Corsarios o reyes 3-9 El segundo gobierno en Argel de Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja

Corsarios o reyes 3-9 El segundo gobierno en Argel de Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja

3.9.- El segundo reinado del hijo de Barbarroja, Hasán Bajá, en Argel, con una nueva expedición a Fez, la derrota y muerte en Mostaganem del conde de Alcaudete, la solución del problema bereber y las sospechas de independentismo berberisco, muy fundadas según Antonio de Sosa.

 

 

     Hasán Bajá, en su segundo mandato, gobernó un fructífero periodo de tiempo, entre junio de 1557, en que llegó a Argel con diez galeras, y septiembre de 1561. Muerto ya Rostán Bajá en Estambul, que era un obstáculo para su nombramiento, y conocidos los dramáticos sucesos de Argel, se le juzgó el hombre adecuado pues “por memoria de su padre y tío que lo ganaron, era de todos muy respetado y obedecido”.

 

     Nada más llegar a Argel tuvo noticia de una nueva expedición marroquí contra Tremecén, expedición que sólo recoge Sosa y no aparece en el relato de Mármol ni en el de Torres que, a partir de 1554, fecha en la que abandona Marruecos, sigue casi al pie de la letra la narración de Mármol. Según Sosa, pues, el Xarife Muhammad, nada más vencer y matar a “Muley Buazón el tuerto”, “deseoso de vengarse de los turcos… con un gran campo de caballería e infantería vino sobre el reino y ciudad de Tremecén… do estaba la segunda vez por alcaide y gobernador el alcaide Saffa”. Las noticias de la grave crisis por la que había atravesado el régimen argelino a la muerte de Salah Bajá debieron animar a los marroquíes a emprender aquella expedición, como la primera se había dado en circunstancias similares de teórico vacío de poder al final del primer reinado de Hasán Bajá en 1551. Saffa, con la guarnición de quinientos turcos que tenía, se retiró a la alcazaba. Era el mes de junio.

 

“Entrado el rey de Fez en la ciudad, cercó a los turcos en la alcazaba;

y como no tenía artillería para batirla,

por más combates que le dio no fue posible tomarla; por lo cual,

envió luego a grande priesa a Orán pidiendo y rogando

al conde de Alcaudete, don Martín, le quisiese emprestar siquiera

una o dos piezas, y no más, con algunas balas y pólvora.

Al conde no pareció bien prestar artillería a moros”. 

 

     En ese tiempo dio lugar a que Hasán Bajá, enterado en Argel de la expedición marroquí, saliese

 

“con seis mil turcos y renegados tiradores; y de camino

allegó a si dieciseis mil moros a pie y a caballo

que algunos jeques de alarbes le dieron; y por mar

envió cuarenta galeras y galeotas y bergantines

con mucha artillería y pólvora y tres mil turcos,

con orden que llegados a Mostagán le esperasen allí

con toda la artillería y municiones desembarcadas”.

 

El rey de Fez, antes que Hasán llegase a Mostaganem, ya había levantado el campo y vuelto a Fez. Hasán Bajá, enterado a cuatro jornadas de Tremecén de la retirada del Xarife, siguió hacia Fez,

 

“pasando por Tremecén, sin querer entrar en él.

Y mandó avisar a su armada que dejara en Mostagán

que luego se fuese a meter en el puerto nuevo que está junto a Melilla.

En principio de agosto llegó Asán Bajá cerca de Fez

y halló que el Xarife le estaba aguardando con su gente en escuadrones;

la cual era de treinta mil moros a caballo y diez mil a pie,

y cuatro mil elches o renegados,

con algunos andaluces o moriscos de España, tiradores todos”.

 

Tras varias horas de batalla,

 

“siendo muerta mucha gente de ambas partes,

los turcos aflojaron porque, por una parte, sus alarbes

no fueron parte para resistir a la caballería de Fez, que era mucha y buena;

y, por otra, los elches del rey de Fez lo hicieron de manera

que hicieron retirar a los turcos, con muerte de muchos,

a una montaña que allí estaba. Y como llegase la noche

y la batalla cesase, los turcos se fortificaron en aquella montaña

con valos (o vallas) y trincheras fuertes”.

