Historia de un desencuentro: Capítulo 4

España y Japón, 1580-1614: Historia de un desencuentro’s Docs Historia de un desencuentro: Capítulo 4

CAPÍTULO IV.

1.         EMBAJADA DE FRAY PEDRO BAUTISTA Y ENVIO DE FRANCISCANOS A JAPÓN.

 

El envío de franciscanos a Japón fue una decisión importante del gobernador Dasmariñas. Tres años antes de estos sucesos los franciscanos habían presionado con especial insistencia. El mismo fray Pedro Bautista había enviado a la corte hispana una curiosa declaración de unos japoneses en la que manifestaban que los jesuitas tenían problemas y estaba quedando desamparada la cristiandad de Japón, seek sin predicadores, por lo que concluían que era necesario enviar franciscanos a Japón[1]. El obispo de Filipinas llegó a reunir por entonces una junta de religiosos que decidió que, a pesar del motu proprio de Gregorio XIII, fuesen algunos religiosos hispanos. Diose cuenta de esto al gobernador Gómez Pérez Dasmariñas que era recién llegado, el cual dio muy buena excusa, que él era nuevo en la tierra y que hasta saber las cosas de acá no era razón hacer una cosa como ésta[2]. Un enviado de los franciscanos salió entonces para la corte española, fray Diego de Oropesa, para gestionar el paso a Japón de mendicantes y la revocación del documento papal que lo vedaba. Fray Diego de Oropesa no llegó a España; murió en el paso de Manila a México, pero en la corte española, en noviembre de 1591, se decidía escribir al embajador en Roma para que pidiese la revocación de dicha prohibición papal[3].

 

En junio de 1593, pues, el gobernador Dasmariñas despachó los primeros franciscanos a Japón, al frente de los cuales iba fray Pedro Bautista con título de embajador del gobernador de Manila al kuampaku; llevaba una carta de tono similar a la portada por Juan Cobo el verano anterior, y un presente que debía procurar no fuera interpretado como prestación de vasallaje de los hispanos[4]. Tras un accidentado viaje, en compañía de Pedro González de Carvajal, llegaron a Hirado y fueron conducidos a Nagoya y hospedados por Hasegawa Sahioe[5]. Allí esperaron varios días la llegada de los otros tres franciscanos, venidos con Harada en otro navío, pues fray Pedro Bautista quería que estuviese presente fray Gonzalo García, como intérprete, en la entrevista con Hideyoshi.

 

Durante la espera en Nagoya surgieron algunas discusiones entre los cortesanos japoneses y los hispanos a causa del presente que habían de dar a Hideyoshi; los japoneses opinaban que era pobre para el kuampaku y rogaban al embajador y a Pedro González de Carvajal que añadieran mil pesos a lo que llevaban. La insistencia hizo sospechar a los expedicionarios aún más de las intenciones japoneses –si no estarían intentando hacer pasar ante Hideyoshi el presente como tributo o anticipo de él–, se afirmaron con más fuerza en su negativa y llegaron a amenazar con volverse a Filipinas si Hideyoshi no quisiera recibirlos. Al presente oficial, un caballo, un espejo y algunos vestidos, añadió Pedro González de Carvajal a título personal una cama dorada y una alfombra, así como un gato de Algalia. Los jesuitas también juzgaron el presente de poco valor, razón por la que fueron recibidos los hispanos con poca consideración[6]. También fray Pedro Bautista había de glosar ampliamente este capítulo, como veremos.

 

Llegados Harada y los otros tres franciscanos de la expedición, fueron recibidos por Hideyoshi en su palacio y en presencia de los grandes de la corte. El kuampaku habló en los mismos duros términos en que estaban redactadas sus cartas, con expresiones que parecían exigir prestación de vasallaje: los hispanos debían hacer su voluntad bajo la amenaza –si no lo hacían así– de enviar su gente contra ellos como había hecho con Corea. La contestación a las palabras de Hideyoshi fue de fray Gonzalo García, conocedor de la lengua, y expresó tres ideas fundamentales; en primer lugar, la carta enviada a Luzón por medio de Harada pedía amistad y no obediencia, según lo había declarado el propio embajador japonés; en segundo lugar, los hispanos sólo reconocen a Dios y a su rey, lo mismo que los portugueses, bajo el mismo rey que los castellanos. Finalmente, como cristianos los hispanos guardarán su palabra de paz y amistad, no como los chinos o los coreanos, y como rehenes de lo cual se quedarían ellos en Japón.

 

Hideyoshi Toyotomi recibió bien las aclaraciones de Gonzalo García y prometió sustento y casa para los franciscanos que se quedasen en el reino. Luego pasó a los embajadores a un aposento donde les dio de comer y les ofreció el te con trato afable y gran ostentación de riqueza que impresionó a los hispanos. Después de hacerles visitar la ciudad de Kioto para que narrasen su magnificencia al rey de España, los expedicionarios esperaron la contestación de Hideyoshi a la carta del gobernador de Filipinas.

