HISTORIA 6, José Miguel Escribano y Ricardo Castillo

HISTORIA 6, José Miguel Escribano y Ricardo Castillo

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ARGEL DELENDA EST. EL “NUEVO ASPECTO DE LA TOPOGRAFÍA DE LA CIUDAD Y REGENCIA DE ARGEL” DE FRAY ALONSO CANO Y NIETO

José Miguel Escribano Páez; Ricardo Castillo Larriba

 

                En la Sala del Retablo de Santa María de la catedral de Segorbe, viagra entre otros muchos cuadros, se conserva uno un tanto singular. Detengámonos un instante a examinarlo. En él aparece un hombre, sus ropas obispales apenas pueden ocultar una constitución excesivamente delgada, en su cabeza una rigurosa tonsura apenas deja cabellos en torno a la frente y las sienes, su rostro es algo pálido y parece esbozar una sonrisa. Sobre el fondo gris, en la esquina superior izquierda aparece una cruz roja y azul: es un trinitario. Fijémonos más todavía. En su mesa junto al tintero y las plumas hay un plano arquitectónico (sin duda el artista quiso reflejar el interés por la arquitectura y la actividad como escritor del retratado). Por último, apoyado en la mesa y sujeto por la mano izquierda de nuestro hombre hay un libro encuadernado en piel, en su lomo puede leerse claramente: “Topografía de Argel”. El retratado es Alonso Cano y Nieto, y el libro que sostiene es su  Nuevo Aspecto de la Topografía de la Ciudad, y Regencia de Argel, su estado, fuerzas, y gobierno actual computado con el antiguo, precisamente el libro que presentamos y analizamos a continuación.

1. El Autor.

                El autor de la obra es, como decíamos, Alonso Cano y Nieto[1]. Sobrino del ilustre teólogo Melchor Cano, nació el 23 de enero de 1711 en Mota del Cuervo. En enero de 1727 viste el hábito trinitario y emite los votos en el real convento trinitario de Madrid.

                Su formación es bastante amplia. Estudió filosofía en el convento trinitario de Burgos y teología en el de Alcalá de Henares. En esta misma ciudad imparte teología durante ocho años entre 1737 y 1745. Un año después deja sus cargos en el convento alcalaíno y pasa al de Madrid como conventual. Pero ese mismo año es nombrado presidente y primer prelado del Real Hospicio o Colegio de Roma, a dónde llega el 9  de mayo de 1747. En 1752 vuelve a Madrid donde es designado administrador general de la redención y procurador de la provincia religiosa de Castilla, en abril de 1766 se le confía el provincialato de la misma.

                En 1768 nos le encontramos en Argel a propósito de una redención de cautivos. En el libro que narra con todo lujo de detalles esta relación nuestro hombre aparece como “calificador de la Suprema, teólogo de su Majestad en la junta de la inmaculada concepción, censor de libros, académico de la Real Historia examinador sinodal del Arzobispado de Toledo Ministro provincial de la Provincia de Castilla, León, y Navarra, y de los reales Hospicios de Argel, Túnez, y colegio de Roma del Orden de la Santísima Trinidad Calzada redentor de cautivos, y redentor general por su religión”[2]. Tal acumulación de cargos nos dibuja a un hombre con una espectacular carrera a sus espaldas que se mueve por las altas esferas del poder. Así, El 22 de junio Carlos III le presenta para ocupar la sede episcopal de Segorbe, cargo que acepta inmediatamente. Una vez nombrado obispo pasará a formar parte también del Real Consejo de Su Majestad. 

                Su primera acción en el cargo episcopal fue la erección del Seminario Conciliar de Segorbe, del que diseña las constituciones, así como los planes de estudios y de gobierno. Ello iría acompañado de una enorme obra caritativa (reparte limosnas, paga dotes, repara iglesias, funda un pósito, un hospicio para pobres, y escuelas de primeras letras). A todo esto hay que sumar sus reformas en la vida espiritual y material de su diócesis. En el primer ámbito lleva a cabo una vigilancia del culto y ataca las fiestas “paganas”. En el segundo lleva a cabo un intento de revitalizar la economía renovando la agricultura, pero también apoyando la producción textil.

                Sus acciones nos dibujan un hombre activo y rigorista de vida austera. De hecho sus biógrafos hacen hincapié en su carácter humilde en extremo y alejado de cualquier tipo de lujo… pero este era el Cano eclesiástico, pasemos ahora a otra faceta de su vida: su actividad como historiador.

                 El 24 de abril de 1767, con 56 años, es nombrado académico de la Real Academia de la Historia[3]. Pero su relación con esta institución había comenzado años antes. En 1759 nuestro autor entrega a la academia la que será su primera donación de moneda bizantina, proveniente del norte de África[4] junto con otras monedas encontradas en sus excavaciones en Sagunto. Su interés por la numismática, tan en boga en la época, y por la antigüedad clásica le acompañará siempre. El 20 de abril de 1770 compra en Túnez por 630 reales de vellón unas monedas romanas y bizantinas que envía a la Real Academia de la Historia[5]. Esta inquietud se percibe en la obra que analizamos por ejemplo al lamentarse de no haber podido encontrar unas monedas  descubiertas por unos esclavos durante el transcurso de unas obras[6]. Algo parecido ocurre cuando se centra en aspectos como la factura de las piedras o las inscripciones que asocia a la antigua presencia romana en la zona.

 

                  Alonso Cano y Nieto escribe unas quince obras que van desde las oraciones panegíricas hasta una Noticia de la Cabaña Real ó Ganados Trashumantes. En su repertorio sobresalen obras de carácter histórico. Además de la ya citada escribe una historia sobre su colegio romano, un compendio histórico de la vida del beato Simón de Rojas, etcétera. Si bien su obra, fiel reflejo de sus intereses, es bastante variada.  