 

Los argelinos decidieron retirarse, finalmente, lo que hicieron a medianoche; para que los marroquíes no sintiesen su partida, Hasán Bajá “mandó hacer toda aquella noche grandes fuegos con mucha leña, que ardiese hasta la mañana”. El Xarife, con muchos heridos en sus filas,

 

“no quiso seguir a los turcos, a los cuales sin duda hiciera grandes daños

si por algunos días los fuera a las espaldas picando.

De esta manera llegó Asán Bajá con su gente do tenía su armada,

y de allí, licenciando toda la caballería y moros que traía

y mucha parte de sus turcos, con los demás se embarcó,

y con toda la artillería.

Y como le viniese gana de ver y reconocer a Melilla,

en la galeota de Mostafa Arnaut lo fue a hacer,

dando la vuelta para Argel” (78).

 

     Estas dos expediciones, la de 1551 y la de 1557, debieron fijar definitivamente las zonas de influencia argelino-marroquíes en la región, aunque los turco-berberiscos no eran vecinos cómodos para los saadíes. Más de un cuarto de siglo después, aún, Euch Ali planeaba todavía la posibilidad de un Gran Magreb que englobara Túnez, Argelia y Marruecos. Mármol Carvajal recoge una conspiración exitosa, con el visto bueno de Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja, que un turco al que llama Hascen –Salah al-Kiahia según García Arenal– llevaría a buen término: nada menos que la muerte del Xarife Muhammad. Torres lo reproduce, casi literalmente, en el capítulo CVI de su libro. He aquí el relato de Mármol, fechable en el otoño de 1557, poco después de la expedición del verano que recogía Sosa y después de una breve campaña contra sus súbditos bereberes:

 

     “Estando… Mahamete en Marruecos (Marraqués), hizo venir allí

a su hermano Muley Hamete y a sus nietos;

y dejándolos a manera de encarcelados, se fue a casar

con una hermosa doncella a Tarudante, como lo hacía cada año,

y llevando consigo dos hijas doncellas con mucha caballería,

y mil y doscientos turcos de su guarda, partió la vuelta de Sus.

Llegado el Xerife a un lugar de la sierra del Athalante,

llamado Alguel, donde es el paso que dicen de Bibona

por donde atraviesa el camino de Marruecos a Tarudante,

los turcos que con él iban se amotinaron y le mataron a traición.

Y porque este fue un hecho notable, diremos cómo acaesció.

 

     “Andaba en Argel un alcaide turco llamado Hascen,

hombre facineroso y desasosegado, el cual

viendo lo mal que estaba con el Xerife Hascen Bajá, hijo de Barbarroja…,

se fue un día a él y le dijo:

     “–Señor, si en ello te hago algún servicio,

yo mataré al Xerife tu enemigo.

 

     “Y el bajá le dijo que si lo hacía le haría grandes mercedes,

y si moría en la manda tendría cuenta de hacerlas a sus hijos;

y dándole dineros para su camino, el turco partió de Argel

con veinte compañeros, publicando que se iba huyendo

en desgracia de Hascen Bajá. Y sin detenerse mucho en Tremecén,

pasó a la ciudad de Fez, donde a la sazón estaba Muley Abdala;

y como las guardas no le dejasen entrar en Fez el Nuevo,

envió a suplicarle que le mandase recibir en su servicio,

porque a sólo aquello venía desde Argel con aquellos turcos.

Mas el moro, que no era nada amigo de aquella traidora nación,

mandó que le diesen lo que hubiere menester para su camino

y que le dijesen que pasase a Marruecos, donde estaba su padre,

porque él no tenía milicia de turcos.

 

     “Con esta respuesta pasó Hascen la vuelta de Marruecos;

y hallando al Xerife de camino, fue por él muy bien recibido;

y, siendo informado quien era, le hizo capitán de los turcos de su guardia.

