Jorgito el inglés o George Borrow: un nadador ahogado

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Jorgito el inglés o George Borrow: un nadador ahogado
Contenido
MANUEL AZAÑA TRADUCE A JORGITO EL INGLÉS. UNA DEFINICIÓN ESPLÉNDIDA DE LA LITERATURA DE AVISOS.

 La Biblia en España, there de George Borrow, help es un libro singular y para los españoles paradógico y muy divertido. Fue el gran éxito del autor, a pesar de ser un autor muy prolífico, que conocía un montón de lenguas raras, entre ellas la de los gitanos, con los que tuvo mucha relación desde joven y sobre los que se convirtió en una autoridad. Para un país como España, cuya cultura está impregnada de literatura misionológica, un misionero inglés que trata a los españoles como sujetos de evangelización, es paradógico en si mismo, y el resultado de sus observaciones un divertido ejemplo de la literatura de avisos.

 Por un raro azar –o tal vez por instinto de escritor de aventuras—el relato río de Borrow, Jorgito el Inglés para muchos sevillanos, gitanos y castizos, arranca con una historia trágica de Nadador, de Ahogado, más bien, por lo tanto. Y por un capricho de estilo, con el tratamiento que muchos de esos escritores misionólogos aplicaron también a los relatos de mártires o de santos, con una revolera final en la que evoca sus rasgos identificadores: un joven veinteañero de buena presencia, hijo de una viuda y muy buen marinero que a todos caía bien.

 De la traducción de Manuel Azaña –Madrid, 1970, Alianza Editorial, con varias reimpresiones posteriores—recogemos el episodio del Malafortunado Nadador que abre el capítulo I del libro de Borrow –“¡Hombre al agua!”--. En la nota preliminar que escribe Azaña para presentar su traducción y edición resalta precisamente ese valor excepcional del libro de Borrow como literatura de avisos. Dice:

 “Pudiera compararse la creación de Borrow a una estatua de tamaño mayor que el natural. La verdad artística del conjunto y su efecto conmovedor son innegables. El libro no es sólo verdadero; es, en ciertos puntos, revelador”.

 A pesar de su éxito editorial en Inglaterra y Estados Unidos, así como en otros países europeos, no hubo una versión española hasta casi ochenta años después de su publicación, de lo que se queja Manuel Azaña en su prólogo:

“No es muy honroso para nuestra curiosidad que hayan transcurrido cerca de ochenta años desde que vio la luz, sin ponerlo hasta hoy, traducido, al alcance de todos”.

 Es un aliciente más de este texto que haya sido Manuel Azaña su traductor y difusor primero en el mundo cultural hispánico. Emblemática paradoja o metáfora sin fin.

 

AVISO DEL AHOGADO O LA MUERTE DE UN NADADOR.

 En la mañana del 10 de noviembre de 1835, encontrábame a la altura de la costa de Galicia, cuyas elevadas montañas, doradas por el sol naciente, ofrecían una vista espléndida.   Iba con destino a Lisboa; doblamos el cabo Finisterre, y, metiéndonos mar adentro, perdimos rápidamente de vista la tierra.   En la mañana del día 11, estando el mar muy alborotado, ocurrió un suceso notable.   Hallábame en el castillo de proa departiendo con dos marineros; uno de ellos, que acababa de levantarse de la hamaca, dijo: <He tenido esta noche un sueño extraño y muy poco agradable, porque –continuó señalando al mástil—he soñado que me caía al mar desde la cruceta>.   Así se lo oyeron decir varios tripulantes que estaban junto a mí. Un momento después, el capitán del barco, advirtiendo que la borrasca iba en aumento, mandó tomar la gavia, y, en el acto, aquel marinero y otros varios treparon a la arboladura.   Estaban en la maniobra cuando una racha de viento hizo girar la antena, dando tal golpe a uno de los marineros que cayó desde la cruceta al mar, cubierto de hirvientes espumas.   El marinero emergió en seguida; vi su cabeza asomar en la cresta de una ola muy grande, y en el acto reconocí en aquel desdichado al que poco antes nos había referido su sueño.   Nunca olvidaré la mirada de agonía que nos lanzó, mientras el barco, velozmente, le dejaba atrás.   Dada la voz de alarma, hubo una gran confusión, y lo menos pasaron dos minutos antes de que el barco se parase; en ese tiempo el marinero se quedó muy lejos a popa; sin embargo, yo no le perdí de vista y observé que luchaba valientemente con las olas.   Por fin, se arrió un bote; mas por desgracia no se halló a mano el timón, y sólo se pudo disponer de dos remos, con los que los tripulantes no avanzaban gran cosa en un mar tan alborotado. No obstante, remaron de firme, y habían llegado ya a diez brazas del náufrago, que continuaba luchando por su vida, cuando le perdí de vista; a su regreso dijeron los marineros que le habían visto debajo del agua, a intervalos, hundiéndose cada vez más, con los brazos abiertos y el cuerpo, al parecer, rígido, pero que se habían encontrado en la imposibilidad de salvarlo.   Inmediatamente después, el mar se calmó mucho, como si ya estuviera satisfecho con la presa que acababa de hacer.   El pobre muchacho que pereció de tan singular manera era un apuesto joven de veintisiete años, hijo único de una viuda; era el mejor marinero de a bordo, y cuantos le conocieron le querían.   Este suceso ocurrió el 11 de noviembre de 1835; el barco era un vapor llamado London Merchant. ¡Verdaderamente admirables son los caminos de la Providencia!  

 Amanecer, mala fortuna en el mar y una desgracia, sirven de punto de partida para un gran relato planteado como aviso.  Don Jorgito el Inglés, viajero por las fronteras de Europa, aborda a uno de los espacios que un día fue centro o motor esencial en un momento de conflicto y cambio, y lo hace con un episodio dramático de apertura de un Nadador Ahogado.

Jorgito el inglés Borrow  en La Vakería de la Libertad,  Sala 2011:  http://vinculos.carlosmiragaya.name/index.php?id=1099&vaqueria=1&pasador=44
 

Extracto


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