                Su obra como censor nos ha legado algunos textos en la aprobación de algunos libros que nos permiten conocer un poco mejor a nuestro autor. Sus conocimientos de arquitectura, además de quedar claros en el retrato antes aludido, se manifiestan en su texto de aprobación que precede al tratado manuscrito La Arquitectura Civil de Don Joseph de Hermosilla y Sandoval…[7]. En el texto el autor muestra sus conocimientos sobre la materia aludiendo a sus experiencias anteriores y su opinión sobre tratados de arquitectura. No olvidemos que las obras del convento trinitario en Roma que él preside se llevan a cabo bajo su supervisión[8]. Pero el texto además de eso deja ver el Alonso Cano conocedor de la Antigüedad Clásica cuando se detiene a hacer un repaso de los monumentos romanos conservados en España, y las construcciones más antiguas de la Ciudad Eterna.

                Concluyendo, nuestro autor es un hombre con distintos intereses, un hombre de su tiempo, pero sobre todo un hombre que lejos de amar el saber por el saber, busca siempre el conocimiento para aplicarlo de manera práctica. Escribe sobre ganadería, pero no como un alarde de erudición sino en relación a toda la obra de renovación que está llevando a cabo en su sede episcopal. Algo parecido hace cuando escribe sobre Argel, no se queda en una simple historia que recoja todos los testimonios de historiadores pretéritos al respecto, va más allá y sobre todo escribe con una clara intencionalidad práctica sobre el tema como se verá más adelante.

2. La Obra.

2.1. Contexto.

Antes de comentar directamente cuales fueron las circunstancias concretas en que se redactó el documento, trataremos de hacer un examen general de cual era la situación de la Regencia Argelina en la segunda mitad del siglo XVIII y su relación con España para entender mejor la realidad histórica en la que se enmarca la obra que analizamos.

El siglo XVIII se podría considerar como el siglo de la decadencia de las acciones piráticas en el Mediterráneo por parte de los corsarios argelinos. Esto sin embargo no quiere decir que no se siguieran produciendo, sino que en comparación con la primera mitad del siglo XVII, que podríamos denominarla como la Edad de Oro del Corsarismo Argelino, el número de capturas se reduce. A pesar de esto, la piratería argelina sigue plagando el Mediterráneo y haciendo mella en las economías de los diferentes gobiernos europeos. Esta situación, es perceptible en el hecho de que aún en esta centuria, las diferentes monarquías y repúblicas tenían que firmar tratados beneficiosos para Argel a fin de que cesasen las acciones piráticas contra sus barcos. A lo largo del siglo XVIII se producirán acciones bélicas de algunas potencias europeas contra la Regencia misma a fin de doblegarla y conseguir que pusiera fin a su corso. Esto indica que la captura de embarcaciones por parte de los argelinos seguía constituyendo un obstáculo a la pacífica navegación, y en definitiva un obstáculo para el comercio.

 

A nivel de política interna podríamos decir que entre 1710 y 1830, todos los dirigentes políticos de Argel actuaron como una “República independiente”[9].  Esta expresión refleja el giro operado a partir de 1710 en la política argelina al producirse la ruptura de la vinculación política real, que no simbólica, entre la Regencia Argelina y la Sublime Puerta[10]. Además como afirma Ismet Terki-Hassaine su distanciamiento con respecto a la Gran Puerta no contribuyó a consolidar su autoridad entre la población autóctona (…) faltando los medios y voluntad de practicar un política de cambio (que hiciese que pudiera adaptarse a las nuevas circunstancias del momento).  La incapacidad para adaptarse a las nuevas coyunturas aparece muy bien reflejada en la obra, mostrándonos, aparte de la clara intencionalidad política del escrito, un cierto anacronismo en lo que se refiere a su estructura política interna. Reflejo de esta situación inestable son la continuas rebeliones que se dan en Argelia y que no garantizan una estabilidad que contribuya a una reestructuración tanto económica como política y social de la Regencia.

A pesar de la situación de inestabilidad y falta de adaptabilidad a los nuevos tiempos, hay un periodo que debe ser destacado: el mandato del Dey Mohammed Ben Othman Pachá entre 1766 y 1791. La estabilidad y los deseos de modernización serán los puntos que caractericen y hagan particulares los años de gobierno de este Dey. Sin embargo a pesar de toda la buena voluntad, era necesario un cambio integral de la estructura, no solo política y económica, sino también mental, ya que a pesar de los cambios, continuamos encontrándonos ante una sociedad con una mentalidad marcadamente agrícola. Esto hizo que las medidas solo reportaran un aumento de la tensión existente en una sociedad consciente de su retraso frente al ascenso de otras entidades políticas que hasta entonces habían tratado con temor a la Regencia Argelina. Podemos decir que la inestabilidad generada tras la muerte de este Dey sería la muestra de la descomposición de una estructura política que no era capaz de hacer frente a su propio futuro. Esta inestabilidad no solo se reflejaba en la capital sino en todos los territorios vasallos de la Regencia, ya que se organizaron a imagen y semejanza de Argel, por lo que también asimilaron su propia estructura que llevaba consigo el germen de la desintegración interna.

Respecto a sus relaciones con otros Estados del Magreb[11], hay que destacar la rivalidad siempre existente con el sultanato marroquí, tanto en su etapa Saadi como Alawi. Curiosamente la inestabilidad política que se generaba en uno parecía repetirse en el otro, como sucedió en la primera mitad del siglo XVIII. Sin embargo la situación cambió radicalmente cuando accedió al poder el sultán alawita de Marruecos Mulay Muhammad III Ibn Abd Allah, que llevó a cabo una hábil política diplomática con las diferentes monarquías europeas (en concreto Francia y España) y con la Regencia argelina, sirviendo, de hecho, de puente de enlace para las negociaciones de paz entre potencias como España, y la Regencia, y facilitar los procesos de rescate de cautivos de ambas partes hechos en actos de corsarismo (algo de especial relevancia ya que este gran sultán marroquí actuó como intermediario entre los Gobiernos de España y de la Regencia para llevar a cabo el último gran canje de cautivos entre ambos en el año 1768, operación en la que participó Alonso Cano).