Luego partieron para Tarudante;

y como el Hascen entendiese de los otros turcos

que estaban desabridos con el Xerife porque había casi un año

que no les pagaba el sueldo, y habiéndolo pedido muchas veces

les había respondido el tesorero –llamado Bugumeda— ásperamente,

deshonrándolos de marineros y de hombres insolentes,

pareciéndole buena ocasión aquella para efectuar su propósito,

trató con algunos de ellos que sería bien prender al Xerife o matarle,

y que robarían todo el tesoro que llevaba consigo, que era mucho,

y metiéndose por Numidia se irían a Tremecén.

Lo cual se determinó entre los más principales,

y les sucedió harto más prósperamente de lo que ellos pudieron imaginar,

si al cabo se supieran gobernar…

 

     “Porque, so color de hacer reseña, un día

se juntaron los turcos con sus armas y caballos;

y estando el Xerife asentado a la puerta de su tienda

en el lugar de Alguer, el Hascen y otros cuatro turcos con él

llegaron como que iban a saludarle y hacerle reverencia,

y adelantándose el Hascen de los otros para asegurarle màs,

cuando estuvo cerca puso mano a una cimitarra para herirle.

Estaba par del Xerife aquel alcaide o tesorero que dije,

llamado Bugumeda, y otro renegado portugués;

el cual, viendo al turco empuñar la espada, dio una gran voz diciendo:

      “–Guárdate, señor, que hay traición.

 

     “Y el Xerife se levantó a priesa y volvió las espaldas

para entrarse en la tienda, mas tropezando en una cuerda

que estaba atravesada cayó al suelo; y estando caído,

llegó el turco y le desjarretó de una cuchillada, y los otros le mataron.

Y acudiendo de tropel los turcos que les venían de reguardia,

Bugumeda y los otros moros que allí estaban dieron a huir;

sólo el renegado murió peleando por defender a su señor.

 

     “Y poniéndose todos los turcos en armas, lo primero

divulgaron que el Xerife era muerto; y después dijeron

que lo habían muerto ellos porque era tirano;

y sin que nadie se les osase oponer, saquearon las tiendas

y el Hascen se apoderó del tesoro y de las dos hijas del Xerife.

Luego mandó pregonar en el real que todos los que se quisiesen ir

se fuesen, y a los que quisiesen quedar con ellos se les haría

todo buen tratamiento y les pagaría todo lo que el Xerife

les debía de su sueldo. Hecho esto, el Hascen

con los otros turcos y algunos moros y renegados que les quisieron seguir,

entró por la provincia de Sus; y rindiéndosele los lugares por do pasaba,

llegó a la ciudad de Tarudante, donde estaba Muley Odman,

hijo del Xerife, el cual no le osó aguardar,

y el Hascen se apoderó de ella y del castillo,

y de todo el tesoro que el Xerife tenía en su palacio.

 

     “Estaba en Tarudante un moro tornadizo de judío,

llamado el Gazi Muça, que había tenido cargo

de los ingenios del azúcar que el Xerife tenía en aquella provincia,

y por alcances de cuentas le tenía preso; el cual –aunque judío—

era hombre de mucho valor y consejo;

y como Hascen supiese de él, luego le mandó soltar

y juntamente con esto le hizo justicia mayor de la ciudad.

Este judío aconsejó al principio al turco que se fortaleciese en Tarudante

y que con aquella gente podría defender la ciudad

hasta que por Numidia le viniese socorro del gobernador de Argel,

haciéndole saber el estado de las cosas. Y si le creyera,

pudiera ser que pusiera en trabajo al Xerife Abdala.

Mas creyendo que le engañaba para detenerle allí

hasta que la gente de Fez y de Marruecos viniese sobre él,

viéndose rico y que había cumplido lo que había prometido

a Hascen Bajá, acordó de irse por el desierto;

y habiendo solos veinte y dos días que estaba en Tarudante,

partió la vuelta de Tremecén.

En este medio el astuto judío, viendo lo poco que había el turco

de ser su señor, y que dejaba la tierra,

acordó de hacerle tiro y congraciarse con el Xerife;

y enviando secretamente a dar nota de la partida

que pensaban hacer los turcos a Muley Odman,

que andaba en aquella comarca recogiendo su gente,

el cual movió todos los jeques de los alárabes

y beréberes de aquella provincia contra ellos,

diciendo que se llevaban el tesoro del reino.

