa Cruz”.        Almería, 17 de abril 1569. “Gaspar de Belmonte, `de color moreno’, vecino de Almería, otorga poder a Gerónimo de Morata, procurador del número de la misma, especialmente para que comparezca ante la Justicia de la ciudad, y denuncie que le han raptado a su mujer, y pueda llevar a cabo todas las diligencias hasta conseguir su libertad”        Almería, 30 de abril 1569. “Jorge de Castillejo…, vecino de Almería, vende para ahora y para siempre jamás a Pantaleón de Castelao, genovés, para él y para sus herederos, un esclavo llamado Andrés, de 6 años de edad, poco más o menos, que su padre consiguió de buena guerra en la cabalgada de Ohanes; se lo vende por 20 ducados en reales”.        Almería, 30 de abril 1569. “Alonso de Gas, clérigo presbítero, capellán de Galera, vecino de… Villalbilla, jurisdicción de Alcalá de Henares, se obliga a pagar a Gaspar Franco, vecino de… Valencia, o a quien su poder hubiere, 18 ducados en reales, que reconoce deberle porque se los prestó para comprar un esclavo llamado Bernardino; se los pagará en plazos convenidos”.        Almería, 17 de junio 1569. “Del testamento de doña Leonor de Abiz, mujer de Gabriel de Gibaje, regidor de Almería -Item mando y es mi voluntad y digo que, por cuanto yo tengo en mi servicio y por mi esclava a Juana, `de color negro’, que me la dio mi padre Luis Abiz, por los buenos servicios que me ha hecho, mando y es mi voluntad que para después de mis días la dicha Juana, mi esclava, sea persona libre y no sujeta a ninguna servidumbre… Item…, tengo por mi esclava a Catalina, `de color membrillo cocho’, que tendrá 15 años, que por buenos servicios que me ha hecho, en agradecimiento dellos…, después de yo fallecida sirva a mis hijos doce años; cumplidos, quede libre y no sujeta a ninguna servidumbre, según la propia forma y manera que la dicha Juana”.        Almería, 6 de septiembre 1569. “Francisco de Paredes, racionero de la santa iglesia catedral de Almería, vende a Juan de Pastrana, vecino de Orán, una esclava llamada Elena, de 24 años de edad, poco más o menos, comprada a un portugués; la vende por 40 ducados en reales, pagando el quinto a su majestad”.        En algunas series documentales se vislumbran verdaderos tratantes de esclavos, como un tal Francisco de las Parras:        Almería, 29 de julio 1569. “Martín del Castillo, vecino de Almería, vende a Francisco de las Parras, vecino de la misma ciudad, una esclava que se llama María Navarrete, de 15 años de edad, poco más o menos, y les cupo a él y a sus hijos de repartimiento de la cabalgada de Ynox; la vende por 55 ducados, pagado el quinto a su majestad”.        Almería, 1 de agosto 1569. “Pedro Ortiz de Careaga, vecino de Almería, de 9 o 10 años de edad, apreciado en 30 ducados; además le entrega 15 ducados en dineros, en lugar de los 45 ducados en que concertaron la cesión de derechos a cuatro esclavos, por los que andaban en pleitos contra Francisco de las Parras”.        Almería, 6 de agosto 1569. “Francisco de las Parras… vende a Jorge de Castillejo… un esclavo llamado Ginés, de 15 años de edad, poco más o menos, ` con todas sus tachas buenas o malas’, habido de buena guerra, por precio de 60 ducados en reales”.        Almería, 23 de agosto 1569. “Francisco de las Parras… `pone en soldada’ con Andrés Valdivieso, clérigo beneficiado de Santiago, de la ciudad de Almería, a dos esclavos suyos, llamados Francisco de Bascunes y Luis…, por el tiempo y espacio de un año, que empezará a contar el 22 de agosto; los esclavos han de servir al dicho Valdivieso en todo lo que les mandara, fuera y dentro de su casa, según su voluntad. Por ello pagará a Francisco de las Parras 8 ducados; la mitad de aquí a seis meses y la otra mitad a fin de año, o sea el 22 de agosto de 1570; ha de darles comida y cama. Francisco de las Parras se obliga a no quitárselos  durante el año convenido por más ni menos, bajo pena de proporcionarle otros dos esclavos tan buenos como éstos”.        O el caso del canónigo Luis de Zamora, a través de dos muestras documentales, buen hermano pero tal vez no tan buen amo:        Almería, 21 de febrero 1569. “Del codicilo del canónigo Luis de Zamora, -mando que Juan, mi esclavo, se dé a la dicha Ana de Zamora, mi hermana, para que ella disponga de él y haga a su voluntad como de cosa suya propia, por el mucho servicio que me ha hecho y por descargo de mi conciencia”.        Almería, 3 de octubre 1569. “Del testamento del canónigo Luis de Zamora, `Item, digo que un esclavo que tengo, que se dice Juan, mozo de 18 años poco más o menos, que por haberlo criado y bautizado en mi casa, que dando 80 ducados sea libre, los cuales pague dentro de tres años, dando seguridad a contentamiento de los dichos señores deán y cabildo. Iten digo que una esclava que tengo, que se dice María, mando a la dicha mi hermana para que la sirva todos los días de su vida y que ella pueda hacer de ella a su voluntad, o venderla o ahorrarla o darle libertad, como a la dicha mi hermana le parezca”.        Es difícil seleccionar, pero destaca la frecuencia de eclesiásticos, hasta trinitarios, como el siguiente caso:        Almería, 18 de enero, 1571. “Fray Antonio de Segura, fraile del convento de la Santísima Trinidad, extramuros de la ciudad de Almería, otorga poder a Francisco de Aguilar… para que en su nombre pueda vender un esclavo `mío o del dicho convento’, que se llama Ginés, barbero, de 40 años de edad, `que hube por compra en cierta almoneda’… Podrá venderlo o cambiarlo por otra cosa”.        También puede darse el caso de genoveses de compra de galeotes para sus galeras:        Vera, 7 de octubre 1569. “Juan de la Rueda, vecino de… Orán, vende a Lorenzo Petito, genovés, un morisco de los levantados en el reino de Granada, llamado Alonso Benzayre, vecino de la villa de Portilla, de color blanco, que será de edad de 30 años… para las galeras del señor George Grimaldo, genovés; lo vende por 32 ducados de oro”.        Vera, 5 de abril 1570. “Francisco de Navarrete, vecino de Vera, vende a Lorenzo Petito, genovés, habitante de la misma ciudad, un moro que se llama Alonso de Málaga, de edad de 30 años, `el cual os vendo para el servicio de las galeras’ por 30 ducados, cada ducado de once reales”.        