Una vez dibujada la situación general en la que se enmarca la obra pasamos a contextualizar más detalladamente los acontecimientos a los que se encuentra íntimamente ligado el texto de Alonso Cano. Como decíamos anteriormente se trata de la última gran redención realizada por los trinitarios en Argel, entre los años 1768-1769, dirigida por nuestro autor. Esta operación de rescate está caracterizada por la mediación del sultán marroquí anteriormente mencionado, a través de su embajador Hamet Elcacel. El 5 de abril de 1768 el rey Carlos III de España firmó una orden que se transmitió a las tres órdenes redentoras, trinitarios calzados, descalzos y mercedarios. Dicha orden, mandaba  concertar un canje de cautivos argelinos por los españoles que habían quedado en Argel tras la última gran redención de los años 1754-1755, sirviendo como mediador el embajador marroquí en España. El Conde de Aranda recomendó a Carlos III que, para apoyar la Redención, se procediese al envío de cuatro navíos de guerra que hiciesen de escolta de los mismos y actuasen a su vez como medio de intimidación.

Para llevar a cabo la acción eligieron como padres redentores a Alonso Cano, Manuel López Pintor, que ya había estado en los hospitales de Túnez y Argel, Laureano de Cuba, el mercedario Antonio Manuel de Artalejo, Juan de la Virgen, trinitario descalzo, Francisco Jesús Nazareno y José de la Virgen[12]. Embarcaron el 7 de Octubre con en las naves San Vicente, San Isidro, Santa Isabel y la fragata Santa Teresa, además de una tartana. A los cinco días de Navegación se encontraban en la Bahía de Argel.

El 26 de octubre los padres redentores saltaron a tierra, y procedieron al canje de 26 capitanes o patronos de barco a cambio de los arraeces argelinos. El resto se continuó según la siguiente norma: un argelino por cada dos españoles. Hubo sin embargo problemas ya que muchos propietarios de cautivos preferían el dinero al canje, y éstos llegaron a elevar sus quejas al mismísimo Dey, que llegó incluso a sufrir un atentado contra su vida por no obligar a los redentores a efectuar los intercambios como pedían. El 6 de noviembre quedó casi concluida la Redención pasando a los barcos 110 cautivos por canjes y 25 de regalo por los moros que sacó de España el embajador Marroquí. En esta situación apareció un temporal que obligó a los barcos hispanos a levar anclas y dejar la Bahía de Argel. Mientras, los padres redentores permanecían en tierra. A finales de noviembre una parte de los redentores partieron con los rescatados, mientras que otra, encabezada por Alonso Cano, permaneció en Argel para rescatar a los cautivos de Tabarca[13]. Obedecían así las órdenes secretas dadas por el gobierno de Carlos III, como bien reflejado aparece en la obra. Este colectivo englobaba a unas 323 personas repartidas a lo largo de la geografía argelina.

La escuadra española regresó a la Bahía de Argel el 23 de Febrero, llevándose a cabo los últimos canjes tres días después. A la mañana siguiente embarcaron finalmente para España. A su llegada a Alicante se hizo un recuento de los habitantes de Tabarca, que fueron utilizados para poblar la llamada Isla Plana, frente a la costa alicantina,  que a partir de entonces recibió el nombre de Nueva Tabarca o simplemente Tabarca.

Finalmente y según aparecen en el Breve extracto del canje y redención general fueron rescatadas un total de 1402 personas, de entre ellas siete eclesiásticos, un comisario de guerra, un teniente, un contador de navío, 28 patronos de embarcaciones, 231 personas entre mujeres y niños de hasta 16 años, y 101 soldados y marineros. El total del coste de la Redención se elevó a 689.494 pesos fuertes y 14 reales de vellón.[14]

2.2 El Nuevo Aspecto de la Topografia de la Ciudad y Regencia de Argel.

Comencemos el análisis de la obra centrándonos en su materialidad. Se trata de un manuscrito de 237 páginas escritas en letra bastardilla redonda de tipo castellano. El hecho de que el libro sea un manuscrito ya nos induce a pensar que no fue escrito para un gran público, ya que no buscaba ser impreso. Todo lo más que hace es imitar la imagen de los libros impresos. Esto es, toma de ellos tanto la disposición continua del texto como la distribución del aparato crítico y la composición de los títulos.

                En cuanto a su conservación hay que decir que el libro ha llegado hasta nuestros días íntegramente, sólo cabe reseñar la ausencia de un mapa que el autor afirma incluir en su obra[15]. En otras copias como la de la colección Borbón Lorenzana si se consigna un grabado y el original debió incluirlo, si bien por alguna razón cuando se copiaron tanto el ejemplar de la Biblioteca de la Universidad de Alcalá como el de la Biblioteca Nacional no debió considerarse necesario. No parece probable que el mapa haya sido sustraído con posterioridad ya que el libro no presenta ningún resto de hojas cortadas y la sucesión de las mismas no se ve alterada en ningún momento a excepción del error que comete el copista en la numeración al pasar de la página 184 a la 186.

