Corsarios o reyes 3-10 Tercer gobierno en Argel de Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja.

Corsarios o reyes 3-10 Tercer gobierno en Argel de Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja.

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Corsarios o reyes 3-10 Tercer gobierno en Argel de Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja.
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Corsarios o reyes 3-10   3.10: Final sinfónico de esta tercera parte del libro de maravillas. La segunda crisis del régimen argelino y el tercer reinado de Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja, con algunas noticias sobre agentes en Francia, el terrible cerco de Orán del inicio de los sesenta, con una penúltima aproximación a la figura del "renegado" a través de un hermoso relato del soldado Pedro Gaytán, la figura de César de Tarifa, gran nadador, y el reinado del hijo de Salah Bajá, Mahamet Bajá, tras la muerte de Solimán el Magnífico.          Antes de abordar el tercer reinado de Hasán Bajá, iniciado con un ataque a Orán de gran envergadura en 1563, son necesarias unas palabras sobre la España del inicio de la década de los sesenta. Felipe II había sucedido a su padre el emperador Carlos en 1556; la deuda de la corona, de casi siete millones de ducados --"ascendía la deuda del tesoro al finalizar el año 1556 -por lo menos- a 6.761.276 ducados"--, según cálculos de Ramón Carande (90), suponía que todos los posibles ingresos ordinarios hasta 1560 podan considerarse gastados; la deuda consolidada –los famosos "juros"--, más de quinientos millones de maravedíes, equivalían a todas las rentas fijas de la corona. En enero de 1557 Felipe II suspenda pagos; su reinado comenzaba "bajo el doble signo de la bancarrota y la herejía" (91). El 21 de septiembre de 1558 mora Carlos V en Yuste y en diciembre Felipe II se quedaba viudo de su tía la reina de Inglaterra María Tudor. En 1559 se firmaba la paz con la Francia de Enrique II –los acuerdos de la paz de Cateau-Cambresis pueden considerarse vigentes hasta finales del XVI-- y a finales del verano Felipe II vena a España. Su matrimonio con Isabel de Valois --hasta la muerte de la reina en 1567--, según los biógrafos de este rey, son años de sosiego conyugal, en general apacibles, tal vez los más íntimamente felices del monarca. "Los años delicados, 1559-1567", dice Geoffrey Parker (92), uno de sus últimos biógrafos, en una Europa para la que Elliott habla de "crisis general de la década de 1560" (93): inicio de la guerra civil en Francia en 1562, crisis escocesa tras 1567 o inicio de levantamientos populares en los Países Bajos en 1566. La crisis general alcanzará a España misma en 1568 y de manera dramática: el enturbiado asunto de la muerte del heredero Carlos y la rebelión de los moriscos granadinos de las Alpujarras, un año después de la muerte de la reina Isabel.        La renuncia francesa a Italia que supone la paz de Cateau-Cambresis, Antonio Domínguez Ortiz la comenta como el triunfo de las rutas marítimas Barcelona/Génova o Valencia /Nápoles como más viables que las rutas terrestres por los Alpes (94). "El problema de defender Italia y la España mediterránea fue... predominante en la mente de Felipe en la década de 1560" (95). En otro lugar, citando a Thompson, hemos resaltado el dato de que más de la mitad de los gastos ordinarios militares se los llevaba aún las galeras del Mediterráneo (96). Por eso la derrota en los Gelbes, la actual Yerba en la costa tunecina, de 1560, con la pérdida de muchas decenas de barcos y en torno a diez mil prisioneros, se consideró especialmente grave. "Rara vez se había visto semejante desastre", comenta Braudel, que estudió con minucia aquel acontecimiento (97).        En Yerba las naves hispano-italianas haban ido en busca de Dragut y se habían enfrentado a la flota turca de Piali Pachá, Hasán Bajá en Argel entretenido en su esfuerzo de pacificación interna, su año de bodas bereber. La preocupación por el peligro permanente berberisco aparece en la correspondencia diplomática del momento, sin embargo, y en concreto en los papeles procedentes de París. En el verano de 1559 el duque de Alba escriba desde aquella ciudad a Felipe II que el rey de Francia Enrique II "había ahora entendido que vuestra majestad quería mandar hacer la empresa de Argel; que, en caso de que hubiese de ser, daría luego sus galeras, que serán hasta veinte o veinticinco, para que acompañasen las de vuestra majestad, avisándole un mes antes para poderlas armar bien y ponerlas en la orden que convenía para tal efecto". La contestación del duque de Alba fue ambigua: "que en lo de la empresa de Argel, yo no sabía que al presente vuestra majestad la quisiese hacer, que escribiría a vuestra majestad el ofrecimiento" (98). Eran los rumores que acompañaban a los grandes preparativos navales  y de movimientos de soldados, detectables en España e Italia, del virrey de Sicilia Juan de la Cerda, duque de Medinaceli, y del gran maestre de la orden de Malta, el provenzal Juan de la Valette --fue gran maestre entre 1557 y 1568--. El proyecto inicial de aquella magna expedición que se preparaba, y que los franceses interpretaban dirigida contra Argel, había sido presentado a Felipe II en Bruselas por un caballero de Malta, el comendador Guimeran --en principio contra Trípoli, en donde de la Valette había sido gobernador entre 1546 y 1549 antes de ser desalojado por los turcos--, ya en la primavera de 1559, aunque luego se pensó en que fuera una operación contra Dragut (99). Las reticencias del duque de Alba a revelar los planes mediterráneos de Felipe II a los franceses tenían su justificación; pocos meses después, "hay que descartar el elemento sorpresa. Toda Europa está al corriente del proyecto; también los turcos y corsarios... Dragut se fortifica. Una nave francesa que había zarpado de Marsella el 25 de noviembre lleva, por lo menos hasta Milo, las nuevas de la armada congregada en Mesina" (100). Tomás de Perrenot, señor de Chantonnay, embajador de España en Francia, comunica a Felipe II, a principios de 1560, en lenguaje cifrado, las sospechas de trato franco-argelino:        "Un capitán particular, de quien no he podido saber el nombre, con dos galeras suyas, dicen que (cifrado:) irá al servicio del rey de Argel. De aquí a cinco o seis días se espera un embajador de Argel y ha de venir muy encubiertamente; si viniere, procuraré por todas las vías saber qué designio trae (fin cifrado).        "El Turco se tiene nueva que arma 150 galeras para la guardia de sus tierras, como lo suele hacer cuando va lejos de Constantinopla, y así se piensa que se allegará hacia el Sofi, con quien está un hijo suyo; créese que las galeras acudirán a la defensa de Argel y juntamente se asegurarán la mar.        "Aquí se ha dicho que la armada de vuestra majestad ha tomado los Gelves, después de lo que se ha dicho de la presa de Tripol, el cual afirman que no se tuvo más de tres das, pero yo no lo tengo por vía cierta ni acá hay otro aviso más de la fama pública. Plega a Dios sea verdadera" (101).        En cartas sucesivas nada se volvió a decir de esta embajada, pero dos meses y medio después, ya la armada hispano-italiana operativa en aguas del Mediterráneo central --mediado febrero estaba en aguas tunecinas y a primeros de marzo desembarcaba en Yerba o los Gelbes, y el duque de Medinaceli organizaba la construcción de una fortaleza y el gobierno de la zona--, se confirmaba la llegada de aquella embajada de Argel a la vez que se describa una novelesca y fantástica historia de conspiraciones interiores contra Felipe II, en boca de un ajusticiado antes de morir, un tal capitán Masera o Masela, sentenciado a muerte a causa de una conjuración descubierta en Amboise:        "A los 27 (de marzo) descuartizaron al capitán Masera... A los 28 me envió el rey a llamar con dos gentilhombres; y, entrando, yo hallé juntos al rey y reinas, infantes, cardenal de Lorena, duque de Lorena, monsieur de Guisa y mariscal de Saint Ander; y tomando la reina la mano me dijo que por corresponder a la obligación en que vuestra majestad los ponía cada día más con ofrecimientos y oficios de buen hermano, no quería dejar de avisarme ciertas cosas que se trataban en España contra vuestra majestad... Lo que la reina me dijo fue que una hora que sacasen a justiciar al capitán Massera, había  dicho que deseaba decirle una palabra  antes que muriese, y que declarara cosas de grande importancia y que tocaban al bien y seguridad de vuestra majestad; y que ella, sabiéndolo, llamó luego al cardenal de Lorena y al mariscal de Sant Ander, y fue disimulada a la prisión, que es fuera del palacio tanto como habrá del palacio de Bruselas hasta donde se tira con la ballesta, aunque había muchos lodos y mucha gente esperando de ver la justicia, que la plaza donde estaba el cadalso era a cincuenta pasos de la prisión. Llegando la reina, el Massera le suplicó que le alargasen la vida hasta el da siguiente y le hacía saber que en España había grandes inteligencias y tratos, así entre los parientes de los que han sido castigados por la Inquisición como entre otros de aquella secta, y que se pensaban juntar con los moriscos de Granada, de Aragón y Valencia, que también tenían grande inteligencia con los de Argel y con el Xarife; y que los que trataban esto habían pasado algunas veces por su casa, que es en Gascuña, e iban a Marsella a embarcarse allí para Argel, y que la ejecución de la conspiración se había de hacer este agosto. Y pidió que le guardasen hasta aquel tiempo y descubriría lo demás de estos tratados, diciendo que le diesen después la más cruel muerte que se pudiese hallar si no saliese verdad lo que decía, y que lo declaraba por descargar su conciencia, la cual sintiera muy agravada muriendo con este cargo".        "Su deposición se tomó por escrito" y le dieron una copia "que envío a vuestra majestad con ésta..."        "Yo les di las gracias del aviso, que me pareció convenir, sin mostrar que le tenía por cierto ni fundado, antes declarando como por manera de sacarles de su temor, que tal empresa será muy dificultosa y la conjunción muy diversa de protestantes y moriscos; y que de la parte de Argel y del Xarife sabíamos bien el aparejo que podrían tener para favorecer y dar ayuda en las revueltas de España, y que todos los moriscos de aquellos reinos son gente vil y sin armas, la nobleza de España grande y muy aficionada a su rey, el pueblo muy obediente y poco dañado destos errores nuevos, y que era de creer que Masela no procuraba sino prolongación de tres meses de vida, habiendo suplicado que le alargasen un día y hecho en el cadalso todo lo que había podido por dilatar su muerte, que se hizo desatapar los ojos cuatro veces, y a la postrera se levantó en pie muy atribulado, y no se podía acabar con él que se pusiese como había de estar para que le cortasen la cabeza, y que había sido bien no alargarle la vida no habiendo entre todos los prisioneros otro ninguno que conformase con él ni dijese palabra deste tratado.        "Cuanto a mí, o que Masela lo haya dicho o no, tengo por cierto que es burla y tampoco creo que estos señores le dieron crédito..."        "Demás desto, el Cardenal (de Lorena), por mandado del rey cristianísimo, me dijo que me quería dar aviso de la venida de embajador de Argel, que fue públicamente a los 24, habiendo tres meses que estaba en Francia y que estos señores habían hecho todo por excusar su venida a esta corte; mas que importunando él mucho por ello no se la habían podido negar, porque de mucho tiempo acá hay entre este reino y los de Argel trato y comercio libre, no por amistad particular sino por tener menos enemigos y asegurar sus costas de molestia. Que el embajador había venido a congratularse con el rey cristianísimo  de su coronación y le había traído presente de algunos caballos y halcones y perros, y acá le habían dado otras cosas, como era razón; que el embajador había declarado el miedo que tienen los de Argel de que vuestra majestad no haga su empresa, y a esta causa habían enviado al turco a pedirle socorro, y que el rey cristianísimo tenía aviso de Venecia que el turco armaba ciento y cincuenta galeras; que el embajador pedía algunas municiones de pólvora y pelotas, mas que yo estuviese seguro que contra vuestra majestad no se las darían en ninguna manera. Yo le respondí a esto que ya había días que yo había sabido la venida del embajador de Argel, y que cuanto los presentes era cosa que se acostumbraba entre reyes, y que de la empresa de Argel yo no había sabido cosa ninguna; que en cuanto a dar favor y municiones a infieles, yo creía que el rey cristianísimo miraría bien el mal ejemplo que se daría en ello, especialmente en la sazón presente y habiendo entre vuestras majestades la amistad que todos veamos, considerando también que desto no podía redundar sino daño de los vasallos de vuestra majestad y de todos los cristianos que viven en las marinas y están sujetos a los robos de los corsarios de Argel".        "Yo he sabido de buena parte que el embajador ha traído cartas del turco al rey cristianísimo en que le escribe que habiendo sabido la paz que hay entre vuestra majestad y él y la empresa que vuestra majestad quiere hacer contra Argel, aunque habiendo venido la armada turquesca muchas veces en favor de franceses pudiera también pedir que el rey cristianísimo favoreciese a los de Argel, pide solamente que no dé favor ni ayuda de gente o de galeras o de otra cosa contra ellos" (102).        Finalmente, el embajador Perrenot opina que, en lo referente al complot contra Felipe II que confesara el ajusticiado Masera (o Masela), "los de Argel no me parece que estén en términos de hacer empresa en casa ajena teniendo miedo de la suya y pudiendo entender que habiendo alguna sospecha se les tendría siempre ojo a las manos y a sus aparejos" (103). La misma embajada es comentada en otra carta de avisos del mismo periodo así:        "En esta corte de Francia hay embajadores del rey de Argel que trajeron cartas del turco al rey para que, atento a la capitulación que hay entre ellos, socorra al rey de Argel con municiones y armas y gente.  Hanles respondido en lo público que guardarán la capitulación y amistad, pero que no tienen municiones. Pero otra cosa se sabe en lo secreto, y trajeron estos embajadores un presente de caballos y halcones al rey de Francia. Destos embajadores se sabe que dieron aviso desde Francia al turco con persona propia de la embajada que ha ido a Tripol, y de la empresa que quiere hacer el rey Phelip contra Argel. Y a esta causa vendrá presto armada del turco, porque tiene aviso que todos sus apercibimientos secretos del rey Phelipe son para aquí" (104).        En mayo la flota turca de Piali Pachá estaba en Malta. En Yerba (los Gelbes), "el duque (de Medinaceli), que la esperaba en junio, la vio llegar con estupor el 11 de mayo. La víspera, una fragata de Malta llegó a prevenirle". El día siguiente fue la desbandada; en pequeños barcos consiguieron llegar a Malta, y de allí a Mesina, Juan Andrea Doria y el virrey Medinaceli. A principios de junio Felipe II conocía ya el fin desastroso de aquella aventura. En Yerba quedaba Alvaro de Sande en el fuerte que habían construido, con unos miles de hombres armados y con provisiones para algunos meses, pero el primero de agosto caían en poder de los turcos y la armada de Piali Pachá iniciaba su regreso a Estambul, con operaciones de saqueo en el camino, a donde llegaba triunfalmente el primero de octubre. Durante el transcurso de tan dramáticos acontecimientos, la actitud francesa seguía llena de ambigüedades. Braudel comenta que "el incidente de Djerba (Gelbes) da, una vez más, el tono de las relaciones franco-españolas. La demanda de las galeras francesas no se formuló claramente a nombre de Felipe II; como decía Michiel al dogo de Venecia el 22 de junio de 1560, el rey de España tenía más miedo a una negativa que deseo de que su petición se aceptara" (105).        El embajador Perrenot, a finales de junio, informaba de aprovisionamientos para Argel, en carta con fragmentos en clave:        "Aunque estos señores habían asegurado que no darían licencia que se sacasen ningunas municiones para Argel, todavía el embajador Catanio ha hecho cargar en Marsella la nao en que él vino de pólvora, pelotas, carbón, remos, velas y otras cosas necesarias para provisión de Argel. Nosotros nos quejamos dello a la reina madre y al cardenal de Lorena, (descifrado:) pero creemos que no aprovechará para más de para que entiendan que lo sabemos, que responderán que ha sido sin su consentimiento y que lo remediarán, pero que no harán nada. Esto se ha entendido por vía de uno que también dio aviso al duque de Sessa (fin descifrado)" (106).        El marsellés Tomás Corso, con intereses en la pesca del coral en Tabarca, parecía ser uno de los transportistas:        "Muchas veces he tratado con estos señores que tenía aviso de Génova, Marsella y últimamente por uno que avisó dello al duque de Sesa, que el embajador de Argel procuraba embarcar algunas municiones para Argel; y habiéndome siempre asegurado que no se daría lugar a ello, he entendido agora que Tomás Corso, habitante de Marsella, con otros de la misma tierra, cargaron en aquel puerto dos naos de municiones de las cuales llegó una a Argel y la otra dio al través en Bugía; y que se cargaba en su lugar una urca y, asimismo, que compañeros del dicho Tomás Corso tenían algunas diferencias sobre la pesca del coral con los de Tabarca. De todo nos habemos quejado con mucha instancia y nos ha respondido el cardenal que se ha hecho sin consentimiento suyo y sin que haya entendido ninguna cosa dello, y que por haber dado orden a los ministros de Marsella que en ninguna manera lo consintiesen, no pueden creer que la cargazón haya sido en Marsella, sino, por ventura, en algún otro puerto de Provença, que son todos aparejados a ello" (107).        Felipe II se limitó, "ya que para lo pasado no hay remedio", a pedir que se castigase a Tomás Corso "y a los demás que en ello habrán entendido, lo cual podría servir para que no permitiesen cargar otras" (108); sobre lo mismo seguía insistiendo el embajador español a finales de septiembre y parece que había obtenido ya una promesa formal de que se haría ese castigo solicitado.        Finalmente, Perrenot se hace eco de los disturbios del final del reinado de Hasán Bajá en Argel; el embajador argelino Catanio, que pensaba ir a Valencia para negociar el rescate de cautivos españoles en Argel --el desastre de Mostaganem del conde de Alcaudete en 1558 estaba muy próximo--, desiste de ese proyecto:        "Por mucha instancia que se haya hecho con el rey cristianísimo y estos señores, no se ha podido estorbar que se sacasen de Marsella municiones de pólvora, pelotas y remos para Argel; el Catanio dicen aquí que había pasado a Valencia para tratar del rescate de los españoles que están presos en Argel, que así traía comisión de su rey, pero que entendiendo que le han muerto en una revuelta que hubo en Argel, no tratará del rescate" (109).        