En ocasiones, en concreto en Vélez Blanco, se alaba la salud moral o física de los esclavos contratados o se adivina alguna historia de inquietud maternal:        Vélez Blanco, 24 de marzo 1569. “Luisa Hernández, viuda de Domingo de Leiva, vecina de la villa de Vélez Rubio, vende a Luis de los Cobos, vecino de la villa de Caniles, jurisdicción de la ciudad de Baza, una esclava llamada María de Cazala, de edad de 14 años, que ganó un hijo suyo llamado Luis Hernández del despojo… de la Alpujarra y Taha de Marchena; la esclava la tenía en su casa y servicio y puede venderla porque su hijo es mozo por casar y está bajo su `mandato’. La vende por 80 ducados en oro”.        Vélez Blanco, 23 de noviembre 2569. “Antón Cano… vende a Melchor de Regebel, vecino de la villa de Carpio, una esclava blanca `parida’, llamada Leonor de Avila, con una niña de poco más de dos meses que se llama Isabel… `por sanas de endemoniadas y gota coral y buvas y otro ningún mal contagioso'; por precio de 45 ducados”.        Vélez Blanco, 27 de enero 1571. “Alonso Palomar, regidor y vecino de… Vélez Blanco, entrega a Alonso Gutiel de Tudela, vecino de… Lorca, un esclavo de color negro, de 18 años de edad, llamado Francisco; y recibe, a cambio, una esclava morisca de 13 años de edad, llamada Cecilia, natural de Felix, habida de buena guerra, más 35 ducados. Ambos están de acuerdo en el trueque de esclavos y dinero, pues los esclavos están sanos de gota coral, de mal de fuera, de mal contagioso, y no son borrachos, ni fugitivos ni ladrones”.        Para terminar –y cuesta apartarse de tan dramáticas biografías intuidas a través de esta sobria documentación–, unas palabras sobre Diego Marín, “clérigo beneficiado de Bedar y Serena, morador en la villa de Vélez Blanco”, con una abundante presencia en esta documentación notarial en un breve pero continuado periodo de tiempo:   “Vera, 12 marzo 1569. Pedro de Morales, vecino de la ciudad de Vera, vende a Diego Marín, beneficiado y cura de los lugares de Bedar y Serena, una esclava blanca llamada Leonor, de 20 años de edad, poco más o menos, natural del lugar del Bentaric (sic), `lugar alzado en deservicio de su majestad’, habida de buena guerra; por precio de 50 ducados”.        El mismo día, “Diego Marín…, como principal deudor, y Luis Maldonado, vecino de Bedar como su fiador, se comprometen de mancomún a pagar a Pedro de Morales… 52 ducados y un cahiz de trigo que le deben por razón de una esclava blanca llamada Leonor, que será de edad de 20 años, que le compró el clérigo Marín”. Cinco días después, “Diego Marín… da poder a Nicolás Pérez, clérigo, y Juan Sánchez, para que solicite del… señor obispo de Almería, don Antonio Carroinero (sic), administrador general de las iglesias del obispado, que les autorice el traspaso del arrendamiento de las haciendas y bienes habices de los lugares de Bedar y Serena, que tuvo Alonso Ximénez, sacristán de dichas iglesias”. Algo después, en abril de 1569, en Vera, “Francisco Ximénez, hijo de Alonso Ximénez… se retracta de lo que dijo contra Diego Marín… y contra su sobrina Mari Pérez, acusándolos de haber tenido trato carnal, del que Mari Pérez había parido; por el contrario, tiene a los dos `por hijosdalgo y buenos cristianos’”. El 8 de abril, en Vera, “Diego Marín… traspasa y vende a Cristóbal Gutiérrez, mercader de seda, vecino de la ciudad de Jaén, una esclava de color blanco llamada Isabel, vecina de Gérgal, de edad de 20 años poco más o menos, que es de los levantados en este reino de Granadea, por precio de 50 ducados, de once reales cada ducado”. Una semana después, “Critóbal Gutiérrez… otorga poder a Martín García, mercader, y a Rofrigo Llerena, procurador, vecinos de Vera, especialmente para que requieran a Diego Marín… y Mari Gómez, vecina de Vera, que le habían puesto pleito y embargo en la villa de las Cuevas a dos esclavas que le vendieron”. Este mercader de seda había comprado, en total, tres esclavas de 20 años, María de Dalías, Isabel de Gérgal y María de Marchena, en 50 ducados, salvo la última en 60; y esta última, el 6 de mayo en Vera, la vendió en 100 ducados a Pedro Tiruel, el Daí, y Alonso Albejarí, vecinos de la villa de Portilla, sin duda parientes de la muchacha; era la que le había comprado a la viuda Mari Gómez y por la que había pleiteado. Todavía a mediados de abril de 1569, Diego Marín concedía carta de libertad a cuatro esclavas. A saber, “Beatriz García, mujer de Luis Villaquinta…, de Camarín, en la Taha de Andarax, de las Alpujarras; esclava que él compró a Codes, maestro de esgrima, vecino de… Murcia. Por su rescate ella ha pagado 18.700 maravedís”; “Luisa, mujer de Fernando Hezi, vecino de… Abla, jurisdicción de Fiñana, de edad de 50 años poco más o menos, que él compró a unos vecinos de Lubrin; por su rescate le ha pagado la dicha cautiva 13.375 maravedís”; “María, mujer de García Alfaraz, vecina de la villa de Ragol, en la Taha de Marchena, de 50 años de edad. Esta cautiva fue comprada a Diego Algariz y Alonso Aldaray, vecinos de la villa de Lubrin. Por su libertad ella le ha pagado 7.500 maravedís”. Finalmente, “Catalina, hija de García Alfaraz, vecina del lugar de Ragol…, que compró a Diego Algariz y Alonso Aldaray… Por su rescate le ha pagado 14.000 maravedís”.        En julio del año siguiente, 1570, en Vera, “Diego Marín… se obliga a pagar a Juan Ortiz, procurador vecino de (Vera), 664 reales de la moneda usual en Castilla que reconoce deberle como resto de 990 reales que se obligó de pagar por Diego el Caziz, vecino de la villa de Lubrin”. Y a finales de octubre de dicho año sigue en negocio de esclavos: “Hernando de Guzmán, vecino de… Vera, otorga poder a Diego Marín… para que en su nombre pueda pedir, haber y recibir una esclava llamada María Zinoelquizi, mujer de Bernardino Mo…, vecina de Abla, de 33 o 34 años, que se fue de la ciudad de Vera, estando ya en su casa y poder, hará unos cuatro meses; y un esclavo que también se fue y ausentó, hará diez meses, que se llama Alvaro Torres, natural del lugar de Zurgena, mozo de edad de 20 años”. Menos de cuatromeses después compra un niño y otra esclava; el 13 de enero de 1571 “Antón Sánchez, vecino de… Vera, vende a Diego Marín… un esclavo muchacho, llamado Luis, natural de… Bedar, de 6 años de edad, hijo de Hernando Azus; por precio de 10 ducados en reales”; tres días después, “Pedro de Ayora, el viejo, vecino de… Vera, vende y traspasa a Diego Marín… una esclava morisca llamada María, mujer de Bartolmé Ataniz, vecina de… Lubrin, de 40 años de edad poco más o menos, por el precio de 30 ducados de once reales cada ducado”. El mismo día, él y otro cura pedían unir sus beneficios: “Diego de Salcedo, clérigo, beneficiado de la iglesia de Vera, y Diego Marín, clérigo, beneficiado de los lugares de Bedar y Serena, acuerdan solicitar a su magestad conceda al señor obispo de Almería licencia para poder unir ambos beneficios, pues así conviene por causas justas y honestas”.        