Sólo hemos conseguido localizar tres copias más de la obra. Dos de ellas son  mencionadas en el magnífico libro sobre la actividad redentora de los trinitarios escrita por Bonifacio Porres[16], y una tercera se conserva en la Real Academia de la Historia[17]. De las dos primeras una se conserva en la colección Borbón Lorenzana de Toledo y otra en la Biblioteca Nacional (Mss. 17706) con sello de Pascual de Gayangos[18]. Respecto a esta última copia hay poco que decir, el tipo de letra y el soporte son idénticos a los del libro que hemos manejado, y la única diferencia que conviene resaltar es que no presenta las referencias al pie de página, sino en los márgenes laterales, escritos en una tinta distinta a la del resto del texto y con múltiples correcciones posteriores. En el lomo, no aparece el título de Topografía sino “Historia de Argel”. Ninguno de estos ejemplares es el original ya que ambos parecen ser copias realizadas en 1778 como la  que manejamos en esta edición. Es interesante observar que la copia conservada en Toledo fue copiada en Madrid, donde presumiblemente debía estar el original que escribió el autor, que tampoco se ha conservado en la biblioteca del seminario conciliar de Segorbe que inauguró nuestro autor. Antonio de la Asunción en su diccionario de escritores trinitarios afirma que Alonso Cano regaló una copia a la Real Academia de la Historia[19], y otro autor del momento nos cuenta que el autor regaló un ejemplar de su puño y letra (que quizá fuera el original) a su predilecto Santuario de Tejeda y que en su época fue copiada por algunas personas autorizadas y eruditas[20].

                A juzgar por los escasos ejemplares conservados, y por el hecho de que todos ellos sean manuscritos podríamos decir que la obra tuvo una escasa difusión. Ahora bien, no debemos caer en el error de asociar automáticamente los textos manuscritos con una escasa divulgación. Además en el caso de la obra que estamos analizando se puede decir que estaríamos ante una difusión minoritaria sólo únicamente desde un punto de vista excesivamente cuantitativo. Puede que el libro de Fray Alonso Cano no se llevara a la imprenta, y puede que no se vendieran miles de ejemplares de el mismo. Pero desde luego, cualitativamente, y siguiendo las expectativas del autor, su libro no pudo tener mejor difusión. El trinitario ya había llevado diversas obras a la imprenta, y desde su posición no hubiera tenido dificultades en llevar otra más. De hecho la parte final, esto es, el resumen de la redención llevada a cabo entre 1768 y 1769 si que se imprime[21]. Ahora bien el cuerpo principal de la obra es algo totalmente distinto. La intencionalidad del autor vincula su libro con los círculos eruditos del momento y sobre todo con el ámbito reducido de los poderosos como se verá más adelante. Teniendo esto en cuenta la obra llegó al público para el que había sido concebida.

2. 3. Las Fuentes de Fray Alonso Cano.

                Cuatro son las posibles fuentes útiles para realizar una descripción como la que nuestro autor intenta hacer de Argel: el recurso a informantes, la consulta de documentos que puedan aportar cierta información, la lectura de los autores que hayan tratado el tema con anterioridad y por último el recurso a la propia experiencia al respecto. Las dos primeras se podrían descartar casi desde el primer momento o por la excesiva desconfianza de los argelinos[22] o por la inexistencia de ese tipo de documentación[23]. Afortunadamente para nuestro autor las otras dos fuentes fueron más accesibles, en primer lugar porque aquel lado del Mediterráneo ya había sido estudiado antes por otros y en segundo lugar porque él mismo pudo conocer aquel ámbito, como decíamos más arriba, cuando entre 1768 y 1769 pasó cinco meses allí como redentor de cautivos en la última gran redención.

Como queda patente desde el título mismo de la obra el redentor se disponía a escribir sobre el Argel de su tiempo pero confrontándolo con el antiguo. Para ello, y para iluminar otras partes de su obra, Cano recurre a las diversas obras que trataron el tema antes que él. En el primer capítulo el trinitario hace un recuento por orden cronológico de los autores que han escrito sobre Argel con anterioridad. Se admira de que la Regencia Berberisca haya atraído la atención de tantos escritores y de la disparidad de pareceres entre estos[24]. En este repaso de autores Alonso Cano menciona a León el Africano[25], Diego de Haedo[26], Juan Bautista Gramaye[27] Nicolás Antonio (que plagia a Haedo)[28], el padre Pedro Dán[29], Fray Gabriel Losada[30], el Maestro Silbestre[31], los también, trinitarios Francisco Comelín y Joseph Bernardo[32], y Monsieur Laugier de Tassy[33]. De todos ellos hace una valoración crítica bastante acertada en la que señala entre otros aspectos de donde provienen sus informaciones. Se puede decir que el autor ha consultado pues estas obras, aunque algunas como la del mencionado Nicolás Antonio no vuelva a citarla.

                Pero no sólo utiliza estas fuentes. A ellas hay que sumar obras que no tratan exclusivamente de la ciudad de Argel pero en las que esta tiene cierta relevancia como pueden ser los anales de Zurita, o la crónica sobre Carlos V escrita por Fray Prudencio de Sandoval[34]. En lo referente a la etimología y la antigüedad de Argel recurre también a autores clásicos como pueden ser Plinio, Estrabón o Ptolomeo, etcétera.  

                Pero sin duda los autores que predominan a lo largo de la obra son Haedo, Gramaye y sobre todo Sandoval, si bien las referencias a este último se concentran (como es lógico) en los capítulos sobre la empresa argelina de Carlos V. No es de extrañar que Haedo sea el más utilizado si tenemos en cuenta que para nuestro autor su descripción de Argel era la más completa y rigurosa[35].

                Si nos detenemos a examinar más a fondo los autores que cita en el primer capítulo nos daremos cuenta de que la mayoría son trinitarios (el Padre Dan, el belga Jean Baptiste Gramaye, el Maestro Silbestre, el Padre Francisco Comelín y Joseph Bernardo) o mercedarios (Fray Gabriel Losada). Estos autores pertenecían a las dos órdenes tradicionalmente encargadas de llevar a cabo las redenciones de cautivos. Así pues, cuando Fray Alonso Cano escribe su Nuevo Aspecto no está haciendo más que lo que ya han hecho muchos otros antes: aprovechar su estancia allí a propósito de una redención para escribir sobre un ámbito normalmente inaccesible para el resto de los europeos.