Estos disturbios de Argel, comentados en la corte francesa a finales de agosto y sin duda conocidos también en la corte madrileña, eran los que habían puesto fin al segundo reinado de Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja. Hasán Aga y "Cuca Mohamet Belerbey", los que habían capitaneado la rebelión de los jenízaros, fueron elegidos por los suyos como gobernadores provisionales, o "califas", mientras llegaba el nuevo rey. Duró su gobierno interino cinco meses. Una vez llegado el nuevo rey, Ahmed Bajá, fueron enviados a Estambul, juzgados culpables y decapitados:      "Llegado el Amet Bajá a Argel, prendió a dichos califas o gobernadores Asán Aga y Cuça Mahamet y en término de veinte días los envió al Turco con las galeras en que viniera, que eran seis de la guardia del archipiélago. Llegados allá, defendieron tan mal su causa, y el Asán Bajá negoció tan bien que el Turco le absolvió declarándole sin culpa y a ellos mandó cortar las cabezas.   Era el Asán Aga de nación bosnio, de edad como 42 años, alto de cuerpo, moreno, no muy cargado de carnes. Cuça Mahamet era turco de nación, de los chacales y villanos que de Turquía suelen pasar cada año a Argel; sería de edad de 50 años, de mediana estatura, gordo y muy lleno de carnes; tenía los ojos muy grandes y la nariz roma y la color trigueña" (110).        El turco enviado de Estambul, Ahmed Bajá, viejo y avaro, murió a los cuatro meses de llegar a Argel y le sustituyó su "califa", por segunda vez el respetado Yahaya:        "Y como sea costumbre que llegando nuevo rey todos los alcaides y hombres principales y ricos le presentan muchos presentes, al Amet ofrecieron muchos más; y él los reciba con muy grande voluntad y, aún, con notable codicia, dando luego muestras a todos de ser muy grande avaro, como lo era en efecto. Y para esto cuentan algunos que sirviéndose dél el Turco muchos años como de jardinero de los jardines que tenía en el palacio y serrallo de Constantinopla, que fue la causa de ser tan privado del Turco, solamente de las hierbas, flores y frutas de los jardines había hecho un tesoro. De lo cual dando una buena parte a la Rosa, mujer más principal y más querida del Turco, alcanzara este cargo de ser rey y gobernador de Argel. Y conforme a esto, en pocos das que había llegado comenzó a coger de unas partes y otras muchos dineros, dándose toda la priesa posible. Y bien le fue menester, porque parece que adivinaba que el cargo y oficio le había de durar poco, como duró. Porque al cabo de cuatro meses que reinaba, en el mes de mayo del mismo año 1562, murió de cámaras; y le enterraron en el corral de los reyes, en una cuba que está junto a la de Yahaya Rey (sic, por Bey). De manera que no estuvo más en Argel que desde mediado febrero hasta mediado de mayo del mismo año. Era hombre de 60 años, poco más o menos, todo cano, robusto de cuerpo y alto, gordo y moreno" (111).        Yahaya gobernó provisionalmente a la espera del nuevo enviado de Estambul durante cuatro meses. Y Hasán Bajá fue el nuevo rey, por tercera vez, a partir de septiembre de 1562 y hasta enero de 1567.        "Los servicios y merecimientos de Barbarroja, aunque muerto, fueron siempre mucha parte para que Asán Bajá, su hijo, no obstante los enemigos, émulos grandes y muchos que tuvo, fuese del Turco bien visto y favorecido; y ahora, en esta provisión tercera para rey y gobernador de Argel, se vio más claramente. Porque demás de aceptar el Turco toda la satisfacción que le dio en un caso en que no faltaban sospechas y no leves, y que tanto importaba como alzarse con un reino y tal, mandó cortar las cabezas a los que le habían acusado. Y a la postre le restituyó el cargo y reino, quitando a un su privado a pocos meses que de él fuera proveído; pero también fue mucha parte la cantidad grande de dineros que dio y repartió a la mujer del Turco, la Rosa, y otros bajás más privados.        "Cuando se quiso partir de Constantinopla le dio Piali Bajá, general de la mar, diez galeras que le acompañasen hasta Argel, las cuales eran de las que el mismo Piali había ganado en la jornada de los Gelves el año 1560, siendo él general de la armada turquesca.        "Llegó a Argel a los primeros de septiembre del año 1562, y fue tan grande el contento de todos con su venida no esperada que hasta las mujeres, que están tan encerradas, se suban a los terrados y con voces y algazaras que hacían le daban la buena venida. Y como sea costumbre que el rey venido de nuevo aloja primero algunos das en una casa que está junto a la marina, con una escalera de piedra muy grande a la calle, en cuanto el que está en Argel desembaraza el palacio diputado para los reyes, en que está, el Asán Bajá, desembarcando, se fue al mismo palacio; como dando a entender que el Amet Bajá no había sido rey ni él lo dejara de ser, aunque le habían enviado al Turco con tanta afrenta y deshonra.        "Dióse el Asán Bajá mucha priesa luego en mandar hacer mucho bizcocho, balas, municiones y otros aparejos de guerra, sin que alguno supiese la intención que tenía. La cual era ir sobre la ciudad de Orán y la fuerza de Mazalquivir. No sólo por ganar honra tomando aquellas plazas, pero con deseo particular –como después se supo de él— de vengarse de los genízaros y soldados que antes le habían maltratado y afrentado; haciendo cuenta que en una empresa como aquella, tan importante y peligrosa, necesariamente muchos de ellos morirían y él quedara vengado.        "Partió de Argel a los 5 de febrero del año siguiente de e1563, llevando la más gente que rey de Argel había llevado; porque juntó de genízaros, turcos, renegados y andaluces o moriscos de España, hasta 15.000 arcabuceros y 1.000 espays a caballo. Su suegro, el rey de Cuco, le envió muchos de sus moros a caballo. Y con éstos y los que otros señores jeques moros le dieron, llevó 10.000 caballos. Por mar envió 32 galeras y galeotas cargadas de artillería, municiones y bastimentos; y tres saetas o carabelas francesas cargadas de mucho bizcocho, aceite, manteca, higos, arroz y otras cosas de comer, y muchos barriles de pólvora.        "Llegados a Orán, parecióle batir primero a Mazalquivir para ser señor de su puerto grande, que eso mismo significa esta palabra Mazalquivir; y también porque era lo más importante y más fuerte. Púsole el cerco a 3 das del mes de abril de aquel año 1563. Y después de una gran batería que duró por muchos días y de muchos crueles asaltos que dio a aquella fuerza --la cual defendía don Martín de Córdoba, marqués de Cortes, general de Orán y sus plazas— y, finalmente, después de mucha gente muerta de turcos y de los cristianos que defendían a Mazalquivir, a los 7 del mes de junio, dos meses y cuatro días que duraba aquel  cerco, apareció a la mar el señor Andrea Doria; que, en cuanto en España se daba priesa en enviar un gran socorro de gente a Orán, venía con sus galeras y las de Nápoles, y con mucha infantería, a socorrer aquellas plazas por orden del Virrey de Nápoles don Perafán de Rivera, duque de Alcalá.        "La cual armada, como los turcos viesen, no osaron esperar más; y luego las galeotas y galeras turquescas se fueron huyendo para Argel; y el Asán Bajá mandó levantar el campo y recoger la artillería; y tomó sin más espacio el camino por do viniera. Llegó a Argel a los 24 de junio; en la cual ciudad, por muchos días, no se vieron sino plantos, lloros y alaridos de mujeres que lloraban los maridos, y de padres que plañían sus hijos. No pudiendo con todo esto disimular el Asán Bajá el contento que tenía de que muchos que le fueron contrarios habían muerto en aquella guerra" (112).        Era aquel otro episodio plenamente cervantino, el telón de fondo de la que es, sin duda, su pieza más perfecta y respetuosa con la realidad berberisca que había conocido, El gallardo español, en la que el protagonista es un soldado valiente llamado Saavedra. El defensor de Orán en aquellas dramáticas circunstancias era Martín de Córdoba, el hijo de su homónimo conde de Alcaudete que había muerto en Mostaganem cinco años antes; este gobernador había estado cautivo en Argel y era tan popular en los medios berberiscos que a todos los españoles cautivos en Argel les llamaban Martín, como evoca Antonio de Sosa.        Sobre aquel dramático cerco queda un relato de gran interés; una vez más, de un soldado español que, a pesar de su estilo literario tosco, consigue plasmar esos detalles llenos de verismo que transmiten algo de la cotidianidad de los sectores populares que los protagonizaran. El soldado es Pedro Gaytan --ese apellido que remite al de la última esposa de Jeredín Barbarroja, María, y que pudiera ser no una vana coincidencia--, y era hombre del círculo del gran canciller de Milán Juan Vicente López de Montenegro, a quien dedica su relato. Debió ser escrito el texto entre 1574 y 1579 y el manuscrito se conserva en la Biblioteca Trivulziana de Milano (cod. no. 1356, Segn. E. 93), siendo editado no hace mucho por Enrica Bisetti (113). Pedro Gaytán se muestra chauvinista o patriotero en algunos momentos --"España, cabeza del mundo", o "cabeza con una corona" y "el pescuezo con un collar" que "son los montes Pirineos que la dividen de la Francia" (114)--, sin duda frecuente en medios hispanos en Europa, y más en medios militares, y hace algunas digresiones más o menos afortunadas. Pero, en el conjunto, son meros detalles y nunca desmesurados. La campaña militar es narrada con gran lujo de detalles de un buen observador que ha presenciado lo que cuenta, y a veces con algún hermoso hallazgo expresivo como aquel de "y otro día, sábado, al reír del alba..." (115), por citar sólo uno de sonoridad y tono cervantinos.        Así, evoca a "Jafer, alcaide de Catania", al que Hasán Bajá "había dado el bastón de capitán general de su campo" (116), que bien pudiera ser el "Catanio" embajador en Francia en 1560. Evoca las fortificaciones de Orán --el castillo de Rosalcázar, la torre del Hacho y la torre de los Santos, así como el recién hecho fuerte de San Salvador (117)-- o los planes de campaña de Hasán Bajá (118). Pero son los lugares y el movimiento mismo de las gentes de ambos bandos los protagonistas del relato. Así, la tribu de los Ulet-Abdalá, "moros de paz" o aliados de los españoles tradicionales en la zona, cobra cierto protagonismo en algunas ocasiones; a ellos recurre el gobernador de Orán para que   "lo más encubiertamente que pudiesen fuesen al campo de los enemigos y que, visto muy bien y espiado cómo estaban y el designio que tenían, y lo que se decía entre ellos, volviesen con la respuesta, prometiéndoles honroso premio por su diligencia" (119).        