Finalmente, parece que Diego Marín quiso vender sus esclavos, o una parte importante de ellos:        Vélez Blanco, 8 de septiembre de 1571. “Diego Marín…, morador de la villa de Vélez Blanco, otorga poder a Alonso Palomar, regidor y vecino de la misma, especialmente para que por él y en su nombre pueda vender, trocar y cambiar todos los esclavos y esclavas blancos que él tiene…, habidos de buena guerra, `en la que su majestad mandó hacer contra los moros rebelados del reino de Granada”.        Vélez Blanco, 4 de octubre de 1571.  “Alonso Palomar… vende a Gerónimo Rodríguez, vecino de la ciudad de Toledo, habitante de Valencia, dos esclavos blancos, uno llamado Juan Garnatexí, de 22 años de edad, poco más o menos, y otro llamado Bordun, de edad de 24 años; mas una esclava que se llama Catalina, de 30 años de edad, con un niño hijo suyo de 4 años; todos habidos de buena guerra; vendidos por sujetos y cautivos, adjudicados por la justicia a Diego Marín, clérigo…, `el cual Diego Marín me lo dio para que yo dispusiera de ellos como cosa mía propia'; los vende por 1.250 reales.        Interesante figura la de este clérigo Diego Marín, poco después activo agente de Felipe II en Marruecos, intérprete y persona importante en acciones entre diplomáticas y de espionaje en los años en torno a la dramática batalla de los tres reyes en el verano de 1578, y así lo recoge un historiador de ese tiempo como Cabrera de Córdoba (10).           ————     NOTAS:   (9).- N. Cabrillana, “La esclavitud en Almería según los protocolos notariales (1519-1575). Tipología documental”, en Actas de las I jornadas de metodología aplicada de las ciencias históricas, Vigo 1975, Fundación Universitaria y Universidad de Santiago, V, p.  306. (10).- N. Cabrillana, Documentos notariales referentes a los moriscos (1569-1571), Granada, 1978, Universidad de Granada, pp. 26 ss. Los textos son los documentos número 9, 26, 45, 46, 62, 100, 107, 116, 117, 143, 175, 154, 157, 164, 170, 192, 261, 383, 636, 660, 422, 438, 445 del repertorio de Cabrillana; los referentes a Diego Marín, del mismo repertorio, son los número 532, 533, 482, 484, 565, 571, 564 a 567, 490 a 493, 730, 759, 914, 918, 920, 915, 462 y 464.  

Emilio Sola 26 enero, 2012 26 enero, 2012 Alpujarras, cautivos, Diego Marín, esclavos, moriscos, Nicolás Cabrillana, rescates
Corsarios o reyes 4-4: historias trágicas de moriscos y papaces

4.4.- Moriscos españoles en Argel, su odio a los “papaces” o eclesiásticos católicos y a la Inquisición, como culpables de su desdicha; con la trágica historia del corsario morisco Alicax y la venganza de su hermano Caxetta, valencianos de Oliva, en la persona del fraile Miguel de Aranda, también valenciano, narrado por el “papaz” Sosa en el tiempo de cautiverio de Cervantes y del reinado de Ramadán Bajá. Son 1.017 los documentos reseñados por Cabrillana, para un corto periodo de tiempo y un área geográfica restringida, de los que hemos extraído, casi al azar, unos pocos. En Argel el número de cautivos, “ordinariamente cerca de 25.000 cristianos” (11), era elevado. En la España del momento no lo era menos. La propia palabra ahorro, sentido recogido por Corominas, procede de aquella lamentable realidad; “con la `carta de horro o de libertad’ finaliza el largo proceso del rescate”, en ocasiones después de que el esclavo haya pasado años reuniendo el dinero para el pago de su rescate, ahorrando (12). De la palabra árabe que significa libertad, es palabra de importancia cotidiana y popular fuera de toda duda. Las fuentes –y Antonio de Sosa es fuente privilegiada– resaltan la estrecha unión entre el problema morisco y la realidad de Berbería (13). Aunque Sosa opine que “hace mal el que aquella esclavitud de tierra de cristianos llama y la nombra esclavitud; esta nuestra (la de Argel), sí; éste es cautiverio, y cautiverio muy de veras y no de burlas” (14), es afirmación inserta en discurso polémico y apasionado, propagandístico en fin. Cuando pone algún ejemplo ilustrativo de esta afirmación –muy pocos en texto tan prolijo–, se capta también el otro gran telón de fondo: el hambre o la necesidad. “Viéndose los moros y turcos tan bien tratados allá y con tanto regalo, cuando para acá se huyen –de no poder conseguir aquel vicio–, y se ven aquí hambrientos, desnudos, descalzos y sin bien o remedio alguno, suspiran tanto y se quejan, y aún maldicen el día en que determinaron huirse, como yo mismo oí decir a muchos que de Nápoles, Sicilia y de España han huido” (15). No dejarían de ser anecdóticos aquellos casos al lado de la migración morisca hacia Berbería, aunque luego muchos volvieran a España como el morisco cervantino Ricote, personaje literario, o el renegado navarro que cita Torres, personaje real, todos ellos sin duda múltiples veces renegados con toda la carga de desarraigo físico y psíquico que ello podía significar. Para los moriscos instalados en Berbería los verdaderos culpables de las desdichas de su pueblo –de su “nación”, que diría Cervantes– eran los religiosos o eclesiásticos en general y la Inquisición; el odio a los “papaces”, como llamaban en Argel a curas y frailes, es una constante con automáticas manifestaciones agresivas. En Argel se podía decir misa y atender a los cristianos espiritualmente con relativa facilidad, de manera que se podía hablar de un ambiente de “libertad religiosa” impensable en la España de la época. Era