 

La contestación se retrasó varios meses, hasta enero de 1594, en opinión de Pedro Bautista a causa de la pobreza del presente. Durante los meses de espera, los hispanos fueron captando las características de la corte japonesa y fray Pedro Bautista haría luego observaciones de gran interés para las autoridades de Manila; muchas de sus observaciones son muy atinadas, a pesar de que los jesuitas juzgaron excesivamente optimistas a los hispanos en su visión de las posibilidades evangelizadoras en el Japón[7]. Estas informaciones –tal avisos del Japón, como se diría en el Mediterráneo en esos momentos– las llevaría a Manila Pedro González de Carvajal y habían de ser muy tenidas en cuenta por don Luis Dasmariñas, hijo del recién difunto gobernador.

 

El aspecto sobre el que más insistió el embajador Pedro Bautista fue en la conveniencia de mantener una política de prestigio con los japoneses, muy descuidada hasta el momento. Dicen que nos venimos con las manos vacías y hemos sido notados de miserables, comentaba el franciscano al referirse a la disputa sobre el presente de la embajada hispana[8]. El interés manifestado por Hideyoshi de recibir una embajada magnífica del rey de España, cree Pedro Bautista que debía satisfacerse, y bien podría ir el mismo Pedro González de Carvajal a España para gestionarla. Debería enviarse una embajada con un noble de porte y autoridad, no un fraile, con mucha bolsa para gastar, regalos abundantes, trajes vistosos hispanos y una carta bien escrita, iluminada –ilustrada o decorada– y presentada en cajas ostentosas. Justo la imagen que, años después, intentaría ofrecer Sebastián Vizcaíno. Hideyoshi hizo referencia en entrevistas posteriores a la venida de una embajada de estas características, e incluso preguntó a algunos frailes sobre ella[9]. Daba tal importancia a la política de prestigio el embajador franciscano, que aconsejaba al gobernador que adoptase un aire más distante para con sus gobernados, al menos ante los japoneses que vivían en Manila, así como que procurase que su casa de Manila fuera más ostentosa y rica; tenía pensado, incluso, escribir sobre ello a la corte.

 

Resaltaba también Pedro Bautista el peligro del espionaje con la presencia en la ciudad de tantos japoneses. En Japón estaban perfectamente informados del número y calidad de las tropas españolas, situación de los puertos, características de la fortificación de Manila y similares. Recomendaba hacer salir de la ciudad al mayor número posible de japoneses, sobre todo los que entendían el castellano y hacían de intérpretes; era conveniente también desarmarlos en la ciudad, aunque con una disculpa que no indujera a sospechas de temor. Esta medida debió adoptarla Luis Dasmariñas pues meses después otro franciscano aconsejaba lo contrario: mitigar la prohibición de llevar armas por la ciudad pues en Japón se comentaba como manifestación de miedo[10]. Años después, tras el levantamiento de los sangleyes (1603), volvieron a cobrar actualidad estos argumentos.

 

Los aspectos comerciales de las relaciones hispano-japonesas no fueron abordados con amplitud, pero parece claro que Pedro Bautista captó que ese era el móvil principal para los japoneses. Dos notables influyentes en la corte, Harada y Fungen, tenían intereses en el comercio con los hispanos. Este último pidió enviar a Manila por Pedro González de Carvajal doscientos costales de harina en un navío, luego reducidos a sesenta costales. Un hermano de Harada comerciaba también entre los dos archipiélagos. Daba cifras de licencias y navíos, pero sin más precisiones. También observó el embajador el interés de los japoneses por los tibores –porcelana china–, hasta el punto que Hideyoshi deseaba el monopolio de ese comercio; más tarde fray Jerónimo de Jesús recomendaba incluir tibores en los regalos de embajada, previo asesoramiento de algún experto japonés.

 

La opinión de Pedro Bautista sobre Harada Kikuyemon aún no es tan negativa como lo será con el tiempo. El deseo de conquista de Filipinas no había progresado precisamente por la posibilidad de relaciones amistosas, y en lo sucesivo el nombre de Harada se verá asociado a cualquier sospecha de invasión japonesa sobre las islas Filipinas, la isla Hermosa u otras intermedias entre los dos archipiélagos; más tarde, cuando Hideyoshi decretó la persecución de los cristianos, Harada estuvo entre los que le animaron a tomar esa medida, o al menos entre los que no le disuadieron[11].

 
2.LA EMBAJADA DE PEDRO GONZÁLEZ DE CARVAJAL.