                A estas fuentes hay que sumar sus informantes, porque a pesar de lo que dijera sobre lo difícil de conseguir que nadie suministre a un extranjero noticias sobre sus fuerzas y gobierno[36] el trinitario consiguió diversas informaciones a través de terceros como queda patente en algunos fragmentos de su obra. Así, cuando intenta calcular el número de casas de la ciudad contrapone los testimonios de los distintos autores al de un “sujeto hábil y muy practico del país[37], algo parecido ocurre cuando intenta hacer un cálculo de las mezquitas de la ciudad[38] o cuando intenta hacer un calculo estimado del número de soldados argelinos[39]. Se puede intuir que como especifica en algún caso[40] estos informantes fueran algunos de los cautivos liberados en la redención. Si bien el Padre Vermejo, en cuya obra sobre el santuario de Tejeda cita el trabajo de Alonso Cano, afirma que nuestro autor se ganó la confianza de un judío instruido en la materia que le franqueó documentos desconocidos por los historiadores anteriores[41], en esta misma dirección apunta el hecho de que nuestro autor cite a un judío como su fuente al hablar de la comunidad hebrea en Argel[42]. Por último, tras su regreso y ya en España también utilizó las noticias que podían ser de su interés, como las que hacen referencia a las capturas de navíos corsarios en el verano de 1770[43].

                Ahora bien, tan importante es conocer las fuentes que nuestro autor consulta como saber como las maneja. Cano no se acerca a los autores que han escrito sobre Argel con un interés eminentemente científico u objetivo, sería absurdo pensarlo. El trinitario se aproxima a ellos con una intención determinada, en muchos casos muy parecida a la de los autores que él consulta, y eso condiciona enormemente el diálogo que establece con estas fuentes. Cuando se detiene a narrar las anteriores intentonas de tomar Argel lo hace con una intención muy clara, demostrar que la ciudad es fácil de conquistar y que si no lo ha sido antes ha sido por culpa de los errores cometidos por los mandos[44] o por las inclemencias del tiempo[45], nunca por los méritos propios de los defensores. En el diálogo con estos textos busca siempre contraponer los datos antiguos relativos a construcciones o poderío naval con los actuales para mostrar así su decadencia como cuando repasa el número de barcos que poseen los argelinos[46]. El manejo de las fuentes, y esto es quizás lo más importante, quedaba subordinado a los objetivos que hacen al autor escribir su obra. 

2.4. Intencionalidad de la Obra.

                Para entender tanto el lenguaje, así como las insinuaciones, utilizados por el Padre Alonso Cano hay que tener en cuenta la formación de la propia figura del autor. No podemos dejar de considerar que el éste es un trinitario calzado, es decir, pertenece a la orden redentora por excelencia y esto es determinante a la hora de entender su concepción sobre la realidad berberisca. Para él, igual que para la mayoría de la cristiandad occidental, la Berbería se presenta como una sociedad incomprensible dentro de sus parámetros de entendimiento. La diferencia cultural y mental es tal, que dicha sociedad tan solo puede ser calificada como perniciosa, así cómo un elemento alterador del orden natural de las cosas, ordenadas según la fe cristiana. Este principio, que tiene en la competencia religiosa la base de todo este discurso, sería suficiente para justificar la erradicación total rival cultural.

                Sin embargo hay que añadir a este aspecto el de la competencia política y económica, ya que las Regencias Berberiscas se habían convertido en un límite para la expansión política y económica de las potencias cristianas en el mediterráneo, además de constituir una sangría monetaria para éstas, debido a los actos piráticos. Este último aspecto es el más conocido por el padre Alonso Cano, muy consciente del derroche de medios y de dinero que suponía para una potencia como España el continuo rescate de cautivos en manos de los musulmanes norteafricanos. En el documento encontramos ejemplos que hacen referencia a ello:

 “Los imponderables  perjuicios que ocasionan a la monarquía con sus piraterías, y hostilidades, son demasiando notorios para que yo me detenga a especificarlos. Y en herrado concepto en que vivimos del estado actual de sus fuerzas, y medios para continuarlos, es en nuestro dictamen el mayor de todos, bastando el conocerlos bien para exterminarlos, y este es el fin y objeto principal que en su examen nos proponemos”[47]

                El autor no podría haber sido más claro. Partiendo de estas premisas es fácil detectar en la obra las reiteradas llamadas a llevar a cabo la conquista de la zona que ponga fin a los actos piráticos, acabándose así con la “tiranía” musulmana sobre las poblaciones norteafricana, restableciendo el orden natural de las cosas. Un clarísimo ejemplo en este sentido serían las siguientes palabras:

“Cuando el celo de nuestro gobierno no se propusiese otro interés en el exterminio de esta hidra devoradora de nuestra población, que el indultarla de un tributo de mayor oprobio y perjuicio que el que se cuenta haber ocasionado la batalla de Clavijo, y el Voto de Santiago, sería un objeto digno de igual conato, y ardimiento”.

“Por dicha de nuestra actual constitución tenèmos hecho lo mas: solo resta, que un golpe decisibo acabe de exterminar de una vez este espantajo de nuestros mares, ò si à esto no hay lugar, seguir en la curativa lenta el aforismo de Hipócrates. „lo que experimentado aprovecha, continuado sana„. En efecto, ès tan visible la decadencia de sus corsos en este ramo de cautivos desde que nuestros Jabeques y Galeotas les dan caza, y se deja vèr en sus Mares algun Vagel de Guerra”[48].

                A estas peticiones se añaden las constantes referencias a la relativa facilidad con que se llevaría a cabo la conquista de Argel (el núcleo principal de toda esta realidad). Para ello el autor procede a realizar detalladas descripciones de las miserables condiciones en las que se encuentran las defensas berberiscas en relación con la potencialidad de España. En este sentido se puede considerar que la intención de mostrar una ciudad desprotegida y fácil de conquistar resta eficacia a una obra que tenía por fin informar pormenorizadamente de todos los aspectos que podían interesar de cara a su conquista.