algo que había sucedido en España hasta 1500 –la posibilidad de un estatuto de mudéjar, imposible ya tras el viaje a Granada de Cisneros de ese año—y que Jean Bodin recoge como una característica del mundo otomano frente a la intransigente política religiosa europea de su época: “El rey de los turcos, cuyo dominio se extiende a gran parte de Europa, observa tan bien como cualquiera otro su religión, pero no ejerce violencia sobre nadie; al contrario, permite que todos vivan de acuerdo con su conciencia y hasta mantiene cerca de su palacio, en Pera, cuatro religiones diversas: la judía, la romana, la griega y la mahometana; y envía limosna a los calógeros, es decir, a los buenos padres o monjes cristianos del monte Athos, para que rueguen por él” (16). Entre los rescatadores de cautivos que iban a Argel había muchos “papaces” y a su llegada a la ciudad eran bien recibidos por lo que su misión suponía de movimiento económico favorable o “entrada de divisas”, que se diría hoy. Pero en la menor oportunidad que se ofreciese, la violencia popular estallaba incontrolable contra ellos, a los que culpaban de las desdichas de sus correligionarios españoles, los moriscos. Para comprender mejor a Antonio de Sosa hay que tener en cuenta que era un “papaz” cautivo, en Argel, con toda la agresividad hacia su persona que ello traía consigo. Precisamente eran los moriscos de origen español los que manifestaban mayor odio. En Argel, con turcos, árabes, cabiles y suawa (azuagos), los moriscos españoles constituían una minoría apreciable: “La cuarta manera de moros son los que de los reinos de Granada, Aragón, Valencia y Cataluña se pasaron a aquellas partes y de continuo se pasan con sus hijos y mujeres por la vía de Marsella y de otros lugares de Francia, do se embarcan a placer, a los cuales llevan los franceses de muy buena gana en sus bajeles. Todos ellos se dividen, pues, entre sí de dos castas o maneras, en diferentes partes, porque unos se llaman mudéjares (“Modexares”) –y éstos son solamente los de Granada y Andalucía–, otros tagarinos, en los cuales se comprenden los de Aragón, Valencia y Cataluña. Son todos éstos blancos y bien proporcionados, como aquellos que nacieron en España o proceden de allá. Ejercitan éstos muchos y diversos oficios, porque todos saben alguna arte. Unos hacen arcabuces, otros pólvora, otros salitre, otros son herreros, otros carpinteros, otros albañiles, otros sastres y otros zapateros, otros olleros y de otros semejantes oficios y artes. Y muchos crían seda, y otros tienen boticas en que venden toda suerte de mercería. Y todos en general son los mayores y más crueles enemigos que los cristianos en Berbería tenemos, porque nunca jamás se hartan o se les quita el hambre grande y sed que tienen entrañable de la sangre cristiana. Visten todos éstos al modo y manera que comúnmente visten los turcos… Habrá de todos éstos en Argel hasta mil casas” (17). Uno de los relatos de martirios de Sosa puede servir para ilustrar aquella realidad. Es el más largo, casi una “novela” corta, de los que evoca en su diálogo de los mártires; en él se barajan todos los elementos necesarios para comprender aquella situación: moriscos valencianos de Oliva instalados en Cherchell (Sargel), con parientes en Valencia y uno de los suyos, corsario, en poder de la Inquisición; “papaz” cautivo comprado por los familiares del reo con intención de cangearlo por su pariente preso, “papaz” redentor que intenta interceder y final terrible. Todo ello pocos años después de la guerra de las Alpujarras y de la batalla de Lepanto, en 1576, recién llegado Antonio de Sosa a Argel y algunos meses después de la llegada del cautivo Miguel de Cervantes. “En tiempo de… Rabadán Bajá, renegado sardo, en el año de 1576, un lunes, dos del mes de junio (sic, por julio), hasta veinte turcos y moros de una fragata –que así llaman a los bergantines–, que era de once bancos”, desembarcaron en la costa catalana e hicieron cautivos a “nueve cristianos que iban hacia Tarragona y otras partes”, entre ellos a un religioso valenciano de la orden de Montesa llamado fray Miguel de Aranda; al día siguiente cautivaron “cuatro cristianos que pescaban en una barca más adelante…, en un lugar que se dice el Torno; y satisfechos de esta presa de trece cristianos, se volvieron a Berbería en dos días. Y a los cinco del mismo mes llegaron con su presa a Sargel, un lugar de razonable puerto que está, para poniente, distante de Argel sesenta millas, que será de hasta mil casas y todas de moriscos que de Granada, Aragón y Valencia han huido y pasado a Berbería para vivir en la ley de Mahoma libres a su placer”. Uno de aquellos moriscos, Caxetta, originario de Oliva en Valencia, acudió al puerto a ver la nave corsaria y al enterarse que todos los cautivos eran valencianos y catalanes, “entró luego al bajel y llegándose a los cristianos de Valencia que le fueron mostrados comenzó a rogarles que le diesen nuevas de un hermano suyo que le dijeron estar en Valencia preso”. “Y fue el caso desta manera: “Al tiempo que este moro se vino del reino de Valencia huido a Berbería, vino con él otro su hermano mayor, el cual se llamaba Alicax. Y ambos trujeron sus hijos y mujeres y algunos parientes. Después que ya estaban de asiento en aquel lugar de Sargel, como el Alicax, hermano mayor, era hombre animoso y muy plático en la mar, y particularmente en la costa del reino de Valencia en que naciera y se criara, haciendo muchos años él oficio de pescador, armó, en compañía de otros moros de Sargel –y también pláticos en España y que de allá habían huido–, un bergantín de doce bancos; con el cual robaba por toda aquella costa muy gran número de cristianos que vendía en Argel. Y también traía otros muchos de los moriscos de aquel reino, pasándolos a Berbería. “Con el próspero suceso de estas cosas andaba el Alicax tan ufano que, para mostrar a todos cuánto era venturoso, pintaba todo de verde su bergantín y le traía con muchas banderas y gallardetes, que era cosa de ver. “Pero al cabo de algunos tiempos sucedióle lo contrario; porque encontrando con él en la costa del reino de Valencia ciertas galeras de España, le cautivaron con el bergantín. Tomado