 

En la primavera de 1594, con los primeros tiempos favorables para la navegación, Pedro González de Carvajal navegó a Manila con las cartas de Hideyoshi y otros cortesanos, así como una de Pedro Bautista de 7 de enero de ese año. También viajó a Manila con una versión castellana de las cartas de la embajada Gaspar Harada Magoshichiro, sin duda en apoyo de un viaje comercial. En abril el gobernador en funciones, Luis Pérez Dasmariñas, había concluido el estudio de las cartas, y comenzó la preparación de una nueva embajada a Japón que habría de salir en el verano, después de que en junio Pedro González de Carvajal saliese a su vez para Madrid. El hecho de que satisficiese un deseo expreso de Hideyoshi — por la que seguiría preguntando en meses sucesivos–, puede permitir considerar a este viaje  como la primera y única embajada de Hideyoshi a Felipe II. Carvajal informó en México y en Madrid sobre el Japón de Hideyoshi y sobre las fortificaciones de Manila; la real fuerza de Santiago, así como las murallas, con garitas, parapetos, fosos y puentes levadizos que el gobernador Gómez Pérez Dasmariñas había levantado, bajo la dirección del ingeniero Leonardo Iturrino, de quien también era la traza urbanística de la ciudad[12].

 

Paralelamente, también los jesuitas y franciscanos hicieron llegar sus enviados a la corte española. Por parte de los jesuitas, el padre Gil de la Mata; por parte de los franciscanos, fray Francisco de Montilla. Los jesuitas seguían manteniendo la ilegalidad del paso a Japón de los mendicantes; según ellos, Hideyoshi les había dado permiso para visitar Kioto, pero no de predicación, como habían ellos interpretado interesadamente[13], además de seguir exigiendo el reconocimiento de los hispanos de Luzón. Los franciscanos, por su parte, con el viaje de Montilla intentaban sacar todo el partido posible del hecho consumado que era la predicación de los franciscanos en Japón.

 

Las cartas de Hideyoshi que había traído a Manila Pedro González de Carvajal no hicieron desaparecer la desconfianza de los hispanos hacia los planes del kuampaku. Luis Pérez Dasmariñas los expresa con franqueza: se deja bien conocer la poca seguridad que nos promete su amistad y palabras (de Hideyoshi) y que cualquiera pequeña ocasión le ha de mover a romperla[14]. La táctica, la misma que la de su padre Gómez Pérez; procurar entretener a Hideyoshi.

 
 
3. EMBAJADA DE FRAY JERÓNIMO DE JESÚS.

 

La contestación de Luis Pérez Dasmariñas a Hideyoshi fue muy estudiada en Manila por una junta de guerra. Tras dar la noticia de la muerte del gobernador Dasmariñas, se le acepta y da las gracias de la amistad confirmada[15]. Como intermedio, con algún brío y no menos verdad, se le advierte cuán inciertamente se pronostica el señorío del mundo (a Hideyoshi) a la vez que se resalta que nuestra confianza, como tan puesta en Dios y en sola su obediencia y la de nuestro cristianísimo rey, no admite otra ni otro dedo, mano o reconocimiento. Finalmente, para dejarle algo saboreado, se confirma en la paz y amistad, el envío de aviso de todo al rey hispano y el futuro envío de un notable como embajador. El fruto de estos planteamientos fue la carta que en el verano de 1594 llevó a Japón fray Jerónimo de Jesús y otros dos franciscanos, con un rico presente para Hideyoshi que se confió a Gaspar Harada Magoshichiro[16].

 

Los tres franciscanos llegados de Manila, en compañía de fray Pedro Bautista y el intérprete fray Gonzalo fueron hospedados en Fuhime, en casa de Fungen. Durante el tiempo de espera de la recepción de la embajada, Gaspar y Fungen manejaron a su antojo los asuntos, y hasta llegaron a entregar a Hideyoshi el presente traído de Manila, valorado en más de mil quinientos pesos, así como la carta del gobernador en funciones Luis Pérez Dasmariñas. Se nota la desconfianza de los franciscanos hacia Harada, Gaspar y Fungen, demasiado pendientes de su provecho personal en el comercio con los hispanos. Fray Pedro Bautista alaba, sin embargo, como cortesano más de fiar y eficaz, a Moeda Motokatsu[17].

 

Los cinco franciscanos fueron recibidos por Hideyoshi en Fuhime –una nueva ciudad en plena construcción, dos leguas de Meaco–, con solemnidad; del presente, Hideyoshi se holgó mucho, particularmente de los carabaos, hasta ahora no vistos en el Japón. Jerónimo de Jesús aparece hoy como uno de los informadores mejores para asuntos de Japón; con comentarios dignos de antologizarse en ocasiones, en ocasiones de gran eficacia como en el referido a esta embajada: Yo juraría, y creo sin pecado, que cuando el rey (Hideyoshi) vio la carta, que se holgó más con el oro en que venía envuelta que no con la carta… Porque realmente estos bárbaros, como no esperan otra vida, toda su felicidad ponen en que les envíen regalos y presentes[18]. A pesar de algunos reparos a la brevedad de la entrevista y algún otro detalle, el kuampaku les dio colación por dos veces, la una de la misma que él comió y dejó en el plato para nosotros. Hideyoshi parecía interesado por el asunto; les recordó que todo aquel favor que les hacía debían contárselo al rey hispano y más tarde se interesó por la venida de la embajada y regalo que esperaba.