En el libro se percibe que el primer obstáculo al que hay que hacer frente es a la imagen creada de una ciudad, Argel, inconquistable y fuente inagotable de estrepitosos fracasos para la armada española incluso en sus mejores tiempos. Para ello (como decíamos anteriormente) intenta dar explicación a cuales fueron las auténticas causas que produjeron dichos fracasos. Vemos que en ningún momento señala como causa de la derrota a la superioridad militar de los argelinos sino que da a entender que los motivos que impidieron llevar a cabo la conquista fueron errores cometidos por los que dirigían la expedición (por su soberbia o por falta de pericia), o fenómenos naturales que impidieron desplegar las fuerzas oportunas en el momento adecuado. Con sus explicaciones pretende excluir cualquier tentativa de pensar que algún condicionamiento extraordinario sea el que haya protegido Argel de su conquista por parte de los españoles. Si todo eso no fuera suficiente el autor añade a sus argumentaciones toda una serie de fragmentos de la obre de Jerónimo Zurita con los que pretende demostrar que Argel no sólo es fácil de conquistar, sino que además pertenece legalmente a la Corona de España[49].

                Vemos así clara la intencionalidad de la obra: convencer a las autoridades españolas de que la “recuperación” de Argel era posible, y que esta sería muy beneficiosa para España tanto a nivel político, ya que serviría para la recuperación de su prestigio que tantas veces había arruinado la ciudad corsaria, como para la expansión comercial de España en el Mediterráneo que por aquella época era mínima en comparación con la francesa o la británica. Para dar más dramatismo a las situaciones de injusticia que allí se viven no duda en utilizar los tópicos utilizados dos siglos atrás sobre la sociedad argelina y sus métodos brutales, así como sobre la poca estabilidad que ofrecen sus instituciones políticas. En definitiva podríamos decir que hace un  retrato ajustado al nombre con que denomina a la región: Berbería.

                A todo esto hay que sumar el enorme peso político de Fray Alonso Cano en la época. Sin duda, junto al confesor real Fray Joaquín de Eleta, fue uno de los principales impulsores de la expedición contra Argel que acabaría fracasando estrepitosamente en 1775 y supuso la caída del Gobierno del Marqués de Grimaldi. Incluso llegaría a entrevistarse con O´Reilly, el militar encargado de dirigir dicha expedición[50].

                Es interesante traer aquí la opinión de un coetáneo sobre la obra que analizamos porque parece apuntar bastante bien la utilidad de la misma cuando dice:

 “Es común sentir de las mas cultas y celosas [personas] de la Nación, que se debe guardar con estimación y aprecio por las grandes luces que ofrece al Ministerio de España, para precaver los peligros de este tan bárbaro como pernicioso enemigo de la prosperidad de nuestro Reino, pues por su vecindad a los mares del comercio Español, y su insaciable avaricia en cautivar Españoles, es uno de los mas nocivos, y perniciosos de la Monarquía”[51].

                Efectivamente la obra incluye toda una serie de consejos a los gobernantes españoles sobre la política naval y militar en el Mediterráneo frente a la regencia berberisca. Baste como muestra el capítulo que lleva por título “Medios mas proporcionados a limpiar nuestros mares de corsarios Argelinos”[52]. Y este carácter eminentemente práctico o instructivo no pasó desapercibido a los que lo leyeron en su día como queda patente en la opinión del autor antes citado cuando se refiere a la obra de Cano como “Un libro (…) que puede servir en lo sucesivo a cualquiera de los Monarcas del Reino, que a ejemplo de nuestro augusto Soberano, y sus gloriosos Predecesores, intenten expedición, o conquista de dicha ciudad de Argel, y término de su Regencia[53]. Vermejo no podía expresar mejor el sentido de esta obra.

                Desde luego el posterior desarrollo de los acontecimientos se encargó de medir la validez de la obra de Fray Alonso Cano como argumento de cara a la conquista de Argel y como guía práctica para llevar a cabo la misma[54]. De todas formas el paso del tiempo no ha podido restar importancia al texto como fuente de información sobre el Argel de la segunda mitad del siglo XVIII. Una fuente de indudable valor merced a la riqueza de la descripción que nos brinda el autor desde su posición de testigo privilegiado.    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Retrato de Fray Alonso Cano y Nieto[55].

 


 

 

Bibliografía:

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–          Bérchez, J, (2001), La renovación ilustrada de la catedral de Segorbe. Del Obispo Alonso Cano al arquitecto Vicente Gascó, Valencia.

–          Carvalho Vieira, N. M. (2008), Obispos de Segorbe: Retratos, Castellón.

–          Camamis, G, (1977), Estudios sobre el cautiverio en el siglo de oro, Madrid.

–          Canto García, A., Rodríguez Casanova, I., (2006), Monedas Bizantinas, Vándalas, Ostrogodas y Merovingias, Madrid.

–          Ferrer del Río, A, (2004), Historia del reinado de Carlos III en España.[1852]

–          Friedman, E. G, (1980), “Christian cautives at “hard labour” in Algiers, 16th-18th centuries”, en The international Journal of African Historical Studies, Nº 4, pp. 616-632.

–          Gómara, F, (2000), Guerras de Mar del Emperador Carlos V. Edición y estudio de Miguel Ángel de Bunes y Nora Edith Jiménez, Madrid.

–          Martín Escudero, F. Cepas, A. y Canto García, A, (2004), Archivo del Gabinete Numario. Catálogo e índices. Madrid.

–          Porres Alonso, B, (1997), Libertad a los cautivos. Córdoba-Salamanca.

–          Rodríguez Casado, V, (1946), Política Marroquí de Carlos III. Madrid.