de esta manera y puesto luego al remo, como suelen a tales hacer, el señor conde de Oliva, cuyo vasallo fuera, que eso supo, procuró de traerle a sus manos para castigarle porque en sus tierras más que en otras, como en ellas era nacido y plático, había hecho notables daños; y particularmente llevado a Berbería gran número de moriscos sus vasallos. Mas los inquisidores de aquel reino de Valencia, informados de lo mismo y siendo los delitos de este moro tan enormes y el castigo de ellos tocante al Santo Oficio, le hicieron llevar a Valencia a las cárceles de la Inquisición; donde estaba este tiempo que el hermano preguntaba a los cristianos cautivos si habían nuevas de él”. Fue uno de los cautivos, “Antonio Esteban, casado en Valencia en la parroquia de San Andrés a la Morera –de quien yo supe todo este cuento– y que conocía muy bien a ambos los hermanos moros porque cuando ellos estaban en España pescara algunas veces juntamente con ellos”, quien dijo a Caxetta “que muy bien conocía a su hermano Alicax, que vivo era y que estaba en Valencia preso, y que placiendo a Dios presto habría libertad, no osando decir que estaba en las cárceles del Santo Oficio”. La razón era sencilla: la prisión en la Inquisición hacía improbable el rescate de Alicax, mientras que si estaba cautivo de un particular bien podía ser que el rescate fuera posible. Fue grande la “cólera y furia” del hermano del corsario y poco después, tras consultar con la mujer e hijos de su hermano y con otros parientes, decidieron “comprar alguno de aquellos cristianos que fuese de Valencia natural para que éste se obligase y les prometiese de dar en trueque y cambio de su persona a su pariente” preso en Valencia. Y se decidieron por el fraile Miguel de Aranda, “el más principal” de los cautivos como “persona honrada y religioso sacerdote”. El domingo 15 de julio, en Argel, y después de los tres días preceptivos –“que por costumbre y usanza de la tierra tantos ha de andar en pregón el cautivo antes que su precio y compra se remate”–, Caxetta recibió al esclavo Aranda después de pagar “650 doblas, que hacen 260 escudos de oro de España”. Y comenzó el calvario del fraile valenciano; dos días de camino hasta Cherchell, las cadenas, el trabajo “noches y días cavando la tierra’ y otros trabajos domésticos para forzarle “a darles lo que pedían”, seguridades en el cange con el pariente preso. “Y como estos moros tornadizos y huídos de España sean los mayores y crueles enemigos que los cristianos tenemos, y principalmente siendo como son una viva llama de odio entrañable contra todo español, no se hartaban sus amos, como los demás moros de aquel lugar, de maltratarle y decirle infinitas desvergüenzas, vituperios e injurias”. Pocos meses después la familia de Alicax tuvo noticias de su muerte por boca de “algunos moros que de Valencia huyeron –como hacen cada día–” y cómo “Alicax, después de estar preso en el Santo Oficio algún tiempo, al último fuera condenado por sus grandes culpas y delitos, por haber estado siempre pertinaz en todas las audiencias que le dieron, sin jamás reconocer sus culpas, antes muy obstinadamente diciendo que era moro y que moro quería morir; y, finalmente, que relajado a la justicia seglar fuera, en principio de noviembre del año de 1576, públicamente quemado en la ciudad de Valencia. No se puede declarar el dolor, llanto y pesar que esta nueva causó en aquellos moros, y la rabia y furia con que al momento se embravecieron contra el inocente padre fray Miguel”. El desenlace se anunciaba dramático, aunque no llegaría hasta seis meses después. Miguel de Aranda había escrito a Valencia relatando su situación y la llegada a Argel del mercedario fray Jorge Olivar (Geoge Oliver, escribe Sosa), comendador de la Merced de Valencia, como redentor de los cautivos de la corona de Aragón, hizo albergar esperanzas de la posibilidad de rescate del fraile cautivo ya que sus amos eran “más pobres que ricos”. La reacción de Caxetta y sus parientes fue muy otra a la que pensaran, sin embargo, y deseosos de que su venganza fuera más ostentosa decidieron quemar al fraile Aranda en Argel, “donde tanto número de cristianos había de todas las tierras de la cristiandad, para que en todas partes fuese el caso más sabido y sonado”. Una vez en Argel, Caxetta se puso en contacto con la colonia morisca de aquella ciudad y comenzaron la negociación oficial para lleva a cabo su intento. “Y primero de todo, señalaron allí cuatro de los más graves y de más reputación para que acompañasen al moro Caxetta cuando fuese a hablar al rey (Rabadán Bajá) y pedir aquella licencia” para quemar al fraile cautivo. Las razones de los moriscos eran de peso en aquellas circunstancias: “que era servicio de Dios poner freno y miedo a los inquisidores de España para que no maltratasen a los moriscos que a Berbería se fuesen y volviesen al servicio y ley de Mahoma; importaría, y aún era necesario, quemar dos o tres, o más, y aún cuantos pudiesen de los más principales cristianos que hallasen; y que si fuesen sacerdotes –a los cuales llaman ellos papaces– sería tan mejor y más agradable a Dios. Porque éstos, decían ellos, son los que aconsejan en España y predican que los nuestros sean perseguidos y maltratados”. La colonia morisca en Argel estaba tan decidida a llevar a cabo aquel proyecto que entró en tratos con Morat Raez Maltrapillo, un renegado español natural de Murcia, para que le vendiese un cautivo suyo, también sacerdote y valenciano, con el fin de quemarle a la vez que al fraile Aranda; este eclesiástico había sido capturado hacía poco en la galera San Pablo, de la orden de Malta, precisamente en la que había llegado cautivo a Argel Antonio de Sosa, a principios de 1576. “Pero como el renegado tenía ya tallado y casi que rescatado al cristiano, no se movió a hacer lo que le pedían, y principalmente porque el padre fray George Olivar, redentor, le rogó no permitiese cosa de tanta crueldad”. Finalmente, el 17 de mayo, después de una entrevista con el rey de Argel en la que volvieron a insistir en la conveniencia de “dar alguna muestra de cuánto sentían el mal tratamiento y persecución que a los moros de España se hacía”, Ramadán Bajá