 

Hideyoshi no respondió a esta carta del gobernador Luis Pérez Dasmariñas y causó malestar este hecho; Pedro Bautista y Jerónimo de Jesús, en principio, intentaron justificar esta actitud del kuampaku e incluso sugirieron que se enviase un nuevo presente a Japón en las naves de comercio que fueran en el verano de 1595, aunque fray Pedro Bautista sugería que fuese en secreto para evitar comentarios de los japoneses en menoscabo del prestigio hispano[19]. A finales de año, sin embargo, tras sucesos internos en Japón que glosa Jerónimo de Jesús, a los franciscanos les pareció bien que el gobernador de Filipinas no hubiese enviado nueva embajada, calificándolo de acertadísima decisión[20].

 

Así pues, no hubo intercambio de cartas y regalos entre Filipinas y Japón en 1595. Tampoco llegó a Japón la notable embajada de España que esperaba y recordaba Hideyoshi, una promesa de los franciscanos sin duda. Cuando en el verano del año siguiente el galeón San Felipe naufragara en Japón, pues, hacía un par de años que no había correspondencia  diplomática entre japoneses e hispanos.

 
4. OPTIMISMO EN MANILA Y PROYECTOS EXPANSIVOS.

 

En conjunto, las noticias de Japón no eran alarmantes. Los franciscanos mostraban optimismo y el provincial en Filipinas de estos frailes comunicaba en el verano de 1595 que Hideyoshi había dado permiso a los de su orden para quedar en la tierra; tenían hospitales, casas e iglesias y eran un aliento para la cristiandad hasta entonces perseguida[21]. El envío del franciscano Francisco de Montilla a la corte española iba con estos informes optimistas, a la vez que –como ya evocamos– desde los medios jesuítico-portugueses era enviado a Europa, con informes contrarios, el jesuita Gil de la Mata. Y la corte española comenzaría a inclinarse hacia las pretensiones castellano-mendicantes.

 

Aunque los motivos para temer una invasión japonesa eran múltiples –y hasta el daimyo de Satsuma había pedido permiso a Hideyoshi para la conquista–, la guerra de Corea hacía imposible otra empresa exterior por entonces; a su fin, habría que temer de nuevo pues Hideyoshi querría liberar su país de tanta gente armada como tenía. La amenaza de los japoneses residentes en Manila –unos mil hombres normalmente– podían ser aliados de los invasores. La poca preparación técnica de los japoneses para pasar directamente a la isla de Luzón, la podían salvar navegando hasta Formosa y, desde allí, de isla en isla, hasta Pangasinam, tierra firme de Luzón.

 

A causa de estas sospechas en Manila se trazaron algunas prevenciones, al cuidado de Francisco de las Misas. Siguieron las fortificaciones de Manila para protección de los hispanos y se ordenó que, en caso de invasión, los habitantes nativos de la costa se retirasen al interior de Luzón. Debía evitarse el combate cuerpo a cuerpo y en el mar por la superioridad numérica japonesa, bravura y armamento y se lucharía desde un refugio o fortaleza que supliese esa inferioridad, desde Manila en fin. Se evitó que los japoneses se estableciesen en el Parian, procurando que viviesen juntos y con los chinos para que se delatasen unos a otros si hubiera alguna trama; durante un tiempo se les desarmó en la ciudad y se sugirió que, en caso de invasión, se les encerrase en mazmorras y casas bajas de la ciudad. Ese verano, tan agitado, llegó a Manila el doctor Antonio de Morga, oidor de la Audiencia cuando tres años después se restaurara en Manila y uno de los que mejor narraron aquellos tiempos, tanto en su correspondencia como en el libro Sucesos de las islas Filipinas[22].

 

Jerónimo de Jesús también narró muy bien aquellos tiempos desde Japón; en una de sus cartas comenta cómo la presencia de los franciscanos en Japón era una garantía también para las Filipinas pues aseguraban al gobernador una información precisa de las cosas de Japón. Avisos de Japón, podría decirse en el Mediterráneo, con esas redes formadas por los que llevaban los negocios secretos de su majestad católica[23]. Y esa labor informativa la despliega al comentar los problemas de Hideyoshi con su sobrino –señor de Meaco– tras la vuelta de Corea, y el hecho de que al viejo kuampaku le quedaban pocos años de vida; su único sucesor posible, un niño aún, no podría evitar la desunión del Japón de nuevo. La única molestia que podrían sufrir las Filipinas sería el aumento del corso. Y este informador excepcional llegaba a recomendar al gobernador que en el caso que llegara entonces el presente de la corte hispana para Hideyoshi, que lo retuviera en Manila a la espera si Hideyoshi moría o le asesinaban. Es posible que por entonces Jerónimo de Jesús ya hubiera contactado con el daimyo del Kantó, el futuro shogún Tokugawa Ieyasu[24].