–          Vermejo, A. G, (1779), Historia del santuario y célebre imagen de Nuestra Señora de Texeda, venerada en el convento de Trinitarios calzados, Redención de Cautivos, Obispado de Cuenca, extramuros del lugar de Garavalla, jurisdiccion de la villa de Moya, cabeza del Marquesado, Madrid.

 

 



[1]              Un completo resumen de su vida y obras (del que hemos sacado buena parte de la información) en: Asunción A. de la, (1898), Diccionario de escritores trinitarios de España y Portugal. T. I. págs. 127-141. 

[2]              Archivo Histórico Nacional (AHN), Códices, L. 150.

[3]              Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo XXXIII, Noviembre 1898. Cuaderno V. pág. 359.

[4]              Canto García, A, y Rodríguez Casanova, I, (2006), Monedas Bizantinas, Vándalas, Ostrogodas y Merovingias. pág. 22.

[5]              Martín Escudero, F. Cepas, A, y Canto garcía, A, (2004), Archivo del Gabinete Numario. Catálogo e índices. pág. 117.

[6]              Cano y Nieto, A, 1770, Nuevo Aspecto de la Topografía de la Ciudad, y Regencia de Argel, su estado, fuerzas, y gobierno actual computado con el antiguo.  pág. 27. Para el presente trabajo y la edición que pronto estará disponible en el Archivo de la frontera (www.archivodelafrontera.com) hemos utilizado el ejemplar conservado en la biblioteca de la Universidad de Alcalá de Henares.

[7]              La Arquitectura Civil de Don Joseph de Hermosilla y Sandoval fechado en Roma en 1750 (BN, Mss. 17573) el texto aparece transcrito en Bérchez, J, (2001), La renovación ilustrada de la catedral de Segorbe. Del Obispo Alonso Cano al arquitecto Vicente Gascó. págs. 36-39. 

[8]              De hecho el plano que sujeta en su retrato es la traza del Convento e iglesia de la Santísima Trinidad de los Españoles en Vía Condotti, Roma. Ibíd. pág. 10.

[9]              Información cedida por cortesía de Don Ismet Terki-Hassaine

[10]             La ruptura de esta vinculación política tendríamos que entenderla como el desenlace de una tensa situación existente casi desde el nacimiento de la Regencia Argelina, fruto de la falta de cohesión social interna entre los grupos de poder foráneos y los “autóctonos”. Se trata así de una sociedad desarticulada en la que el reparto del poder es algo meramente ficticio, es decir, en muchas ocasiones nominalmente no está en manos de quién realmente lo ejerce en la práctica. Algo que crea un situación de poder centrífugo que únicamente origina inestabilidad interna y falta de cohesión. Hay que decir que si en el siglo XVI y XVII hubo una mayor estabilidad fue en parte por la alianza formada entre estos grupos, basada en sus  intereses comunes, sin embargo ésta desapareció en el XVIII. La ruptura de la misma no supuso el fin de la presencia de estos poderes foráneos, ya que con el tiempo habían establecido sus clientelas, esto es, habían echado raíces, aunque en teoría sin mezclarse con la población autóctona, lo que hacia que el problema de la falta de cohesión social continuase.

[11]             La relación de la Regencia con otros Estados del Magreb, tampoco estará exenta de tensiones. La relación con el Régimen de Túnez, será especialmente tensa, produciéndose incluso a mediados del siglo XVIII un asalto argelino a la ciudad de Túnez. Tenemos que entender que más allá de las diferencias de posturas del régimen beylical de Túnez  y el del Argel, respecto a la Sublime Puerta (en concreto tras el ascenso de la dinastía Husseini), ambas estructuras políticas son rivales en lo que se refiere a sus actividades corsarias.

[12]             Porres Alonso, B, (1997), Libertad a los cautivos. págs. 417-421.

[13]             Se llama Pueblo de Tabarca a los habitantes de una isla frente a Túnez, a 500 metros de la costa tunecina, que desde el año 1543 hasta el año 1741 perteneció a la familia genovesa de los Lomellini, teniendo éstos y sus habitantes el derecho exclusivo de la pesca del Coral.  Los habitantes de la isla eran todos católicos dependientes del Arzobispo de Génova.  En el año 1741 fueron capturados por los tunecinos, que se llevaron a toda la población a Túnez. Sin embargo en el año 1756 Túnez fue atacada por los Argelinos y sitiada, llevándose con ellos a los habitantes de Tabarca.

[14]             Ibíd.

[15]             Cano y Nieto, A, Nuevo Aspecto… pág. 32.

[16]             PORRES, B, (1997), Libertad a los cautivos… pág. 68.

[17]             RAHM,Ms. 2/71. Citado en Friedman, E, G.(1980),“Christian cautives at “Hard Labor” in Algiers, 16th-18thcenturies”,The International Journal of African Historical Studies.Nº 4. 1980.págs. 616-632. pág. 624.

[18]             PORRES, B, (1997), Libertad a los cautivos… pág. 68.

[19]             Asunción, A. de la, 1898, Diccionario de escritores… T. I, pág. 139.

[20]             Vermejo, A. G, (1779), Historia del santuario y célebre imagen de Nuestra Señora de Texeda, venerada en el convento de Trinitarios calzados, Redención de Cautivos, Obispado de Cuenca, extramuros del lugar de Garavalla, jurisdiccion de la villa de Moya, cabeza del Marquesado. pág. 525.

[21]             Cano y Nieto, A, (1776) Relación sucinta de la redencion general hecha en Argel por orden de S.M. el Rey desde el 12 de octubre de 1768 hasta el fin de febrero de 1769. En el final de Vida de San Félix de Valois, Trad. Del francés por el p. Juan Diego Ortega. En PORRES, B,(1997) Libertad a los Cautivos... pág. 68 y ASUNCIÓN, A. de la, (1898) Diccionario de escritores… T. I, pág. 139. Los relatos de relaciones están muy presentes en las imprentas de la época, sin duda obedeciendo al interés de un público que los demandaba. A lo que habría que sumar en esta ocasión el fin propagandístico que late tras el relato de una gran redención llevada a cabo por orden del Rey

[22]             Cano y Nieto, A, Nuevo Aspecto…págs. 8-9v.