Y no fueron bien salidos de Tarudante los turcos,

cuando Muça los comenzó a seguir haciéndoles guerra.

Fue tanta la gente que cargó sobre ellos, que apenas podían caminar,

yendo peleando de noche y de día, y al fin los mataron a todos,

que no escaparon más de cinco que fueron presos.

Y habiendo cobrado el tesoro y las hijas del Xerife

que se llevaba consigo Hascen,

volvió Odman a cobrar a Tarudante” (79).

 

     Torres comenta, al respecto, que “según yo me informé de cristianos y renegados que allí se hallaron, había para cada un turco cien moros” (80).

 

     Al Xarife Muhammad le sucedió su hijo Abdallah; las matanazas de parientes que siguieron las narra con detalle Torres; su retrato de este rey, tercer hijo del Xarife, “el más pusilánimo y feo…, de rústica conversación”, imprsiona: “Fue vicioso en caso de mujeres y beber vino y en ésto se iba tan poco a la mano que, con tener en su casa más de doscientas mujeres entre legítimas y mancebas y esclavas, tuvo por amiga muchos años a su hermana de padre y madre Lela Marián, y lo más del tiempo estaba embriagado” (81). Hizo matar a sus hermanos y sobrinos, recelando que le disputasen el trono. Uno de sus hermanos, “Muley Abel Mumen”, consiguió huir a Argel “un día de febrero de 1559″ y, con el favor de Hasán Bajá, se instaló en Tremecén. Un criado de su sobrino, el hijo del rey Abdallah, temeroso “de este tío… si su padre le faltase en aquella sazón”, consiguió matarle en la mezquita mayor de Tremecén, durante la oración de un viernes, de un tiro de ballesta (82). A Muley Abdallah le sucedería en 1574 su hijo Muhammad, que era negro, y a quien se enfrentaría el “Muley Maluco” de las fuentes españolas, Abd al-Malik, refugiado en Argel; ambos reyes, con el de Portugal Sebastián, morirían en la batalla de Alcazarquivir o “de los tres reyes” en 1580. Pero esa es otra historia.

 

     Al enfrentamiento con los marroquíes sucedió, el verano siguiente, un nuevo enfrentamiento con los españoles de Orán. Martín de Córdoba, conde de Alcaudete, era gobernador de Orán desde 1534; había sustituído al marqués de Comares en el momento en el que en Argel se podía hablar de inicio de la era post-Barbarroja, y tal vez fuera él el último  español que confió en la posibilidad de una política expansiva en el Magreb basada en Orán. La toma de Tremecén por los turcos en 1551 había sido un duro golpe a su intervencionismo en los asuntos de los zianíes, y ahora, en 1558, intentó organizar una expedición fuerte contra la vecina Mostaganem. Tal vez la escasez de fuerzas en Orán impedían a Martín de Córodba acciones más agresivas; a lo largo del verano habían ido llegando a Orán parte de los “doce mil soldados” esperados y, con ellos, había llevado a cabo algunas acciones por la región. A primeros de agosto, llegados los “cinco mil infantes, a que decían el tercio de Málaga, de que llevaba cargo el señor don Martín, hijo del mismo conde, que ahora es marqués de Cortes y general como su padre de Orán”, emprendió la marcha sobre Mostaganem; la lentitud de la marcha hizo que tuvieran “tiempo los moros y alarbes vecinos y sujetos a los turcos de meter en orden un campo de más de seis mil caballos” y que Hasán Bajá pudiese venir desde Argel con “cinco mil turcos y renegados arcabuceros y mil espais a caballo y diez piezas de artillería”. La batalla fue un desastre para los españoles, el 26 de agosto; murió Alcaudete “peleando animosamente” y fueron “cautivados más de doce mil españoles”, entre ellos su propio hijo Martín. “El Asán se volvió para Argel muy alegre y triunfante” (83). Se iniciaba el periodo clásico de Argel, tierra de cautiverio para los españoles; la gran mayoría de los informantes que Antonio de Sosa conoció durante su cautiverio –y Caervantes con él–, cautivos o renegados, estaban allí desde 1558. De los treinta relatos que constituyen el “Diálogo de los mártires de Argel”, veinticinco son posteriores a esta fecha, así como la gran mayoría de las noticias recogidas en el “Diálogo de la cautividad” (84). La grave derrota de los españoles en Yerba –otra vez los Gelbes– dos años después, en 1560, hizo aumentar aún más el número de cautivos españoles en Berbería a pesar de que muchos de ellos –como el mismo Portocarrero—fueran conducidos directamente a Estambul.