 

En su correspondencia con Dasmariñas hijo, de buen analista y hábil informador, Jerónimo de Jesús abarca también la situación global con los portugueses; éstos no querían el comercio hispano-japonés porque arruinaba los precios y el luso-japonés y por ello no deseaban ni siquiera que fueran frailes. Pero los portugueses, según el analista, no tenían derecho a estorbar el deseo de los japoneses, no gratos en China y sí en Manila tras los acuerdos con Hideyoshi; en cuanto al asunto de los frailes, los japoneses preferían a los mendicantes porque no comerciaban. Los argumentos del partido castellano-mendicante se perfilaban aún más.

 

Sobre todo por la buena acogida en la Manila de Luis Pérez Dasmariñas en plena reestructuración. El mismo nuevo gobernador de Filipinas nombrado, Francisco Tello de Guzmán, que traía el encargo de reinstaurar la audiencia de Manila tras las gestiones en Madrid del obispo Salazar, se hizo eco de la tranquilidad de los asuntos de Japón en México, durante su viaje a Filipinas para hacerse cargo de la gobernación. Luis Pérez Dasmariñas –como hiciera su padre en la malafortunada expedición a las Molucas una vez tranquilizadas las relaciones con Japón tras la segunda embajada de Harada– pensó en iniciar una jornada exterior. Convendría e importaría mucho el hacer jornada de estas islas a la isla Hermosa[25], escribía el gobernador el verano de 1596, en carta que saliera al mismo tiempo que el galeón San Felipe de Manila.

 
5.LA RELACIÓN DE LAS COSAS DE JAPÓN  DEL FRAILE MÁRTIR MARTÍN DE AGUIRRE O DE LA ASCENSIÓN.

 

La figura de Luis Pérez Dasmariñas fue una de las más interesantes de aquel final de siglo agitado en Extremo Oriente. Soldado valiente, espíritu inquieto y emprendedor, durante el gobierno de su padre fue uno de los puntales del ejército hispano en Filipinas, y luchaba en el Maluco cuando su padre murió también en campaña. Con él está relacionado el análisis más ambicioso y expansivo de lo que pudiéramos denominar partido castellano-mendicante, la Relación de las cosas del Japón para don Luis Pérez Dasmariñas conservada en el Archivo de Indias de Sevilla, como la mayoría de esta documentación. En otra copia del mismo texto –también en el mismo archivo– se la titula Apuntamientos importantes al servicio de Dios nuestro señor y vuestra majestad, hechos por el santo mártir fray Martín de la Ascensión[26]. Aunque desorbitada en ocasiones y muy teórica en otras, la relación es de gran interés y marca el techo máximo, sin duda, de las pretensiones expansivas castellano-mendicantes en Asia, con un arranque claro de los años de Santiago de Vera tras la recepción de las embajadas del daimyo de Hirado.

 

Merece la pena desmenuzar el discurso, casi un manifiesto de principios en ocasiones:

 

1. En la introducción, muy teórica, explicaba que los reyes de Castilla tenían la obligación de evangelizar las tierras que les correspondieron por el tratado de Tordesillas y las bulas papales de Alejandro VI; el patronazgo sobre las islas de Japón pertenecía a Castilla, pues en la línea de demarcación establecida cien millas al oeste de las Azores y Cabo Verde, de norte a sur, caían las Filipinas y la tierra firme de China, a las que las bulas pontificias y las provisiones reales llamaban India Occidental, siendo el Japón más cercano a la Nueva España a pesar de lo que dijeran los jesuitas; para la navegación de Filipinas a Japón había que tomar rumbo casi al noroeste. Se concluía, pues, la estrechísima obligación del rey de Castilla de acudir a la conversión de aquel reino del que el rey de Castilla era patrón.

 

2. Las causas justas que tenía Castilla para intervenir en Japón:

A. Atender a la necesidad de predicadores en Japón, tan grande que toda Europa no podía abastecer los suficientes.

B. Protección de los cristianos japoneses expuestos a las injusticias de los tiranos.

C. Las injusticias se manifestaban en la esclavitud del pueblo japonés y las continuas guerras internas entre sus señores; el señorío del rey de España sería admitido si con él había paz, tranquilidad, policía y justicia.

D. Atender a la evangelización de todos los reinos de Japón.

E. Había ministros naturales japoneses que mostraban que eran capaces de aceptar y ayudar a esa acción castellana.

F. Otras causas justas podría expresarse en términos de aumento de la real corona, prestigio hispano con la alianza de Japón y posibilidad –al permitir formar grandes ejércitos– de pacificar todas las tierras de la región, y hasta China.

 

3. Medios, en su mayoría agresivos, que podrían ser utilizados:

A. Podían instalarse, como habían hecho los portugueses en Nagasaki, en algunos puertos importantes y construir fortalezas y armadas con artillería.

B. Podían tomar los reinos que estaban sin legítimo señor y privar a los tiranos de sus reinos.

C. Podían acudir a los señores que hacían justicia de los que eran tiranos.

D. En cuanto a la acción inmediata, debía ser de ayuda a los señores cristianos, el más importante de los cuales era Konishi Yukinaga –don Agustín de Bungo– y mantener una rica correspondencia diplomática con el kuampaku y los otros daimyos; un embajador importante, como algún obispo o gran señor español, pediría que se favoreciese al cristianismo y hasta podría darse algún maestro cristiano a Hideyoshi para sus hijos, en el caso en que él no quisiera convertirse.