Hasán Bajá, durante los preparativos del cerco, estaba   "muy enojado con los alárabes de Abenamar porque no le querían servir en aquella guerra. Los cuales, después de haber puesto en salvo sus haciendas y vituallas, se habían metido la tierra adentro la vuelta de la Zahara; estaba por esto el rey (de Argel) con propósito de hacerles todo el mal que pudiese" (120).        Las gentes de Abenamar y los Ulet-Abdala debían ser del mismo grupo tribal árabe nómada, según se desprende del informe de un ex-cautivo cristiano --"venía de Argel, estaba vestido en hábito de alárabe y se vino todo el camino entre ellos y supo tan bien disimular que no le conocieron" (121)-- que   "decía... que los alárabes de Abenamar se habían mostrado abiertamente tener poca voluntad de servir al rey de Argel y son aficionados a los españoles y servidores del rey de España; porque Jacob ben Brahem, jeque principal de los Ulet-Abdalá, con otros quince caballeros principales, vinieron al campo del rey para hablarle, a caballo y muy bien armados, y no se quisieron apear. El rey les dijo que por qué no le querían servir en aquella guerra; le respondieron que tenían enemigos y que no podían levantar sus aduares; empero, si quería que le sirviesen, que les diese doscientos turcos tiradores para que más seguramente pudiesen mudar sus aduares.  Mas el alcaide de Catania, general del rey, se llegó a él al oído y antes que respondiese le dijo que no se fiase de aquellos alárabes ni les diese los turcos que le pedían porque les degollaran, y que les quería hacer una burla. Por eso, pues, el rey no se los quiso dar, y ellos se fueron a sus estancias.  Entendióse después que estos alárabes se mostraban aficionados a los españoles, por lo cual el conde de Alcaudete (sic, por su hijo) se lo agradeció e hizo...  presentes" (122).        La fama de filo-españolismo de los Ulet-Abdala –que permanece incluso en la documentación española del XVIII—se refleja en otro de los episodios narrados por Gaytán:        "Este mismo día (14 de mayo)... se vino un moro de los del campo que Jafer de Catania, general del rey, tenía sobre Orán; y llegóse a la torre del Hacho diciendo que traía cartas para el conde y que eran de mucha importancia. Luego, el alcaide de la torre lo hizo acompañar y que le metiesen en Orán... Delante del conde dijo que los caballeros alárabes de Ulet-Abadalá le enviaban aquellas letras. El conde las tomó y las mandó trasladar en castellano, porque estaban escritas en lenguaje de Zenetia. Conteníase en ellas cómo aquellos caballeros alárabes deseaban venir a servir a su majestad contra el rey de Argel y que, si se contentaba de ello, les diese aviso con el mismo portador porque vendrían luego a servirle.        "Como el conde hubo leído la carta, en el frasis y manera de escribir conoció que era fingida; del que tomó alguna sospecha que el que la traía fuese espía, porque el estilo de ella no era arabesco, y más que el papel en que vena escrita no era latino o nostramo, sino bruñido a la usanza de los turcos. Por esto, lo mandó poner en prisión y que lo llevasen a la cárcel que estaba en la judería"... (Bien tratado e interrogado), "se conoció claramente que era espía enviada del campo de los enemigos... Todo esto confesó el moro a un caballero moro que estaba allí en la misma prisión en rehenes, el cual lo dijo al conde. Habíase fiado el espía de él pensando, porque era de su ley, que le tendría secreto".   (Se le volvió a interrogar, esta vez con tormento, y confesó la verdad): "cómo el alcaide de Catania le había enviado con aquella carta contrahecha para que, con aquel achaque, pudiese espiar en qué términos estaban en la ciudad y qué se decía de Maçaelquibir... El conde, visto el engaño, le mandó echar unos hierros y se lo tomó por esclavo" (123).        Pero Pedro Gaytán va mucho más allá de la evocación sencilla de elementos parciales de aquel drama narrado y parece querer elaborar toda una teoría general sobre el éxito militar, pudiera ser, o sobre los usos militares; aunque él no sea un Maquiavelo sino un simple soldado y ello se vea reflejado en la reflexión misma y sus resultados, podríamos encontrar una sutil "teoría de los espías" que impregna todo su relato:        "A mi parecer, uno de los principales puntos y que muchas veces es causa de conseguir la victoria en las empresas, son las fieles espías; porque conocida está la ventaja cuando un general o príncipe que guía ejércitos está advertido del ser de sus enemigos" (124).        El soldado Gaytán, tras este enunciado, elabora un discurso de clasicismo admirable, con ejemplos bíblicos y romanos hasta llegar al Gran Capitán y Fernando el Católico como modelos. He aquí ese texto, aunque teórico, de gran interés:        "Y así como sabiendo los designios que tienen es superior, ignorándolos va ciego y a tiento; y la mayor parte de las victorias que ha habido en el mundo se han ganado mediante las buenas espías. Las cuales --según se lee-- del principio del mundo acá se han usado; y si queremos aprovecharnos de las pruebas, sabido está --según se lee en el decimotercio capítulo del Número-- que Moisén envió espías o exploradores para que espiasen la tierra de promisión, y entre ellos fueron Josué y Calef; el cual Josué fue espía y después duque de los hebreos, guiándolos por el camino ya primero de él espiado. ¿Quién hizo victorioso a Lúculo contra Tigrane sino las espías? Por no tener cuenta con ellas se perdió Mitrídate. La avaricia de no pagar las espías Craso le causó la muerte a él y a su ejército cuando fue contra los partos, con detrimento del imperio romano. La liberalidad de que usaba el Gran Capitán Gonzalo Hernández de Córdoba en pagar las espías le hizo alcanzar tantas victorias de los franceses y aquistar el reino de Nápoles".   Cuando Fernando el Católico exigió cuentas al Gran Capitán --"y como los maestros de las rentas reales, algo más severamente que se convenía, tratasen el negocio y con poca cortesía del rey"--,   "sacó un librico ricamente encuadernado y... dijo que otros gastos había él hecho, los cuales no habían pasado por manos de tesoreros porque así convenía al arte de la guerra y aquisto de la victoria. Y abriéndole, leyó una posta que decía: `Dado en limosna a personas pobres y a religiosos porque rogasen a Dios por la victoria, trescientos y cuarenta y dos mil ducados y ocho reales'. En otra leyó que decía: `Dado a espías que nos daban aviso de los consejos y designios de los enemigos, quinientos y veinte y seis mil ducados y medio'. Entendiendo el rey el negocio y... corrido de ser tenido por avaro y poco  cortés, mandó poner silencio en las cuentas.        "Empero, cuando estas tales espías se pudiesen tener en el consejo y secreto de los enemigos, sería cosa muy provechosa porque estos tales pueden dar los avisos con tiempo, tanto que el avisado no será tomado a la improvista. Mas como éstos no pueden ser sino personas principales y ricas, es menester pagarlos ricamente. Y que las haya no hay que dudar en ello, porque el rey don Fernando ya dicho las tenía en la casa y consejo del rey de Francia Carlos octavo. Pues que Esteban Petit y Ambosio Albiense, mónaco, el uno gran consejero y el otro confesor del dicho rey, avisaban al de España de los designios y consejos de su amo; a los cuales, en beneficio y recompensa de su traición, les enviaba frascos llenos de ducados en excusa que era vino de San Martín o de Madrigal. Digo, pues, que las fieles espías que no sean dobles ni mentirosas dan las victorias en las manos. Aunque --a mi parecer— el premio de los unos y de los otros había de ser la horca" (125).        Asombroso y paradójico Gaytán en este fragmento, quede para otro lugar diferente a este libro de maravillas la posible confrontación con el Arte de la guerra de Maquiavelo, único texto que el florentino viera publicado en vida. La ocultación de datos propios y el conocimiento de datos ajenos como una de las claves del éxito, del poder, como reflexión de época --incluso en medios populares como el del soldado Gaytán-- es de una gran modernidad de análisis. Y está justificado que se pueda considerar este fragmento como núcleo central del relato de Pedro Gaytán a causa de las características del abigarrado mundo que describe, el mundo berberisco e hispano-italiano de su momento, típico mundo fronterizo de "hombres de frontera", tornadizos, renegados, cristianos nuevos o musulmanes nuevos, o aparentes converso/renegados sin más, espías simples o dobles, o múltiples, en el afianzamiento de esos nuevos estados al frente de los cuales están hábiles reyes o corsarios, con grupos privilegiados --esos "barones" del análisis maquiavélico-- que desde hoy se podrían considerar como simples esquilmadores a la vez que responsables de aquellas "sociedades que habían llegado a la etapa de la organización estatal y que, sin embargo, dejaban de un modo irresponsable que se degradaran vastas áreas humanas, superpobladas y pobres" (126). Por las fechas, no parece probable que el renegado navarro del que hablaba Torres al frente de las tropas de Tremecén contra Orán en el cerco frustrado por la muerte de Salah Bajá en 1556 --siete años atrás tan sólo--, y del que no da el nombre, esté aún en Berbería: Torres dice que le encontró en Toledo en 1560 (127).  