 

     Hasta el otoño de 1561 Hasán Bajá había de dedicarse a solucionar el más grave problema interno de aquel estado berberisco, el problema bereber o cabil. “Estos nuevos cautivos llenaron todas las casas de Argel y, al año siguiente, muchos renegaron para ir a combatir a la Pequeña Cabilia con las tropas de Hassán Pachá. Todos estos detalles muestran la firmeza con que el nuevo Estado turco se labraba su sitio en la tierra del Mogreb”. Son palabras de Braudel (85). Y tal vez sea este el capítulo más significativo de la acción del hijo de Barbaroja como gran estadista. La incorporación de La Abez –el entorno montañoso de Beyaia, la Bugia española, en torno a la Qalaa de los Beni Abbés– necesitó de una guerra y la muerte de su rey Abdelasís; la paz con el vecino reino de Cuco se alcanzó con alianzas matrimoniales.

 

     Mármol Carvajal narra las campañas de Hasán Bajá contra el “valeroso africano” La Abez o Abdelasís con mayor minuciosidad que Antonio de Sosa; pero, vuelto a España en 1557, no recoge la pacificación final de aquellas tierras, como lo hace Sosa. He aquí el espléndido relato de Mármol, aunque de final incierto. A raíz de la conquista de Beyaia por Salah Bajá en 1555, “el La Abez” se había fortalecido en sus montes temiendo un ataque turco que no se produjo por muerte de Salah.

 

     “Sucedió en Argel Hascen Bajá, que había sido grande amigo de La Abez,

el cual le envió luego grandes presentes y volvió

a confirmar con él la amistad pasada, aunque no se confiaba

de venir a Argel. Esta amistad les duró un año;

en el cual tiempo el turco le hizo muy buenas obras

y le dio la ciudad de Micila (M’Sila) para que cogiese el tributo de ella,

y las tres piezas de artillería que había llevado Salh Arraez

a Tocort (Tugurt), que las había dejado allí.

Y demás de esto le dio ingenieros que se las subiesen a la sierra.

Mas como el La Abez se vio señor de tanta artillería,

luego rompió la paz que tenía con los turcos; y allegó a sí

más de 6.000 alárabes de a caballo,

de los de Uled Medi, Uled Suleymán, Uled Yahaya y Uled Sayd,

que andaban en aquellos campos,

y con ellos comenzó a recoger el tributo de los lugares de los turcos.

 

     “Hascen Baxa hubo tanto enojo… que luego fue en persona contra él

con 2.500 turcos de a pie y 500 de a caballo, y muchos alárabes,

y puso su real en los edificios de la ciudad de Migana,

donde hizo una fortaleza de nuevo porque los alárabes decían

que si no les dejaba turcos de guarnición que los favoreciesen 

 contra el La Abez, no le podrían pagar tributo…

(Tras dejar 200 turcos de guarnición), pasó a hacer la fortaleza de Zamora

y de allí se volvió a Argel con pérdida de 300 turcos

que el La Abez le mató en escaramuzas”.

 

     Mientras Hasán Bajá volvía a Argel, siguió en campaña Hasán Corso, “hermano del que mató a traición al Xerife Mahamete”, con 400 turcos escopeteros, pero el señor de la Qalaa de los Beni Abés bajó de la sierra y los mató a todos.

 

     “A un tiempo llegó a Argel Hascen Baxa y la nueva

de la muerte de los turcos. Lo cual sabido

por los otros doscientos que habían quedado en… Migana,

luego la desampararon y se fueron a Mecila.