 

4. Conveniencia de castellanizar la política asiática para evitar los estorbos de los jesuitas y portugueses. Para ello, defender la autoridad real, de dos maneras:

A. Que los breves papales, antes de su ejecución, pasasen por la corte hispana para que no pudieran entorpecer esta política castellanizadora.

B. Que los jesuitas no se entremetan en Japón en asuntos que son competencia del rey de España, como habían hecho hasta entonces sin aprovecharse en pro del rey su poder e influencia en Japón. Pone muchos ejemplos concretos de estas actuaciones.

 

5. Japón, como el resto del sudeste asiático, debería depender de Manila, sin injerencia portuguesa:

A. La conquista del Japón debía hacerse con ejército de cristianos y castellanos, siendo importante que fuera el rey y no los jesuitas quien se ocupara de esto.

B. Las naves hispanas tardaban un año en ir por la Nueva España y tres años en ir por la India Oriental.

C. Convenía que fuesen a Japón algunos padres castellanos graves y se marchasen algunos portugueses muy apasionados.

D. El obispo de Japón debía ser sufragáneo del de Manila.

E. Malaca, como defendía el propio obispo de allí, debía depender también de Manila, lo mismo que Macao, por su buena relación con Japón.

 

6. La conquista de Formosa, primera empresa importante del plan de acción; en el camino al Japón, era peligrosa por las tormentas y el acoso de los naturales a los náufragos. Los japoneses habían sufrido muchas pérdidas en aquella zona y Harada había solicitado permiso para su conquista, lo que sería muy peligroso para los hispanos. El gobernador de Filipinas tenía justos títulos importantes para su conquista:

A. La isla Hermosa era una llave para acudir a la ayuda de la cristiandad japonesa.

B. Sus naturales agraviaban a los de Filipinas al atacar a sus proveedores y amigos, como los japoneses, y habían dado muerte al embajador fray Juan Cobo.

C. Era deber de los castellanos ofrecer camino seguro a los que venían a contratar a Manila, entre los que estaban los japoneses.

D. La isla Hermosa era enemigo común a los españoles y sus aliados.

 

7. La alianza con el daimyo del Kantó, era una segunda empresa importante de dicho plan. El Kantó era una de las regiones principales de Japón, su capital Yedo  la actual Tokio. Ieyasu –a la muerte de Hideyoshi había de convertirse en shogún e instauró al dinastía de los Tokugawa– era la personalidad política más importante en ese momento en Japón, y ofreció a los franciscanos la libertad de predicación en sus tierras con tal de conseguir permiso del gobernador de Manila para enviar una nave de contratación a la Nueva España. Martín de la Ascensión apreció aquella oferta en todo su valor, tanto en lo político –Tokugawa Ieyasu, en efecto, se convirtió en el nuevo hombre fuerte del país– como en lo económico, al juzgarlo beneficioso para los hispanos con materias básicas como pólvora, hierro o cáñamo a buen precio.

 

El plan debió agradar al gobernador Dasmariñas hijo y algunos sectores hispanos tanto como desagradar en los medios jesuítico-portugueses[27]. Dasmariñas recogió de inmediato la sugerencia de la conquista de Formosa y así lo escribió a la corte hispana, con un extenso anexo razonando la conveniencia de la conquista[28]; en su mayoría, las razones son las de la relación de Martín de la Ascensión; el único inconveniente que veía el gobernador eran los recelos que pudiera despertar en Japón y que intentaran impedirlo. Para tratar del asunto, Dasmariñas enviaba a la corte española al franciscano fray Juan Pobre, sin duda para continuar las gestiones del anterior enviado Francisco de Montilla. En julio de 1596, en el galeón San Felipe, Juan Pobre salió para Nueva España con intención de continuar a España.

 

El autor de la Relación de las cosas del Japón… era, según la copia de 1600 hecha por fray Juan de Santa Clara, el franciscano Martín de la Ascensión, uno de los franciscanos que había ido a Japón con el embajador fray Pedro Bautista. Un proyecto así, de ser conocido por los japoneses, hubiera justificado holgadamente la fama que de agresivos y conquistadores tenían los castellanos allí, según testimoniaban los jesuitas. El naufragio del galeón San Felipe en aguas de Japón y las medidas de Hideyoshi, culminaron con el martirio de seis franciscanos y veinte japoneses en Nagasaki. Martín de Aguirre o de la Ascensión fue uno de los franciscanos que murieron allí en febrero de 1597.