Pero tanto el Catanio o Jafer el alcaide de Catania como "el alcaide Perovana", "caudillo" de las fuerzas de Tremecén en este cerco de 1563 (128), pudieran ser figuras parejas a la del navarro doblemente renegado del que no sabemos precisar el nombre. La visión de Gaytán, su teorización sobre el "estar advertido del ser de sus enemigos", desborda el texto mismo para abarcar toda la dinámica de aquel mundo complejo y disparatado, no es un asunto exclusivamente militar sino mucho más amplio, puede servir para glosar la misma creación literaria cervantina, atiborrada de ambigüedades y personajes de apariencia engañosa precisamente cuando los presenta en un contexto movedizo y ambiguo.        En el relato de Gaytán del cerco de 1563, casi un diario de aquellas jornadas por su precisión, el vaivén de un campo a otro de prisioneros, ex-cautivos, espías, fugitivos o tornadizos o conversos/renegados de toda suerte es continuo, casi protagonista y tan importante como las acciones militares en sí. Después de citar los servicios de espionaje de los Ulet-Abadalá --"dende a dos días volvieron los moros espías..." (129)-- y de teorizar sobre el espionaje mismo y los espías, Pedro Gaytán reseña, al fin de la primera semana de abril, un prisionero "moro vivo que era de los azuagos, que se precian de ser valientes tiradores", y dos hombres que "se vinieron... del campo de los enemigos; el uno había sido soldado en Orán y se perdió en la jornada de Mostagán. Este había renegado y, arrepentido de su pecado, se tornaba a reconciliar; el otro se había perdido en aquella mesma jornada y había estado esclavo en Argel"; este último fue el que informó de la poca voluntad de los "alárabes de Abenamar" para servir al rey de Argel en aquella guerra y el 29 de abril un arcabuzazo le va a dejar manco (130). Poco después vuelve a hablar de "algunos renegados que se huyeron del campo de los enemigos y se vinieron a Orán" (131), de otro renegado que huyó a Marzalquivir el sábado 17 de abril y de otro a Orán el domingo 18 (132), todos ellos informadores muy bien recibidos. El día 26 "vino otro renegado español del campo de los moros a Orán.  Parecía hombre de bien en su manera, si no hubiera hecho tan grave pecado de negar la fe de Jesucristo" (133). Es posible que en los primeros momentos del cerco las deserciones del campo berberisco parecieran más numerosas --todos los descontentos renegados o cautivos desertarían cuanto antes--, aunque a finales de mayo aún se citan algunos casos; así, el 23 de mayo "se huyó de su campo un renegado español que era criado del capuchibaj, que es como coronel o maestre de campo de algunas compañías, a los capitanes de las cuales llaman alcaides...", que informó a los españoles con gran precisión de la situación en el bando berberisco (134).        El mismo día   "se vino a Orán un turco de nación, que era de los chacales, que son una ordenanza así llamada en el lenguaje turquesco, que será, como quien dijese, una compañía de arcabuceros. Había éste pasado de Constantinopla con el rey de Argel, la última vez que vino, en compañía de otros muchos que había traído. Mas porque un su cabo de escuadra, enojado de él por no sé que le había hecho, le había dado de palos. Y puesto que en aquella nación se usa que los oficiales los dan a los soldados cuando hacen algo, porque, no obstante esto, el chacal corrido y muy enojado de la afrenta que le habían hecho, con ánimo airado y deseoso de venganza, esperando tiempo cómodo a poner en efecto su propósito, aunque eran pasados seis días que el caporal le había dado..., estando todos ocupados en el asalto de Maçaelquibir, en el cual se halló su caporal..., como le tuvo, le mató de un escopetazo en venganza de su injuria. Y no habiendo podido hacer este homicidio sin ser visto de algunos, temiendo que el rey no lo supiese y le castigase por el delito cometido, se escondió; y, como vino la noche, se huyó a Orán..., donde se salvó"   e informó de lo que suceda en el otro campo (135). Es biografía bastante arquetípica la trazada aquí por Gaytán, con matices comunes, por ejemplo, a la biografía del renegado navarro –huida para no ser castigado por un delito-- o a la del propio Euch Alí --deseo de venganza por malos tratos--, como veremos adelante. Todavía el primero de junio se pasó a Orán otro renegado informador (136) y el 4 de junio "un cristiano que era esclavo del alcaide de Mostagán, y era portugués, hombre de buen juicio al parecer" (137).        Pero el éxito mayor del "espionaje" español lo protagonizó un "renegado del campo del rey" que, al final de la primera semana de mayo,   "se entró por la alcazaba vieja y dando voces a las centinelas les dijo que dijesen al conde que estaba allí un renegado, que le querían hablar cosas de importancia y que le cumplan. Luego se partió un soldado de los de la guardia del conde y le dijo lo que decía el renegado. Como el conde lo supo, se vino a la muralla y puesto sobre un baluarte que allí estaba habló con el renegado";     después de informarle con gran puntualidad de los sucesos últimos,   "ofrecióse también este renegado que vendría cada noche por aquel mesmo lugar a darle aviso de lo que en el campo de los moros se hiciese, y que traería particular relación de todo, lo cual poda muy bien haber porque tenía cabida en la propia casa del rey, y más que venía mandado entonces de dos criados del  mismo rey que le mandaron venir a hacer aquel efecto. El conde se lo agradeció y pagó su trabajo y le prometió que le haría todo placer, cuando él hiciese lo que le prometía; y aunque el conde tenía en el campo de los enemigos otras espías que le daban avisos particulares, parecióle que éste era más a propósito por estar en la casa que decía y, también, porque teniendo diversas espías podría entender lo que los unos y los otros decían para ver si se conformaban en los avisos que daban" (138).        Hasta el 21 de abril, víspera del inicio del gran ataque turco contra Marzalquivir, el renegado acudió puntualmente a su cita (138); pero el domingo 23 de mayo, el renegado huido  a Orán citado más arriba informó   "cómo el esclavo del capitán Luis Álvarez... y el remero de la galeota de Ochoa, que se habían ido a tornar moros, habían descubierto al renegado que solía ir cada noche a dar aviso al conde de las cosas que en el campo se hacían. Del que tomó tanto enojo el rey de Argel que, mandándole llamar ante él, le hizo examinar. Y puesto que él negó, convinto (sic) con los testigos presentes, no se pudo contener: que, haciéndole desnudar y atar a un palo, le mató a flechazos de su propia mano" (139).        Aunque aquel acto de Hasán Bajá algunos lo justificaran por la gravedad de aquella traición, ya que habría informado la víspera del inicio del ataque a Marzalquivir y eso hizo que de Orán le llegaran refuerzos a los sitiados, Gaytán hace una crítica del hecho con la misma argumentación que más tarde haría Antonio de Sosa --como veremos más adelante--, lo que indica un sentir general en medios españoles de lo que llama Sosa "poca honra"  o poco sentido de la honra de los medios berberiscos:        "Hecho de bárbaro y no del que debiera hacer hombre que tenía título de rey, pues que para tales castigos hay ministros o verdugos de justicia, deputados a tal efecto. Y ningún hombre noble que es juez debería ensuciar sus manos a matar los tales traidores y delincuentes".        La noche del día último de mayo, finalmente,   "se vino un moro de los del campo de Orán y dijo que era amigo y compañero del renegado que habemos dicho que solía venir, que mató el rey a flechazos, y dijo que serviría de espía en lugar del otro, ofreciéndose traer cada noche aviso particular de todo lo que los moros hiciesen. El conde se lo agradeció y pagó, y prometió que le contentara cada vez que viniese, aunque no tornó más; por donde sospecharon que le habían muerto como a los demás" (140).          Pero en ese vaivén de un campo a otro, pronto cobraron importancia las deserciones del campo cristiano. A mediados de abril se cita al alcaide y soldados de una torre que defendía "la fuente que llaman de arriba", en Orán, hechos esclavos por los turcos (141) y más tarde a algunos cautivos más en una emboscada en el camino hacia Marzalquivir (142). Desde finales de abril ya se comienza a hablar del miedo a los desertores/renegados entre los españoles, hasta el punto de que había órdenes que "no se descubran a todos porque había algunos de los cuales no se fiaban, temiéndose que alguno se huyese a los enemigos y les dijese lo que querían hacer" (143). El 22 de mayo, arreciando los combates, "se huyeron de Orán un remero de la galera de Ochoa, que era venido la noche antes de Maçaelquibir en una fragata con una tempestad que hizo, y un esclavo del capitán Luis Álvarez, que era cristiano; y se fueron al campo del rey a tornarse moros" (144), que fueron causa de que se agudizase el bloqueo de Marzalquivir por mar, así como de que descubrieran al renegado espía, como antes se vio. Al día siguiente,   "en la tarde, se salió de Orán un criado de Antonio Enríquez, capitán de la artillería. Llamábase Juan de Toledo. Y porque a las puertas de la ciudad había siempre guardia y personas que tenían cuidado de mirar los que entraban y salían, preguntado por los que allí estaban a dónde iba, dijo que iba al castillo de Raçalcaçar (Rosalcázar) con cierto recado para un soldado; y con esto, le dejaron salir. Él se fue al castillo y habló con el soldado; y viendo cómo en un alto que allí estaba, no muy lejos, estaba el campo de los turcos, que era junto a la torre de los Santos, se anduvo paseando un poco disimuladamente; y, despidiéndose de los soldados, se entró en una huerta allí cerca, donde se sentó otro poco, y demandando al hortelano si tenía alguna fruta que vender; y diciéndole que no, se puso a hablar con él de las cosas de la guerra. Y pasado un ratillo se despidió; y salido de la huerta, dejó el camino de Orán, echó por una callejuela hacia el campo de los enemigos; mas como los centinelas le vieron ir de aquella manera, le dieron voces que se tornase. Empero, él no se curando, echó a correr lo más que pudo la vuelta de unos caballeros turcos que allí cerca estaban de guardia, y aunque los del castillo le tiraron  con dos sacres que tenían asestados a aquella parte, no le acertaron. Y recogido de los turcos, le llevaron a Jafer de Catania, alcaide general del campo, y él le envió al rey de Argel, al cual dijo todo lo que se hacía en Orán y la falta que tenía de vituallas" (145).        