permitió a los moriscos argelinos que hiciesen “como mejor les pareciese… Ya tenían licencia para quemar vivo a un papaz cristiano”. “Tras esto se desmandaron luego de tal modo contra los cautivos cristianos que, no contentos con decirles mil afrentas de perros, canes, cornudos, traidores y otras, como suelen, los amenazaban que presto los habían de quemar todos como al papaz que luego verían tostar; y, tras esto, les daban mil bofetones y puños, y trataban de tal suerte que ningún cristiano osaba pasar por donde vía estar moro, tagarino o mudéjar (“modexar”), porque ansí llaman a los moros que de España se huyeron”. En aquel ambiente de “la ciudad muy revuelta”, el redentor Olivar –que acababa de rescatar al hermano de Miguel de Cervantes, Rodrigo, por trescientos ducados (18)–, hizo un nuevo intento de intercesión ante el rey Rabadán Bajá, aunque sin éxito, y obtuvo de él una contundente respuesta: “que él no se podía oponer a la furia popular y peticiones de tantos moros que aquello demandaban y querían”. En algún sector de los medios corsarios de la ciudad debió manifestarse también cierto malestar frente a la pretensión de los moriscos de origen español. Un corsario, “Yza Raez, que era venido de Nápoles no había muchos meses –donde con salvoconducto había ido a tratar un pleito sobre una fragata y ciertos cautivos cristianos que pretendía habérselos tomado injustamente en la isla de Cerdeña, por estar haciendo rescate con la bandera alzada, y acuérdome yo haberle visto en Nápoles el enero de 1579 (sic, por 1576, sin duda)–, cómo allá el señor don Juan de Austria le hizo muchas mercedes y, generalmente, en todos había hallado mucha cortesía y justicia, oyendo decir que los moros querían quemar vivo a un papaz cristiano…, escandalizóse extrañamente” y manifestó en público muchas veces ese rechazo. Los moriscos, enterados de ello, quisieron castigarle igualmente y Ramadán Bajá hubo de prometerles, para calmar su enojo, “que él mandaría castigar” al dicho arráez Iza. Y, así, el 18 de mayo comenzó la gran catarsis, el suplicio del desventurado fraile cautivo. Durante todo el día prepararon en el muelle el lugar donde había de ser apedreado y quemado, atado al asta de un áncora de galera. “Concurrió allí un gran número de turcos y moros de toda suerte, alarbe, cabayles, azuagos y, principalmente, muchachos, que de grande contento y alegría de aquella fiesta daban voces y alaridos tan grandes que rompían el aire… Andaban muchos de ellos, quien con platos y quien con pañizuelos en las manos, demandando entre los turcos, renegados y moros limosna para ayuda de pagar al moro que comprara al siervo de Dios lo que costara”. A las cinco de la tarde fue llevado el fraile Aranda al suplicio y, maltratado por todos a su paso, en especial por el morisco Caxetta, “porque todos mirasen y viesen cómo vengaba a su hermano”, fue apedreado y luego quemado. Antonio de Sosa narra con todo pormenor de detalles el suplicio, a la manera de los martirologios clásicos, y termina con un breve retrato –“de cincuenta años, poco más o menos, tenía en la barba y cabeza muchas canas; era más que de mediana estatura, un poquito grande, carilargo, ojos grandes y nariz longa”–, como en todos los relatos restantes de su Diálogo de los mártires (19). —————— NOTAS: (11).- Haedo, II, p. 176. (12).- Cabrillana, art. cit. en nota (9), p. 312. (13).- Saben a poco los estudios sobre la cuestión, como el de S. García Martínez Bandolerismo, piratería y control de moriscos en Valencia durante el reinado de Felipe II, Valencia 1977, Universidad de Valencia. (14).- Haedo, II, p. 29. (15).- Ib., p. 27. (16).- Bodin, IV, VII, pp. 208-209. (17).- Haedo, I, pp. 50-51. (18).- Ver Canavaggio, op. cit., c. 2, pp. 76 ss. (19).- Haedo, III, pp. 137 a 155. Este es el relato 23 de la edición de este diálogo de la ed. Hiperión, preparada por E. Sola y J.M. Parreño.

Emilio Sola 15 febrero, 2012 15 febrero, 2012 ARGEL, cautiverio, corsarios, frailes, inquisición, moriscos, muertes crueles
CRONOLOGÍAS Y ALGUNOS PERSONAJES

CRONOLOGÍA DE LOS PRINCIPALES ACONTECIMIENTOS EN LAS RELACIONES HISPANO-ARGELINAS DE 1700 A 1830 : 1691-1705: Dey de Argel Hadj Mustafá Bajá. 1700: Muerte de Carlos II, prescription nombrando heredero a Felipe V de Borbón. 1701: Guerra de Sucesión en España. Inicio del Reinado de Felipe V. 1701- 1708: Bey Mustafá de Máscara, online llamado el elBigotillo o Buchlagham. 1704: Sitio de Orán. 1708-1738: Bey Yucef de Orán y Máscara 1708-1718: Dey de Argel Ali Chauch Baja. 1708: Recuperación de Orán por el Bey Buchlagham. 1710: El dey Bagdache asesinado y reemplazado por Dali Ibrahim. Otra conspiración. Reemplazado por Ali Chaouch, cogiendo el título de Bajá, y rehusando la presencia de Charkan Brahim. 1710-1718: Dey de Argel Ali Chaouch (se murió en enero). Bajo su gobierno los argelinos han conocido muchos años de sequía, de hambre y de invasión de langostas. 1715-1718: Intentos de los trinitarios para fundar un hospital en Orán. 1716: 3 de febrero a las 2 h. de la mañana un fuerte terremoto que destruyó casi la mitad de la ciudad de Argel. 1716: 130 argelinos apresados por los siciliaños en un barco francés. 1718: Dey de Argel Mohamed ben Hasán Bajá. 1722: Octubre. El rey de Francia dio orden a sus cónsules en Gibraltar y Cádiz para el rescate de 27 argelinos, apresados en un barco francés por los holandeses y vendidos a los españoles. 1723-1724: Redención general de los cautivos. 1726: 10 de marzo. Real Cédula respecto al corso. Diciembre. Tartana francesa con 39 pasajeros argelinos ricamente cargada de mercancías, procedente de Tetuán con destino a Argel, fue apresada por dos galeras españolas y llevada a Cartagena. Gracias a la intervención francesa, la Corte de España devolvió dicha tartana con sus pasajeros y cargamento a sus dueños el 18 de enero de 1727 . 1732: 1 y 2 de julio, Ocupación de Orán y Marzalquivir por el conde Montemar. 21 de noviembre. El comandante general de Orán, D. Alvaro de Navia Ossorio Vigil, marqués de Santa Cruz de Marcenado, perdio la vida en un combate con las tropas del bey de Máscara fuera de Orán, con la pérdida de muchos soldados españoles. 