 

 

 

6. TRIUNFO CASTELLANO-MENDICANTE EN LA CORTE HISPANA.

 

Felipe II, el 15 de octubre de 1595, encargaba al embajador en Roma que suplicase al papa no sólo revocar el breve del 28 de febrero de 1583 de Gregorio XIII, sino también animar a los religiosos a pasar a atender la cristiandad del Japón[29]. La gestión de Alonso Sánchez y el éxito de la embajada a Roma de los jesuitas de Japón, así como la misión de Gil de la Mata no pudieron contrarrestar aquella tendencia. Paralelamente, los mendicantes realizaron un gran esfuerzo para enviar frailes a la evangelización de China y Japón con el consentimiento real[30]. La expansión misionera se convertía en una de las manifestaciones mayores de vitalidad del mundo católico post-tridentino. Cuando en 1597 llegó a Europa fray Francisco de Montilla, enviado para gestionar la revocación del breve de Gregorio XIII, encontró un ambiente receptivo a los deseos del ya perfilado partido castellano-mendicante.

 

La ida a la corte española de Pedro González de Carvajal también debió contribuir a esta situación. El memorial que presentó en Madrid no era optimista a ultranza, sino objetivo y serio. La frase y a mi me envió a decir (Hideyoshi) que quedara esperando con la respuesta de vuestra majestad, presuponía el envío de una embajada importante a Hideyoshi[31].

 

En 1596 se creaba de nuevo la audiencia de Manila, tras la suspensión en el tiempo del gobernador y capitán general Gómez Pérez Dasmariñas y el interinazgo de su hijo Luis. La iglesia metropolitana de Manila era elevada a catedral y se creaban tres nuevos obispados. El nuevo gobernador Francisco Tello de Guzmán, de viaje hacia Manila a principios de este año, reflejaba también en sus cartas ese optimismo general[32]

 

A finales de 1596 los asuntos de Japón tomaron un giro radical, sin embargo, tras el naufragio en la costa japonesa del galeón San Felipe y los sucesos que culminaron en Nagasaki en el verano del año siguiente de 1597.

 

 

 

 

 



[1] A.H.N. Diversos, Cartas de Indias, legajo 270. Declaración hecho por unos japoneses en Manila de 5 de junio de 1590. Ibid., legajo 271. Certificación de la declaración, de 22 de junio de 1590.

[2] Carta de fray Pedro Bautista al Rey de 23 de junio de 1590 (A.G.I. Filipinas, legajo 84), publicada por fray Lorenzo Pérez en Archivo Iberoamericano, 1915. Tomo IV, pp. 398-402. En esta revista el franciscano Lorenzo Pérez publicó abundante documentación sobre el asunto, hasta 1936.

[3] A.G.I. Filipinas, legajo 1064. Relación de lo que se ha de pedir en el Real Consejo de Indias de 4 de julio de 1597. Al margen, en cada punto este documento tiene unas notas con lo que se ha de decretar, de 29 de noviembre de 1591.

[4] A.G.I. Filipinas, legajo 18, ramo 5, número 158. Carta de don Luis Pérez Dasmariñas al Rey de 15 de enero de 1594.

[5] Toda la descripción de los hechos de la embajada de fray Pedro Bautista está basada en sus cartas a Gómez Pérez Dasmariñas de 7 de enero de 1594, llegadas por lo tanto cuando ya había muerto el gobernador y recibidas por su hijo Luis Pérez Dasmariñas; (publicada por fray Lorenzo Pérez en la revista cit. 1915, t. IV, pp. 402-418) y de 4 de febrero de 1594 (Ibid., 1921, t. XV, pp. 197-201).

[6] R.A.H. Manuscritos, 9-2665, folios 179 ss. Sumario de una relación que el provincial de san Francisco de las Filipinas envió…, en el que los padres de la Compañía responden a algunas informaciones de los franciscanos sobre la embajada de Pedro Bautista y evangelización de Japón.

[7] Ibidem.

[8] Carta de fray Pedro Bautista al gobernador de Filipinas de 7 de enero de 1594, ya cit. en edic. de fray Lorenzo Pérez.

[9] Por ejemplo, en A.G.I. Patronato, legajo 25, ramo 58. Carta de fray Jerónimo de Jesús a don Luis Pérez Dasmariñas de noviembre de 1595.

[10] Ibidem.

[11] La actuación de Harada Kikuyemon fue criticada desde el principio por los jesuitas; los franciscanos, que habían ido a Japón tras su gestión en Manila, comenzaron a desconfiar de su buena voluntad cuando no se les concedieron las facilidades que les había prometido. En las informaciones de testigos que se harán en Manila tras 1597, a raíz de los mártires de Nagasaki, el nombre de Harada aparece relacionado con preparativos japoneses contra las filipinas y Formosa.

[12] Ver Molina, op. cit. I, p. 91.

[13] R.A.H. Manuscritos, 9-2665, folios 179 ss. Sumario…

[14] A.G.I. filipinas, legajo 18, ramo 5, número 168. Carta de Luis Pérez Dasmariñas al Rey de 25 de junio de 1594. El portador, sin duda sería Pedro González de Carvajal.

[15] A.G.I. Filipinas, legajo 6, ramo 5, número 115. Acta de la junta de guerra celebrada en Manila el 22 de abril de 1594, con los textos de las cartas traídas del Japón por Carvajal y con la contestación a Hideyoshi. Publicada por fray Lorenzo Pérez, Archivo Iberoamericano, 1921, t. XV, pp. 204-212, de una copia conservada en la Biblioteca Nacional, Manuscritos 13173, folios 84r-92v.