[23]             Ibíd. pág. 10.

[24]             Ibíd. pág. 1v.

[25]             Ibíd. pág. 2. La obra a la que se refiere el autor es su Descripcion de Africa y de las cosas notables que en ella se encuentran.

[26]             Ibíd. pág. 3. En realidad la Topografía e Historia General de Argel es del cautivo Antonio Sosa como demostrara CAMAMIS, G, (1997) Estudios sobre el cautiverio en el siglo de oro. pág. 132.

[27]             Cano y Nieto, Nuevo Aspecto…pág. 3v. La obra mencionada es Africae Illustratae libri decem, in quipus barbaria, gentesque eius ut olim, et nunc describuntur.

[28]             Ibíd. pág. 4

[29]             Ibíd. pág. 4 y 4v. Este superior de Fontainebleau llevó a cabo una redención entre 1631 y 1635, dos años después publicó su Historia de Berbería y de sus Corsarios. En 1649 esta obra volvió a ser publicada con el título Historia de los reinos y de las ciudades de Argel, de Tunes, de Sale y de Trípoli, aumentada con muchos documentos. 

[30]             Ibíd. pág. 4 v. La obra aludida es Escuela de trabajos en cuatro libros dividida: Primerio del Cautiverio más cruel y tirano: segundo, noticias y gobierno de Argel; tercero, necesidad y conveniencia de la Redempción de cautivos cristianos: quarto, el mejor cautivo rescatado con la vida del Dr. Fr. Pedro Pascual de Valencia.

[31]             Ibíd. pág. 5. El autor referido es Francisco Antonio Silvestre, y su obra: Fvndacion historica de los Hospitales qve la Religion de la Santísima Trinidad, Redempcion de Cautivos, de Calçados tiene en la Ciudad de Argel.

[32]             Ibíd. pág. 5. Voyage pour la Redemption des Captifs aux Royaumes d´Alger et de Tunis fait en 1720.Par les P.P. François Comelón; Philemon de la Motte, & Jospeh Bernard del Ordre de la Sainte Trinité, dits Mathurins.

[33]             Ibíd. pág. 5v. La obra y la edición citada es: Historia del reyno de Argel con el estado presente de su govierno, de sus fuerças de Tierra, y Mar, de sus rentas, policia, justicia, politica, y comercio, escrita en idioma frances por Monsieur Laugier de Tassy con la recuperación de Orán, por las gloriosas Armas de España en el año 1732.  traducida en idioma español y adicionada por Antonio de Clariana y Gualbes.  La obra original del autor francés: Histoire du royaume d´Alger avec l´état présent de son gouvernement, ses forces de terres et de mer, de ses revenus, police, justice, politique, et commerce.

[34]             el autor se refiere a la Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V publicada en 1604, pero la parte que maneja nuestro autor es una transcripción literal de las Guerras de mar de nuestros tiempos escrita en 1560 por Francisco López de Gómara como queda patente en López de Gómara, F, (2000) Guerras de Mar del Emperador  Carlos V. Edición y estudio de Miguel Ángel De Bunes Ibarra y Nora Edith Jiménez. pág. 13.

[35]             Cano y Nieto, A, Nuevo Aspecto… págs. 3v-4v.

[36]             Ibíd. págs. 9v-10

[37]             Ibíd. pág. 34 v.

[38]             Ibíd. pág. 40 v.

[39]             Ibíd. pág. 64 v.

[40]             Ibíd. pág. 71 v.

[41]             Vermejo, A. G, (1779) Historia del santuario... pág. 525.

[42]             Cano y Nieto, A, Nuevo Aspecto…pág. 76.

[43]             Ibíd. pág. 72.

[44]             Ibíd. págs. 179-180.

[45]             Ibíd. págs. 174, 180, 183.188.

[46]             Ibíd. págs. 67-70.

[47]             Ibíd. págs. 16-17.

[48]             Ibíd. pág. 74.

[49]             Ibíd. págs. 157 v. y ss.

[50]             Información cedida por cortesía de Don Ismet Terki-Hassaine. Antonio Ferrer del Río en su magna obra sobre Carlos III también parece culpar a nuestro autor de apoyar la empresa. Ferrer del Río, A, (2004), Historia del reinado de Carlos III en España.[1852]. pág. 765. Mucho más explícito es Vicente Rodríguez Casado al decir que Alonso Cano y Joaquín de Eleta “interpretaban el sentimiento del pueblo como muy favorable a aquella empresa, de tan señalado carácter de cruzada”. Rodríguez Casado, V, (1946), Política Marroquí de Carlos III. pág. 236.

[51]             Vermejo, A. G, (1779), Historia del Santuario…  pág. 525.

[52]             Cano y Nieto, A, Nuevo Aspecto… págs. 210v-223.

[53]             Vermejo, A. G, (1779), Historia del Santuario…  pág. 526.

[54]             El día de la presentación de este trabajo el Profesor Ismet Terki-Hassaine nos comunicó que él consideraba la obra de Fray Alonso Cano como un texto que había sido ocultado por la tormenta política desatada tras la derrota española en Argel. Desde luego la explicación parece bastante convincente, si bien no debemos dejar de tener en cuenta que la mayoría de copias de la obra que han llegado hasta nosotros se realizan después de 1775, y que incluso el autor no duda en retratarse con este libro, del que sin duda se sentía orgulloso.

[55]             Óleo sobre lienzo, pintura de José Camarón Bonanat, 1775. Imagen extraída de Carvalho Vieira, N. M. (2008), Obispos de Segorbe: Retratos. Pág. 117.