1732: El 2 de octubre, muerte del dey Cur Addy Bajá (edad 88 años ), muy afectado por la pérdida de Orán. Sucedió como dey de Argel, su cuñado Baba Ibrahim. 1733: 9 de enero. Se crea el regimiento de infantería de Orán. 16 de julio. Captura del comandante general, el marqués de Villadarias, tras su desafortunada salida de la guarnición de Orán. Se perdieron en esa correría más de 800 soldados españoles. 1734: Se crea la compañía de los moros mogataces de Orán. Memoria del general Vallejo sobre el abandono de Orán. 1736: Rumores en Argel de que España y Francia estaban preparando una expedición para bombardear Argel. 1738- 1748: Bey Mustafá El ahmar de Máscara. 1736-1738: Gran actividad corsaria protagonizada por los tres famosos corsarios argelinos Isuf Rais, Cherif Rais y Ali Rais. 1740: Peste hasta 1742. Mucha mortalidad casi 200 personas diarias. 1745: Dey de Argel Ibrahim Kutchuk. Sublevacion de los Kuruglis en Tremecen contra el bey Yucef y gran represion en la ciudad. 1748-1751: Bey Gaïd ed deheb de Másacara. 1752: Bey Mohamed el yami llamado por los árabes Bey –eyeda. 1752- 1771: Bey Osman de Máscara. 1746/1759: Muerte de Felipe V e inicio del reinado de Fernando VI. 1754-1766: Dey de Argel Ali Memouli Baja. 1766-1791: Dey de Argel Mhamed ben Otmán Baja. 1759-1788: Muerte de Fernando VI e inicio del reinado de Carlos III. Empieza a gobernar en Argel Mohamed ben Othmán Baja. 1768-1769: Redencion general de los cautivos. 1770-1774: Mando del marqués de Tabalosos. Sus discursos sobre la conveniencia o inconveniencia de abandonar Orán y Marzalquivir. 1771- 1774: Bey Hasán de Máscara.Se refugió en Orán y luego se trasladó a Constantinopla. 1775-1776: Bey Ibrahim de Máscara.. Participó con su Jalifa Mohamed Lek’hal –el Negro, futuro bey – contra la expedición de Argel de 1775. 1775: Fracaso de la expedición española de O’Reilly. 1776-1779: Bey Hadj Jelil de Máscara. 1779-1798: Gobierno del bey de Máscara y de Orán de Mohamed el Kebir. 1783: Primer bombardeo de Argel por Antonio Barceló. 1784: Segundo bombardeo de Argel por Antonio Barceló. 1785: 16 de julio. Preliminares del Tratado de paz hispano -argelino. 1786: 14 de junio.Firma del Tratado de paz hispano -argelino de 1786. 1787: Febrero. Fundación del Consulado de España en Argel. Primer cónsul general español en Argel, Manuel de las Heras y viceconsul general de España en Argel, Miguel de Larrea. 1788-1808: Muerte de Carlos III e inicio del reinado de Carlos IV. 1789: Mayo. Ataque de Orán por las tropas del bey de Máscara. 1790: Octubre.Terremoto de Orán. Ataques de las tropas del bey de Máscara. Empiezan las gestiones de M. de Larrea con el Dey Mohamed ben Otmán Baja para la evacuacion de Orán y Marzalquivir. 1791-1797: Dey de Argel Hasán Pacha. 1790-1791: Nuevos ataques a Orán por el Bey Mohamed el Kébir. 12 de septiembre 1791: Firma de la Convención de la recuperación de Orán y Marzalquivir por el dey Hasán Baja. 1792: 27 de febrero: Evacuación de los españoles y entrada triunfal del bey Mohamed el Kebir en Orán y Marzalquivir. Primera compañia comercial española Campana instalada en Orán. 1798-1799: Bey de Orán, Osmán, hijo del bey Mohamed el Kebir. 1814-1833: Restauración de Fernando VII 1799- 1802: Bey interino de Orán, el kaïd Mustafá. 1802- 1805: Bey de Orán, Mustafá el Manzali. 1805-1807: Bey de Orán, Mohamed Mekalech, hijo de Mohamed el Kebir. 1807- 1812: Bey de Orán, Mohamed-el Requid, hemano de Mohamed el Kebir. Por su crueldad, le llamaron también Bu Kabus « el Hombre de la pistola », el bey mesluj (o bey despellejado). 1812-1817: Bei de Orán, Ali-Kara Baghli, kaïd de Tremcén y yerno de Mohamed el Kebir. Era el único bey que se se rodeaba de sabios y personas desinteresadas. 1817-1830: Último bey de Orán, Hasán.   CRONOLOGÍA DE OTROS HECHOS MÁS DESTACADOS EN EL MISMO PERÍODO (1700-1830) 1672-1727: Reinado de Muley Ismaïl en Marruecos. 1701: Guerra entre Marruecos y La Regencia de Argel. Gran derrota del ejército marroquí en el valle de Cherif (28 de abril de 1701). 1705-1735: Gobierno de Husein bey de Túnez, primero de la dinastía de los Huseini. 1705-1735 Gobierno de Husein bey de Túnez. Primero de la dinastía hereditaria de los Huseini. 1710: Reajuste político en la Regencia de Argel. El dey Baba Ali Chaouch obligó al pacha, representante del sultán turco a embarcarse y a volver a Constantinopla, declarando que los argelinos no recibirían en adelante pachas enviados por el Gran Señor y que solo querían que se les gobernara por un dey que ellos mismos eligieran. Así pues, el Sultán Ahmed elevó a este dey a la dignidad de Bajá. Este gran acontecimiento histórico significaría para Argel un paso adelante hacia su independencia. 1713-1714: Tratado de Utrecht y Rastadt y amputación territorial de España de su peñon de Gibraltar y la ocupación de la isla de Menorca por los ingleses. 1720: El 13 de mayo, el bey de Orán firmó la paz con el sultán de Marruecos. 1 de agosto, nombramiento de Antone Gabriel Durand como cónsul general de Francia en Argel. 1723: Febrero, terremoto en Argel. La mitad de la ciudad destruida. 1731-1735: 11 de junio, Mr. Lane es nombrado cónsul general de Francia en Argel. 1733: Primer Pacto de Familia con Francia. 1735-1756: Gobierno de Ali bey I de la Regencia de Túnez. 1735-1740: 6 de abril, nombramiento de Mr. Taitbut, cónsul general de Francia en Argel. 1741: Peste en Argel causando grandes estragos. 1740: Uno de los jebeques con 90 hombres, mandados por Mohamed Raís, apresado por una galera española, cerca del puerto de Tulón, ha sido devuelto a la Regencia de Argel, el 8 de mayo de 1742, tras la intervención de la Corte de Francia. 1738-1739: Carlos III, rey de Scilia y Nápoles. 1738: Redención de los de 176 cautivos potugueses. Segundo Pacto de Familia con Francia. Reinado de Muley Abd Alah en Marruecos. 1756-1759: Gobierno de Mohamed Bey de Túnez. Gobierno de Mohamed Baja, dey de la Regencia de Argel. 1759-1782: Gobierno de Ali Bey de Túnez. 1757-1790: Reinado de Sidi Mohamed Ibn Abd Alah en Marruecos. Se acercaba a Constantinopla sin romper con Argel y Túnez. 1759-1782: Ali Baja, bey de la Regencia deTúnez. 1767: Tratado de paz hispano -marroquí. 1774-1775: Contienda hispano -marroquí y el sitio de Melilla. 