[16] El desarrollo de esta embajada lo narró fray Jerónimo de Jesús en carta de febrero de 1595 a Francisco de las Misas (A.G.I. Filipinas, legajo 29, ramo 4, número 92), así como fray Pedro Bautista a Luis Pérez Dasmariñas de 13 de octubre de 1594, publicada por fray Lorenzo Pérez, Archivo Iberoamericano, 1921, tomo XV, pp. 212-217, según manuscrito de la B.N.M., Manuscrito 13173, folios 98r.-102v.

[17] Ibidem. Sobre el presente entregado a Gaspar para llevar a Hideyoshi con las cartas, fray Lorenzo Pérez publica en una nota a la carta de fray Pedro Bautista (ibid., pp. 212-213) una Memoria de las cosas que se le entregaron a don Gaspar para el emperador del Japón.

[18] A.G.I. Filipinas, legajo 29, ramo 4, número 92. Carta de fray Jerónimo de Jesús a Francisco de las Misas ya citada, una de las más sabrosas de estilo de este espía peculiar.

[19] Cartas cit. en las dos notas anteriores.

[20] A.G.I. Patronato, legajo 25, ramo 58. Carta de fray Jerónimo de Jesús a don Luis Pérez Dasmariñas de 13 de noviembre de 1595.

[21] A.G.I. Filipinas, legajo 18, ramo 6, número 183 y 184. Cartas de Luis Pérez Dasmariñas al Rey de 15 de mayo y 3 de junio de 1595. Ibid., legajo 84, ramo 3, número 87. Carta de fray Juan de Garrovillas al rey de 1 de junio de 1595.

[22] Madrid, 1909, en edic. de Wenceslao Fernández Retana.

[23] Las redes de información en la frontera surgían de medios religiosos o marineros y de entre gentes de fidelidad dudosa –o fronteriza también de alguna manera. Para la frontera mediterránea, he publicado, en compañía de J.F. de la Peña, Cervantes y la Berbería. Cervantes, mundo turco-berberisco y servicios secretos en la época de Felipe II, Madrid, 1995, F.C.E.

[24] Carta de fray Jerónimo de Jesús a Luis Pérez Dasmariñas de finales de 1595 ya cit.

[25] A.G.I. Filipinas, legajo 18, ramo 6, número 210. Carta de Luis Pérez Dasmariñas al rey de 8 de julio de 1596.

[26] Ibid., número 248. Relación… A.G.I. Filipinas, legajo 19, ramo 2, número 41. Apuntamientos… Todo lo que sigue está basado en la Relación… Ambas en mal estado de conservación.

[27] Además de la documentación ya citada, hay una alusión directa a la Relación… de fray Martín de la Ascensión en una carta de Alejandro Valignano al padre Raimundo Prado de 19 de noviembre de 1597, R.A.H. Manuscritos, 9.2665, folios 62-64.

[28] A.G.I. Filipinas, legajo 18, ramo 6, número 210. Carta de Luis Pérez Dasmariñas al rey de 8 de julio de 1596, con anexo Las razones y conveniencias para que Usía haga este año jornada de la isla Hermosa.

[29] Ver documentos siguientes: A.G.I. México, legajo 115, ramo 1, número 8. Memorial en italiano presentado a Su Santidad de 6 de febrero de 1596. A.G.I. Indiferente General, legajo 2869, tomo V, folio 6 vto. Provisión real de 5 de febrero de 1596. A.G.I. Filipinas, legajo 1, ramo 1, número 14. Consulta del Consejo de Indias de 30 de mayo de 1596. A.G.I. Indiferente General, legajo 748. Copia de carta que se escribió al embajador en Roma sobre cosas del Japón de 13 de junio de 1597. La carta del 15 de octubre a que hace referencia el último documento no la he podido localizar.

[30] Ver documentos siguientes: A.G.I. Indiferente General, legajo 1412. Dos peticiones de fray Juan Volante, dominico, para pasar algunos compañeros de su orden a Filipinas de noviembre y diciembre de 1595. Ibid., legajo 2869, tomo V, folio 1 vto. Cédula real de 20 de enero de 1596 concediendo a fray Juan Volante pasar a Filipinas con 60 compañeros. A.G.I. Filipinas, legajo 1, ramo 1, número 20. Consulta del Consejo de 30 de junio de 1596.

[31] Memorial de Pedro González presentado en la corte española, publicado por fray Lorenzo Pérez en Archivo Iberoamericano, 1915, tomo IV, pp. 412-413, según original del Archivo de Indias de Sevilla. A.G.I. Filipinas, legajo 6, ramo 5, número 116. Carta del gobernador de Filipinas al rey de 22 de junio de 1594.

[32] A.G.I. Filipinas, legajo 115, ramo 1, número 1. Carta de Tello desde México, de 9 de enero de 1596.