Y El Labez fue sobre ella y la derribó por el suelo

tomando unos tiros de campo que había dejado allí Hascen Baxa,

de los que tomó en la rota del conde de Alcaudete. Los subió a la sierra.

 

     “De esta manera estuvo más de un año

haciendo siempre guerra a los turcos. En el cual tiempo

Hascen Baxa trató treguas y le pidió por mujer

una hija muy hermosa que tenía; y como el Africano

no se la quisiese dar, casó con una hija de Ben el Cadi,

señor de Cuco, enemigo capital del La Abez.

Y juntando dos campos subieron por el río de Buxia arriba

y comenzaron a quemar y talar la tierra del La Abez.

El cual… salió a esperarlos al pie de la sierra

con 4.000 escopeteros de a pie y 5.000 de a caballo,

cerca de un lugar suyo llamado Tezli,

donde había mandado hacer un fuerte y una trinchera

que atravesaba el camino”.

 

     Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja, llevaba para la campaña 3.000 escopeteros turcos de a pie y 500 a caballo, así como 3.000 caballeros árabes. El rey de Cuco llevaba 1.500 escopeteros de a .pie y 300 a caballo.

 

     “Con esta gente llegaron al paso de Tezli a 3 de mayo de 1559

y los turcos batieron el fuerte con dos piezas de artillería.

Y teniendo allanada una parte de él, el señor de Cuco

caminó de largo con sus banderas tendidas por la mano izquierda,

tan denonadamente que los del La Abez… se retiraron…

Los turcos… fueron hiriendo y matando en ellos hasta echarlos

fuera de Tezli. El La Abez… mandó

que se recogieran a más andar a la sierra poque no recibiesen más daño,

y con algunos caballos se puso en un cerro bajo”.

 

     Los cabiles de Cuco en el fuerte y los turcos adentrándose en el monte en persecución de los huidos, Hasán Bajá ordenó la retirada al captar peligro para los suyos.

 

     “En volviendo las espaldas, cargó el La Abez sobre ellos…;

muchos hubieron de dejar las escopetas para mejor poder huir;

y matando sesenta turcos les volvió a ganar el lugar y el fuerte”.

 

     Ambos bandos se retiraron al caer la noche.

 

     “A 7 de mayo Hascen Baxa hizo subir su gente a una montaña

llamada Coco de la Teleta, que quiere decir mercado del martes,

donde tienen aquellos jeques sus enterramientos…

Y allí hubo batalla con el La Abez, la cual duró

desde la mañana hasta el mediodía… La Abez mandó retirar

su gente a la sierra, quedando con solas dos banderas

y muy poca gente de a caballo… en alto de una montaña…

Mas al fin… le tiraron tantos escopetazos juntos

que le mataron a él y al caballo y… le llevaron muerto

al escuadrón y le cortaron la cabeza.

Traía este valeroso africano dos cotas de fina malla jazerina vestidas,

una sobre otra, y una lanza y una adarga y un rico terciado.

Era hombre dispuesto y muy robusto y, al parecer, de grandes fuerzas.

 

     “Muerto el La Abez, los turcos fueron siguiendo la victoria

por la sierra arriba hasta un lugar que dicen Tineri.

Y los azuagos, por entretenerlos, les dijeron que les darían

la llave de la fortaleza de la Calaa con ciertas condiciones.

Mas entretanto que se trataba de este concierto,

saludaron por su jefe a Mocoran, hermano del muerto,

y luego volvieron a pelear”

 

     Los turcos volvieran a Argel al cabo de una semana al enterarse de que el Xarife de Marruecos iba de nuevo sobre Tremecén.

 

     “Ahora es señor de la tierra Mocoran,

el cual corre toda aquella tierra y, sujetando a los alárabes,

coge el tributo o garrama de toda aquella parte de Zahara

a pesar de los turcos y del señor de Cuco,

con quien tiene siempre guerra.

Garrama, en lengua africana, quiere decir pecho” (86).

 

     El relato de Antonio de Sosa completa la síntesis de Mármol, más perfecta por informarse en el tiempo mismo de los hechos y no una veintena de años después, y confirma la trascendencia de aquella campaña. En 1580, cuando Sosa escribe, la paz con los azuagos o cabiles de la Qalaa de los Beni Abés se mantenía.