1776-1783: Francia y España luchan contra Inglaterra. 1780: Nuevo Convenio de paz hispano -marroquí. 1782: Tratado de Paz hispano -turco. 1782-1814: Gobierno de Hamuda bey de la Regencia de Túnez. 1783: Recuperación de Menorca por España. 1784: Tratado de paz entre España y la Regencia de Trípoli. 1789: Empieza la Revolucion francesa. 1790-1792: Reinado de Muley El Yazid en Marruecos. Firma del Tratado de paz entre España y la Regencia de Túnez. 1792-1822: Reinado de Muley Solimán en Marruecos. 1808-1814: Ocupación de España por Napoleón y guerra de independencia. 1814-1824: Gobierno de Mahmud Bey de la Regencia de Túnez. 1822-1859: Reinado de Muley Abd er Râhman en Marruecos. 1824-1825: Gobierno de Huseïn bey II de la Regencia de Túnez.   LOS COMANDANTES GENERALES O GOBERNADORES DE LAS DOS PLAZAS DE ORÁN Y MARZALQUIVIR ( 1697-179) ( A.H.N.M./ S.E./ L.2040. Extracto del “Catálogo histórico de los Generales y Gobernadores que ha havido en las plazas de Orán y Mazalquivir, con los sitios, salidas y sucesos más notables desde su primera conquista en 1505 hasta 1792”. Reproducido totalmente por Tomás García Figueras, al final de su obra Presencia de España en Bebería… op cit, pp 291-293, y traducido al francés por J.CAZANAVE, «Les gouverneurs d’Oran pendant l’occupation espagnole de cette ville (1509-1792), Revue Africaine, 71, 1930, pp. 257-299. – 14/O7/1697-31/05/1701: Comandante General D.Arias Gonzalo Dávila y Pacheco, marqués de Casasola. – 31/O5/1701-24/10/1704: Comandante General D. Juan Francisco Manrique Arana. – 21/10/1704- 07/09/1707: Comandante General D. Frey Carlos Garrafa. – 07/09/1707-21/01/1708: Comandante General D. Melchor de Avellaneda Sandoval y Rojas, marqués de Valdecañas. Abandono Orán y paso a España en una galera, partiendo de Marzalquivir el mismo día. – 16/07/1732-21/11/1732: Comandante General D. Alvaro de Navía Ossorio Vigil. Fue muerto el mismo año. Interino, el mariscal de Campo D. Bartolomé Ladrón de Guevara. – Mayo de 1733-16 /07/1733: Comandante General el marqués de Villadarías. Capturado por las tropas del bey de Máscara el dia 16 de julio de 1733. – 1733-1738: Comandante General D. José Vallejo. – 1738-1742: Comandante General D. José Basilio Aramburu. – 1742-1748: Comandante General D. Alejandro de la Mothe. – Febrero de 1749-Febrero de 1752: Comandante General D. Pedro Algain, marques de la Real Corona. – Marzo de 1752-25/03/1758: Comandante General D. Juan Antonio de Escoiquiz, en que falleció. – Mayo 1758-1765: Comandante General, el teniente D. Juan Martín Zermeño. En abril-mayo de 1761 y durante el tiempo de su ausencia, se mandó como interiono a Carlos Vanderbock. – 02/06/1765-01/08/1767: Comandante General D.Cristobal de Córdoba. Mientras llegó el sucesor, mandó interinamente el Gobernador D. Cant Prevost. – 08/10/1767-17/09/1770: Comandante General D. Victorio Alcóndolo Bolognino Visconti, conde de Bolognini. – 18/09/1770- Mayo de 1774: Comandante General D. Eugenio Hurtado Saavedra y Martinez de Lerma. Después, marqués de Tabalosos. Estuvo encargado del mando interinamente el Gobernador D. Narciso Vásquez, desde mayo 1774 hasta noviembre de 1774. – 17/09/1774-3/08/1776: Comandante General D.Pedro Martín Zermeño. En el intermedio mientras llego el sucesor, mando el referido Gobernador D. Narciso Vásquez. – 13/09/1776-26/03/1779 : Comandante General interino D. LuÍs Antonio Carbajal. Por estar enfermo, y mientras llegó su sucesor, tomó el mando interinamente el Teniente General Josef Pérez Brito. – 18/06/1779-27/09/1784: Comandante General D. Pedro Guelfi. – 28/09/1784-09/04/1788: Comandante General D. Luís de las Casas. Fue nombrado por el rey Calos III Capitán General de la Isla de Cuba, de Luciana y Floridas. – 09/04/1788-28/09/1788: General interino D.Juan Gil, Coronel del Regimiento de Infanteria de Galicia. – 28 /09/1788-marzo 1789: Comandante General, el duque D. Dionisio, Caballero de la Orden de Santiago. – 04/03/1790-10/10/1790: Interino D. Basilio Gascón, Teniente del Regimiento de Infanteria de Asturias. Continuó en este mando manteniendo reciproca corrrespondancia con el Bey de Mascara Sidi Mohamed el Kebir. Falleció durante el terremoto de Orán de 9 de octubre de 1790. – O9/10/ 1790- 15/10/1790: el Conde de Cumbre Hermosa, Coronel de Regimiento de Navarra, se hallaba de guarnición en Orán, después de la muerte de B. Gascón. – 15/10/1790- 12/02/1792: Comandante General Interino, el Mariscal del Campo D. Juan Antonio Courten, que ejerció el mando hasta la evacuación de las dos plazas de Orán y Marzalquivir.   LOS SECRETARIOS DE ESTADO DE LA CORTE ESPAÑOLA (1700-1830): 1713-1717: El cardenal Alberoni. Su política se caracteriza por el revisionismo y rebeldía contra los tratados de Utrecht. 1717-1728: El barón de Ripperdá. Política revisionista también. 1728-1746: José Patiño. Se caracteriza por su realismo político. Sentó las bases para el logro de las reivindicaciones mediterráneas. 1746-1754: José de Carvajal y Lancáster. Sistema de neutralidad en política exterior. 1754-1759: Ricardo Wal (de origen irlandés). Misma política de neutralidad. 1759-1766: Marqués de Esquilache. Su gobierno se caracteriza por una política reformista que desembocaría en el llamado Motín de Esquilache, motivado por la oposición reaccionaria de la aristocracia y alto clero. 1766-1776: El marqués de Grimadi. El conde de Floridablanca o José de Moñino. 1792-1792: El conde de Aranda. En 1766, fue nombrado presidente del Consejo de Castilla. 1792-1800 : Manuel Godoy y Alvarez de Faria, o duque de la Alcudia, llamado también Príncipe de la Paz. 1800-1801: M. Juis Urquijo. 1801-1808: Pedro Ceballos. 1809-1809: Martín de Garay. 1809-1810: Eusebio de Barday y Azara. 1810-1812: Ignacio de la Pozuela. 1812-1814: Antonio Manuel Caño, José Luyanda y el duque San Carlos. 1814-1816: Pedro Ceballos. 1816-1818: José Pizarro. 1818-1819: Marqués de Casa Trujo. 1819-1820: Evaristo Pérez de Castro. 1820-1821: Duque de San Fernando y de Quiroga. 1821-1826: Eusebio de Baxi. 1827-1830: Manuel González Salmón.

Emilio Sola 27 febrero, 2012 27 febrero, 2012 comandantes y gobernadores de Orán, cronología, Secretarios de Estado
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