La deserción de Juan de Toledo le sirve a Gaytán para otra de sus digresiones, esta vez sobre los esclavos "traidores" --"para advertir a los que se sirven de esclavos lo poco que se debrían fiar de ellos, aunque se hayan convertido, porque muy pocas veces suelen ser fieles a sus señores" (146)--, ilustrada con una sangrienta anécdota de un esclavo berberisco, leída en "unos diálogos de San Antonio de Florencia", que se venga de su patrón, un rico mercader de aquella ciudad.        Aunque el domingo seis de junio, casi al final del cerco de Marzalquivir --el domingo 8, avistada la armada cristiana, se iniciaría la retirada berberisca-- aún se citan "algunos malos cristianos que se habían ido a su campo a tornar moros" (147), el último caso narrado por Gaytán de huido del campo cristiano para renegar es el de un soldado llamado Vaquero; sucedía el 26 de mayo, durante los combates en torno a "una isla que cierra la boca del puerto (de Marzalquivir) que está junto a la villa, el cual es como roca y guarda de ella y del lavadero donde las mujeres salen a lavar los paños"; durante la noche, de los tres soldados que debían hacer "la centinela por sus tercios",   "al soldado que le tocó la prima le vino un diabólico pensamiento, que fue dejar la centinela e irse a tornar moro al campo de los enemigos. Y viendo que sus compañeros dormían, sin ser sentido de ellos se fue de la isla"... (esta deserción sería la causa de la pérdida de la isleta) "Llamábase, pues, este desgraciado Vaquero; el cual, como sintió la refriega, o de miedo o que pensó que se había perdido Maçaelquibir y la isla juntamente, viendo tocar arma por todas partes, por salvar el cuerpo acordó condenar el ánima al infierno. E ansí, escondido de los enemigos que no le vieron, se pasó de la isla a los bestiones de los moros, y renegando de la verdadera y santa fe de Jesucristo, se sometió a la setta falsa de Mahometo" (148).        La evocación del renegado Vaquero le sirve a Gaytán para una de sus más destacables digresiones, esta vez sobre los renegados.        "Escribiendo estas cosas, muchas veces me he parado a pensar cómo estos malaventurados y falsos cristianos, tan sin temor de Dios y de condenar sus ánimas, dejaban la vera religión de Cristo..., se iban a tornar moros y luego que llegaban hacían con sus lenguas más daño a los cristianos que no los enemigos con sus armas... Porque esta es común costumbre de los malos, que no solamente se contentan con serlo, mas querrían siempre ejercitarse en hacerse peores. Y lo que más me pone maravilla es que de un ejército tan grande de enemigos que allí estaba no hallo que ningún turco o moro de nación se haya venido a tornar cristiano.  Y de tan pocos como había en Orán se habían ido tantos. Y pienso que si no tuvieran guardias se fueran más, como hizo este falso y disimulado Vaquero y los demás" (149).        Esta reflexión sobre la psicología del converso/renegado es de gran interés, a la vez que de compleja metodología para ser abordada por el historiador.  Sobre ella habremos de volver. En cuanto a la perplejidad ante la abundancia de "renegados" cristianos, al lado de lo infrecuente de la misma figura entre los musulmanes --si se considera al cristiano nuevo de origen musulmán o morisco como figura diferente--, es coincidente con la perplejidad del padre Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, algo después, al comentar la abundancia de renegados entre los cautivos cristianos en Berbería, de los que "más de la mitad, y aún las tres partes, reniegan de la fe" (150), dice, en texto sobre el que habremos de volver, una vez más.        Pedro Gaytán, en la introducción a su texto, pide disculpas por su osadía de escribir una historia; "bien conozco mi ignorancia y que habría hecho mejor callar que no publicar mi poco saber"; pero, al mismo tiempo, se reafirma en su decisión: "aunque el estilo con que va escrita es grosero, sé cierto que es historia muy verdadera y que no he puesto en ella cosa ninguna fingida, mas todo como en efecto pasó" (151). Es precisamente esa sensación fuerte de verismo, de tiempo, espacio y acción vividos, lo que convierte en conmovedor su relato. Lo mismo que sucedía con Sosa, Torres, Mármol o el pastor asturiano y soldado en Orán Diego Suárez, frente a Sandoval, Gómara o el italiano Paulo Giovio --el Jovio de nuestras fuentes--, historiadores "de oficio" o "académicos", diríamos hoy. Y es en esos relatos en donde prima lo vivido en donde se pueden hallar  los elementos más válidos a la hora de intentar una aproximación a una historia popular.        Uno de los héroes del relato de Pedro Gaytán, en este sentido, es sin duda el Nadador. Tan emotivo como aquel paisano suyo, casi un siglo atrás, evocado por Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios, Alonso Donaire de Utrera (152).  En ambos casos, una hermosísima historia de relación entre el hombre desnudo y el mar. Casi por quienes merecía la pena el esfuerzo --gozoso, por otra parte-- de elaborar estos libros de maravillas.        A primeros de mayo los berberiscos conseguían bloquear Marzalquivir tanto por tierra como por mar, cortando su vital comunicación con Orán. Y fue entonces cuando   "se halló un soldado, gran nadador, el cual dijo que nadaría hasta Orán que --como habemos dicho-- hay tres millas; y que llevaría las cartas al conde, las cuales le metieron en un cañuto atapado con cera, y así le despacharon. Él se salió de Maçaelquibir y se echó a nado, y así fue a escuras porque era muy noche. Y cuando llegó en frente de las galeotas de los enemigos se ça(m)bulló y, nadando debajo de alguna, a fuerza de brazos salió un buen trecho más arriba y de allí se fue a Orán" (153).   Restablecida la comunicación, poco después lograrían los de Orán hacer llegar "socorro" a Marzalquivir y se continuaron enviando "letras... de la manera de las pasadas" "con el nadador las noches que hacía escuro" (154). El domingo 23 de mayo fue enviado una vez más, "llegando a Maçaelquibir el lunes antes que amaneciese" y a la noche siguiente hizo el viaje de vuelta a Orán, en donde se hacían rogativas, "continuando sus acostumbradas procesiones, como solían" (155). La deserción de los "renegados" Juan de Toledo y Vaquero hizo más peligrosas sus misiones; en el viaje del 29 de mayo, Gaytán comenta que "aunque iba con más peligro que solía  por haberse perdido la isla (de Marzalquivir) y porque las guardias estaban más espesas, echado... a nado, unas veces sobre el agua y otras ça(m)bullándose, llegó a salvamento (156). La noche del 1 al 2 de junio, en vísperas del gran ataque berberisco contra Marzalquivir, hizo el Nadador el último viaje que cita Gaytán, "nadando con gran esfuerzo, como las otras veces lo había hecho" (157), para comunicar a los cercados la información recibida en Orán sobre el inmediato comienzo del asalto general.        El soldado Pedro Gaytán, solidario con su colega el soldado Nadador, aprovecha su gesta para magnificar su figura ejemplar e introduce una de esas "historias peregrinas, por parecerme anejas a la materia y por dar algún reposo al lector " (158), uno de sus recursos, expresión de su voluntad de estilo.  He aquí el canto al Nadador:        "Ya habemos dicho cómo de Orán a Maçaelquibir hay una legua, que son tres millas italianas; todo este camino pasaba este hombre nadando cada vez que iba de Orán a Maçaelquibir y que tornaba de Maçaelquibir a Orán. El cual viaje hizo siete veces en tanto que duró el sitio. Y lo que pone más admiración es que mucha parte de él hacía por debajo del agua, por no ser visto de los enemigos. De manera que, considerando su esfuerzo, se ve claramente que en un tiempo combata con tres suertes de enemigos o peligros: con las ondas, con los vientos y con las tinieblas. Y, aún, no iba seguro de los pescados, porque ya se ha visto muchas veces en la mar los tiburones, los delfines y otros semejantes pescados desventrar los hombres. Y lo que más temor suele poner es la oscuridad de la noche.        "De Leandro escriben Esodo y Museo que, siendo enamorado de la hermosa Hero, estando el uno en Europa y el otro  en Asia, no habiendo otra manera para poder conseguir sus deseos, pasaba de noche el Elesponto de Sesto a Abido. Mas aquel estrecho de mar no es más que una milla, poco más, y a dos o tres veces que la pasó, sobreviniendo un poco de fortuna, se perdió de ánimo y se ahogó.   A éste celebran los poetas griegos por animoso porque pasaba aquel poco estrecho de mar a nado; mas --a mi parecer-- harto más merece este nuestro nadador ser celebrado, pues hay mucha diferencia de él a Leandro. Porque si queremos considerar el negocio cuanto al ser más virtuoso y provechoso, el nadar de éste (era) en servicio de Dios y beneficio de muchos. El de Leandro era por el deleite y vicio de amor, el cual no carecía de pecado. Cuanto al ánimo y esfuerzo, el de éste es muy mayor porque a Leandro ninguno le aguardaba para matarle. Antes, su ida era tan secreta que solamente la sabían él y su enamorada Hero, y las estrellas y el candil que, estando a la ventana de la torre, tenía por objeto de su viaje. A éste, ultra que era público a muchos que pasaba muchas veces, estaban sobre el aviso las guardias para tomarle; y lo menos que le pudieran hacer, cuando no le pudieran haber vivo, era darle con un remo u otra cualquier arma, con que le echaran a fondo. Y con todo esto, no dejaba de servir y ponerse en aventura su persona cada vez que se lo mandaban.        "Y lo que más es de notar, que las más veces que pasaba iba por debajo de las galeras de los enemigos. Y porque no quede su memoria y nombre en olvido, se llama César, vecino de la villa de Tarifa, donde antiguamente los númidas y mauritanos, juntamente con los alárabes, rompieron los ejércitos del rey don Rodrigo y de los godos de España. Era este César de Tarifa bien dispuesto de su persona y gesto, y no solamente peritísimo y gran nadador, mas también animoso y valiente soldado, aunque no muy venturoso en ser remunerado. Pues, según me han dicho algunos, hasta agora no le han dado sino doscientos escudos para ayuda de costa, mereciendo mucho más de renta perpetua" (159)        He respetado el recurso estilístico del soldado Gaytán de retardar hasta el final de la historia la revelación del nombre de César de Tarifa, lo que crea mayor impacto --se diría hoy—en el lector. Toda la evocación, con el recurso a los clásicos, es magnificadora del personaje, verdadero héroe sin duda en los medios populares del momento, así como particular versión de la clásica "querella" entre Antiguos y Modernos sin que pierda nada de su encanto y oralidad.        Finalmente, el martes 8 de junio llegó la armada española al mando "don Francisco de Mendoza, llamado el Indio", y la genovesa al mando de Juan Andrea Doria, y los berberiscos levantaron el cerco y se volvieron a Argel. La pesadilla para los españoles había terminado.        El año siguiente los españoles ocuparon el Peñón de Vélez de la Gomera, desde donde operaba el corsario Kara Mustafa, y en 1565 Hasán Bajá había de participar en el cerco de Malta, en el que muriera su consuegro Dragut, verdadera "prueba de fuerza", en palabras de Braudel (160), hispano-turca. Finalmente, tras un gobierno pacífico, fue llamado a Estambul hacia donde partió a principios de 1567. Tenía 51 años y debió sospechar el veterano y gran político que ya no había de volver a Argel. He aquí el relato y evocación final de Hasán Bajá de Antonio de Sosa:        "Reposó... el Asán Bajá hasta el año 1567. En cuyo principio, y como a 8 de enero --haciendo muy grande invierno como es ordinario entonces en Argel, y el mes siguiente del febrero--, llegaron a Metafuz ocho galeras; las cuales dispararon allí una pieza --como ya dijimos que suelen los navíos que de Constantinopla vienen con alguna nueva orden o mandato del Turco--. Envió allá el Asán Bajá una fragata y supo cómo le envía sucesor.        "Por lo cual, luego se salió del palacio real y se fue a la casa do los reyes nuevos suelen ser primero alojados, llevando allá toda su ropa. Y venido aquella tarde el nuevo rey, le consignó la ciudad y el reino y se puso luego a punto para partir a Constantinopla. Esta vez, y como hombre que no esperaba volver más a Argel, hizo donación del baño grande que hiciera en Argel a todos los reyes sus sucesores. Para los cuales se recoge hoy día la renta de él --como antes dijimos--. Y para el magazén público de la ciudad dio y dejó mucha cantidad de esclavos cautivos, oficiales y maestros de todo género de arte y oficio en la mar; de los cuales aún hoy día hay un buen número y cantidad que sirven solamente a la ciudad y en lo que los genízaros les mandan; porque éstos son los que tienen cuidado del bien público, como en otra parte largamente escribimos.        "Dejó también la mujer que tenía, hija del rey de Cuco. La cual vivió después muchos años y quedó de ella y del Asán Bajá un hijo muy pequeño entonces, a la partida del padre. Al fin del mesmo mes de enero se partió de Argel Asán Bajá; y vivió después algunos años en Turquía y Constantinopla en mucha honra y reputación. Murió el año de 1570 y le enterraron en la cuba do su padre Barbarroja Cheredín estaba enterrado, cinco millas de Constantinopla.        "Dejó, ultra el hijo que dijimos pequeño que tuvo en la hija del rey del Cuco, otro hijo mayor que se decía Mahamet Bey; el cual había antes habido en una turca en Constantinopla, aunque otros dicen que era una renegada corsa muy hermosa.        "Este Mahamet, por muerte de Dragut Raez que murió en el cerco de Malta, se casó con una hija única y heredera del mismo Dragut. Y cuando en el años del Señor de 1561 (sic, por 1571) el señor don Juan de Austria fue sobre Navarín, saliendo este Mahamet, hijo de Asán Bajá, de entre la armada turquesca con una galera que tenía suya muy bien armada, el marqués de Santa Cruz, general de las galeras de Nápoles, fue tras él atajándole el paso; y antes que se pudiese acoger le alcanzó y embistió con su galera. Entrada la galera de Mahamet, los cristianos espalderes de ella --que de sus crueldades estaban muy ofendidos-- arremetieron luego a él y allí, en la popa, antes que la gente del marqués le tomase, con los puntales le mataron e hicieron pedazos.        "Cuando el Asán Bajá acabó de reinar, que fueron cinco años, sería de edad de 51 años y murió después en edad de 55. Fue bajo de cuerpo, muy gordo; y tanto que para enflaquecer hizo muchas diligencias y remedios y comía muy poco. Era de color muy blanco, de grandes ojos, muy cejudo como su padre, de mucha barba y negra. Ceceaba de la lengua, que le daba mucha gracia. Hablaba muchas lenguas y todas como si le fueran naturales; y particularmente hablando español ninguno dijera sino que realmente lo era. Fue hombre muy liberal y agradecido; y se preció mucho de honrar y engrandecer a sus criados. Y, así, la mayor parte de los alcaides y renegados más principales que hoy día hay en Argel fueron suyos y de su casa" (161).        La muerte del hijo de Hasán Bajá, nieto de Barbarroja y yerno de Dragut, la narra también Cervantes en El Quijote, en el inicio del relato del Cautivo, de manera mucho más trágica aún: a mordiscos de sus cautivos galeotes.        Pedro Gaytán también deja una evocación de Hasán Bajá similar a la de Sosa:        "Deste Azán, rey de Argel, (he) entendido de personas dignas de fe que era gran comedor, y en tal manera que se había parado tan gordo que con gran dificultad y trabajo se podía mandar; y que conociendo que esta su gordez y pesadumbre procedía del mucho comer, deseando hacerse más ágil y ligero de sus miembros determinó de comer muy poco. Y así, usándose poco a poco, dicen que vino a que no hacía más de un pasto de cinco en cinco días, no comiendo los días que ayunaba sino una berenjena.  Y así, con esta increíble mas cierta abstinencia, se paró tan enjuto que no le daba enojo ni trabajo cualquier género de ejercicio" (162).        Una asociación popular más, muy cervantina, la de los moros amigos de  berenjenas, como dijera Sancho al bromear sobre Cide Hamete Benengeli (163).        Mahamet Bajá, el designado en Estambul para suceder al hijo de Barbarroja, era a su vez hijo de otro ilustre corsario, ex-rey de Argel, Salah Arraez o Salah Bajá, y durante el gobierno de su padre en Argel había tenido encargos militares y de responsabilidad en Berbería. Gobernó entre enero de 1567 y marzo de 1568, un periodo durísimo de hambre en la ciudad. Pero en tan corto gobierno consiguió apaciguar las relaciones de los dos sectores vitales de la sociedad berberisca, los corsarios y los militares o jenízaros, con una inteligente medida: permitirles participar a ambos en las lucrativas funciones de los otros. Esta medida tendría importantes consecuencias para el futuro de la sociedad berberisca. Una vez más es Antonio de Sosa quien mejor lo narra.        "Reinó (Mahamet Bajá, el hijo de Salah Bajá) solamente un año y dos meses. En los cuales hubo en Argel una gran hambre, pero con su buena diligencia todo se remedió. Fue hombre muy amigo de hacer justicia; y como antes de él muchos ladrones moros robasen por los caminos, dióse tan buena maña que los hubo casi todos a las manos en poco tiempo y los ahorcó. Y como fuesen pocos los días en que de estos y de otros no hiciese justicia, un día, mirando de su casa la muralla do los mandaba colgar de las almenas y viendo que ninguno estaba allí, volvióse a sus criados y les dijo:      "--Cómo, ¿y la muralla no ha hoy almorzado?        "Y, por tanto, al momento, sabiendo que uno estaba en la cárcel condenado a morir, mandó que le llevasen (a) ahorcar a la muralla.        "Fue muy aficionado a la caza de halcones, açores y galgos, cosa de que poco se precian los turcos comunmente; y para este ejercicio criaba en su casa muchas aves y perros y con ellos salía muy a menudo por los campos de Argel y sus montañas a cazar, matando muchas liebres, perdices, palomas, tórtolas, codornices y otras cazas; y muchos puercos, de que hay muy grande copia en muchas partes. Conejos y venados no los hay.        "Fue el primero de los reyes que reconcilió y concordó a los genízaros con los lebentes, esto es, los soldados de la mar, para que los genízaros --que tanto deseaban-- pudiesen ir en los bajeles por soldados a robar y los lebentes, o fuesen renegados o turcos, fuesen genízaros cuantos y cuando quisiesen. Y de esta manera se quitaron las disensiones muy grandes que en Argel había de muchos años entre estas dos maneras de gente.        "Este fue el primero de los reyes que se puso de propósito a fortificar la ciudad de Argel, que por sí sola es muy flaca. Y por tanto, luego, a los primeros meses que reinó, sirviéndose de un renegado siciliano que se decía Mostaphá, el cual había sido ingeniero en la Goleta, hizo de fundamento el castillo que de su nombre se llama hoy da, en morisco el Burgio de Mahamet Bajá. El cual está fuera de la ciudad, allá arriba en la montaña a 500  pasos de la alcazaba, lugar muy importante; de cuya forma y figura, con toda su fortificación, muy particularmente habemos tratado en la Topographa o discripción (sic) de la ciudad de Argel, a la cual nos remitimos.        "En todo el año de su reinado o gobierno no le sucedió guerra. Solamente en el mes de mayo de aquel año 1567 los vecinos de la ciudad de Constantina se revolvieron con los turcos y su alcaide, que guardaban aquella tierra, y mataron cuatro o cinco de ellos. Y fue fama que los moros lo habían hecho con justa causa, porque el alcaide quisiera entrar por fuerza y tomar una hija muy hermosa a un moro que no se la quería dar. El Mahamet Bajá fue en persona a Constantina; y porque la tierra se había alterado contra los turcos y echado fuera al alcaide, los vendió a todos en almoneda, hombres, mujeres y niños, y confiscó cuantos bienes tenían. Pero como algunos moros que escaparon, que se fueron a Tripol por tierra, de allí pasasen a Turquía y a Constantinopla y se quejasen al Turco de esto, el Turco los mandó restituir en sus casas, libertad y hacienda. Y por castigo del Mahamet Bajá le envió sucesor luego, el año siguiente, que fue el Ochali" (164).        La rebelión y castigo de Constantina, causa según Sosa, del relevo de Mohamed Bajá en el gobierno de Argel, la comenta también Luis del Mármol Carvajal como sucedida en tiempos de Euch Ali, un año después por lo tanto de lo que dice Sosa; Mármol ya no estaba en Berbería, desde 1557, con lo que parece más de fiar el testimonio de Sosa. He aquí la breve síntesis histórica de la ciudad de Constantina, la más importante del oriente argelino y que había girado tradicionalmente en la órbita de Túnez:        "Su sitio es fuerte", sobre el "río Sufegemar o Bu Marzoc, que hace una muy honda y fuerte cava... Son los muros muy fuertes... Dentro hay 8.000 casas pobladas y una grande y hermosa mezquita, y dos colegios donde se leen diversas facultades". Contrata mucho con "Numidia y Libia... De allá traen oro de Tibar y dátiles y esclavos negros; y, así, se hace en esta ciudad el mejor mercado de estas cosas que hay en Berbería". En el tiempo del abuelo de Muley Hasán de Túnez, el alcaide Nabil, renegado, construyó un castillo y venció a los "Uled Hanexa", manteniendo tres de los hijos del jeque como rehenes; tras un cruel gobierno en el que se comportó como verdadero rey, la ciudad se rebeló contra él y llegó a asesinarle. Después del gobierno de Nabil, Constantina no quiso nuevo gobernador hasta el rey tunecino Muley Mahamete, padre de Muley Hasán, que "les envió su hijo Muley Nacer", muerto poco después en guerra contra los suawa (azuagos); otro hijo de este rey, Abderrahmán, fue "muerto a traición por un criado suyo"; el tercer hijo del rey gobernador de la ciudad, "hombre mozo dado a vicios y a deshonestidades, y tan disoluto" que lo quisieron matar, terminó en prisión en Túnez. Por fin, el gobierno del renegado Alí ben Farax mantuvo   "el pueblo muy contento. Muerto éste, siendo ya rey de Túnez Muley Hascen, se entregó Constantina a los turcos, los cuales pusieron en ella su presidio. Mas señorean tan insolentemente... que muchas veces han intentado rebelarse contra ellos; y en el año 1568..., matando al alcaide y los turcos..., se pusieron en libertad. Mas Aluch Ali Fartaci, gobernador de Argel, fue luego sobre ellos y entrando la ciudad por fuerza la saqueó y la robó; y hizo que los ciudadanos fortaleciesen el castillo de nuevo a su costa, y le pagasen en lugar de pena 60.000 doblas de a seis reales y medio cada una; y quitándoles las armas, quedaron en mayor sujección y servidumbre" (165).        De la vecina Tebessa, ciudad argelina actual muy cerca de la frontera con Túnez, Mármol comenta que, pobre e insumisa, sólo "tres cosas hay en esta ciudad que hacen ventaja..., los muros, las fuentes y las nueces" (166).        Mahamet Bajá era muy joven cuando dejó el gobierno de Argel y había de seguir siendo figura importante entre los otomanos, preso y rescatado después de Lepanto:        "Era (Mahamet Bajá, el hijo de Salah Bajá) a este tiempo de edad de 35 años, de mediana estatura, medianas carnes, blanco de color, barbinegro y de los ojos bisojo. Después, en el año 1571, cuando el señor don Juan de Austria venció a la armada turquesca, fue este Mahamet Bajá preso y captivo con otros muchos principales turcos y, después, enviado del señor don Juan al papa Pío V con los hijos del Bajá y otros turcos a Roma. Con los cuales después fue rescatado, en cambio del señor Gabriel Zervellón y de otros caballeros que en el fuerte de Túnez se habían perdido el año 1574" (167).        Los años de estancia en Roma de Mahamet Bajá debieron ser de gran importancia personal para este personaje que, poco después de su rescate y regreso a Estambul, entró en relación con los servicios secretos de Felipe II en el marco de un amplio plan para organizar una Berbería al margen del control otomano. Pero esa es otra historia que precisará otro tipo de estudio más preciso y minucioso --la documentación del Archivo de Simancas es clave para ello--, y no el más ligero y narrativo de este libro de maravillas, adrede casi meramente heurístico.        El nuevo rey de Argel había de ser Euch Ali; con él se abría un nuevo periodo de la historia berberisca, no menos brillante que el que se cerraba, con la incorporación de Túnez al orden turco en Berbería. Su gobierno durará hasta Lepanto, pues luego deberá dejar Berbería para dedicarse por entero al nuevo cargo de kapudán pachá o gran almirante dela flota turca. Su corazón seguiría en Argel, sin embargo, cuyo gobierno conseguiría mantener siempre, mientras vivió, entre sus próximos hombres de confianza.        En 1566 había desaparecido Solimán el Magnífico y la vuelta de Hasán Bajá a Estambul debe relacionarse con las nuevas circunstancias de la corte otomana bajo el sucesor del gran sultán, Selim II. En medio siglo largo Berbería se había convertido en un organismo político vivo por obra de Barbarroja y de sus hombres más próximos, Hasán Aga, Salah Arraez y su propio hijo Hasán Bajá. Habían tenido que desaparecer las corrompidas y decadentes dinastías de hafsíes y abdelwadíes/zianíes de Túnez y Tremecén, pero sobre todo habían tenido que frenar aquel peculiar super-corso que para Berbería era la expansión española en la zona. Otro super-corso surgiría, y en libro como este puede hablarse así, pero más acorde con el que estaba surgiendo en el norte, más moderno por lo tanto, una organización estatal, lo que se ha dado en llamar "estado moderno".           ---------------   NOTAS:   (90).- R. Carande, Carlos V y sus banqueros, II parte, c. 10 y III parte, c. 4, "La regencia de la princesa doña Juana, 1554-1556". (91).- J.H. Elliott, La España Imperial, Barcelona, 1976, Ed. Vicens Vives, p. 225. (92).- G. Parker, Felipe II, Madrid, 1984, Alianza Ed., (93).- Elliott, La Europa dividida, 1559-1598, Madrid, 1973, Siglo XXI.  (94).- A. Domnguez Ortiz, El Antiguo Regimen: los Reyes Católicos y los Austrias, Madrid, 1983, Alianza, 9a. edic., principio c. 14. (95).- Parker, op.  cit., p.  91. (96).- Ver Sola, op. cit., pp. 17-18. (97).- Braudel, op. cit., II, pp. 431 ss.; la cita, p. 440. (98).- Archivo Documental Español, de la Real Academia de la Historia, I, "Negociaciones con Francia, 1559-1560", Madrid, 1950; Alba a Felipe II, 26/6/1559, pp. 12-14. (99).- Braudel, op.  cit., II, pp. 431 ss.  (100).- Ib., p. 436. (101).- Archivo Documental..., p. 161. Perrenot a Felipe II, 17/1/1560. (102).- Ib., pp. 223 ss., Perrenot a Felipe II, de 30/3/1560. (103).- Ib., p. 229. (104).- Ib., pp. 235-236, estractos de cartas de Perrenot. (105).- Braudel, op. cit., p. 443.  (106).- Archivo documental..., p. 324, carta de Perrenot a Felipe II, de 27/6/1560. (107).- Ib., p. 330, carta de 2/8/1560. (108).- Ib., p. 338, Felipe II a Perrenot, de 31/8/1560. (109).- Ib., p. 347, Perrenot a Felipe II, 31/8/1560. (110).- Haedo, I, pp. 335-336. (111).- Ibidem. (112).- Ibidem. (113).- Pedro Gaytán, Historia de Orán y de su cerco, edic. de E. Bisetti, Fasano di Puglia, 1985, Schena Ed. (114).- Ib., p. 46.  (115).- Ib., p. 87 y p. 150. (116).- Ib., p.  53. (117).- Ib., p.  56.  (118).- Ib., pp.  51-52. (119).- Ib., p. 56. (120).- Ib., p. 63. (121).- Ibidem. (122).- Ib., pp. 64-65. (123).- Ib., pp. 112-113. (124).- Ib., p. 56 (125).- Ib., pp. 56-58. (126).- Camporesi, El pan salvaje, Madrid, 1986, Mondibérica, p. 27; ver también Sola, op. cit. c.  5.2, "Sobre la `hambre del estómago', el `pan salvaje' y la figura del hombre que reniega de su fe religiosa". (127).- Ver más arriba, c. 3.6. (128).- Gaytán, p. 58. (129).- Ibidem. (130).- Ib., pp. 62 y 85.  (131).- Ib., p. 73.   (132).- Ib., pp. 81 y 82. (133).- Ibidem. (134).- Ib., p. 118. (135).- Ib., pp. 120 y 122. (136).- Ib., p. 139. (137).- Ib., p.  146. (138).- Ib., pp. 109, 111 y 113. (139).- Ib., pp. 118-119.  (140).- Ib., p. 137. (141).- Ib., p.  75. (142).- Ib., p. 103. (143).- Ibidem. (144).- Ib., p. 117. (145).- Ib., pp. 123-124. (146).- Ib., p. 124. (147).- Ib., p.  149. (148).- Ib., pp. 128-130. (149).- Ib., pp. 130-131. Crónica de cautiverio, Madrid, 1942, Ed. Fe, p. 26. Ver Sola, op. cit., pp. 304-305. (150).- Gracián,  (151).- Gaytán, p. 44. (152).- Ver Sola, op. cit. II.8, pp. 74 ss. (153).- Gaytán, pp.  92-92; es la noche del 4 al 5 de mayo. (154).- Ib., pp. 110 y 111. (155).- Ib., pp. 122-123. (156).- Ib., p. 133. (157).- Ib., p.  140. (158).- Ib., p. 44. (159).- Ib., pp. 133-135. (160).- Braudel, op. cit., II, pp. 485 ss. (161).- Haedo, I, p. 342. (162).- Gaytán, p. 119. (163).- Quijote, II, 2. (164).- Haedo, I, p. 344. (165).- Mármol, II, fol. 236 vto. (166).- Ib., fol. 238. (167).- Haedo, I, p. 346.
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el 18 enero, 2012 a las 18:11 Emilio Sola