 

     “Viéndose este año (1558) el Asán Bajá victorioso

de una tan memorable victoria que tuviera de los cristianos

(el desastre de Alcaudete en Mostaganem), determinó de hacer guerra

a este rey (de Labes) y vengar todas las vergüenzas pasadas.

Y primeramente, viéndose con infinitos cristianos cautivos

de la jornada de Mostagán, y que todo Argel estaba y sus casas

llenas de ellos, mandó alzar una bandera en su baño, o casa de sus cautivos,

con pregón que todo aquel cristiano que se quisiese hacer turco

él le daba libertad con tal que le fuese a servir a esta jornada

contra el rey de Labes. Por esta causa se volvieron entonces

muy muchos españoles turcos y renegados.

Y daban por excusa de una maldad tan grande que ellos no lo hacían

sino para pelear contra los moros;

y que cuando de España pasaron en Barbaria,

¿a qué otra cosa habían ido?

 

     “De esta gente y de otros renegados y turcos

formó el Asán Bajá un campo de 6.000 arcabuceros y 600 espays;

y tomó de camino hasta 4.000 alarbes a caballo; con los cuales todos,

y con ocho piezas de artillería, caminó para Buxia y tierras de Labes.

En el mes de septiembre del año siguiente, 1559, el Labes,

que supo de su llegada, bajó de la montaña

con más de 6.000 caballos y con 10.000 a pie;

y con más de 1.000 arcabuceros, parte renegados y parte cristianos

de los que dijimos que se acogían a él, y parte también moros

sus vasallos, que se habían avezado a tirar con arcabuces.

Y en algunas escaramuzas que este rey trabó con los turcos,

se hubo tan valerosamente que ponía grande espanto en los turcos.

Porque, realmente, era valeroso y valentísimo hombre.

Pero como de un arcabuzazo que le dio por los pechos,

los suyos se retiraron luego a sus montañas;

y alzando por rey a un hermano del muerto,

se acordaron con el Asán Bajá de ser leales amigos

y enemigos de enemigos, sin obligación alguna de tributo.

 

     “Aunque venido nuevo rey a Argel, suele el rey de Labes

enviarle un presente. Y, en cambio, el rey de Argel

le envía alguna rica espada y un vestido a la turquesca.

Este uso y amistad dura hasta hoy día.

En el año 1580, a los 16 de septiembre,

vino un hijo de este rey de Labes a visitar y dar el parabién

a Jaffer Bajá, recién venido de Turquía, y le trajo un presente,

que se tuvo por muy rico, de 6.000 doblas

que son 2.400 escudos de oro, 400 camellos y 1.000 carneros” (87).

 

     Finalizada la pacificación de región cabil de la Qalaa de los Beni Abes, Hasán Bajá quiso completar su obra política integradora con los bereberes de Cuco, también en la Cabilia actual; en esta ocasión no hizo falta una campaña militar sino una boda, como en las monarquías tradicionales. Esta labor integradora fue vista con desconfianza por los medios militares turcos; un hijo de Jeredín Barbarroja y una argelina mora, nacido en Argel, se casaba con la hija del rey cabil, los “africanos” que decía Mármol, habitantes de la región desde época pre-romana, desde antes de la llegada de las tribus árabes. Las sospechas de independentismo desembocaron en la segunda grave crisis del régimen argelino. Pero en Estambul debió tratarse con sumo tacto aquel peligro escisionista. He aquí el texto de Sosa que lo relata con justeza:

 

     “Vuelto con este concierto Asán Bajá para Argel,

todo aquel invierno y el año siguiente de 1560 reposó.

Y casóse entonces con una hija del rey de Cuco muy hermosa.

Y porque quería mucho a un sobrino del Cayde Ochali

o, como se debe pronunciar, Aluch Ali Escanderixa,

que le era muy amigo y fue su belerbey –esto es,

capitán general de la milicia– algún tiempo, casó también a este mancebo,

que se llamaba el Cayde (sic, por alcaide) Asán Griego, 

con una prima hermana de su esposa y sobrina del mismo rey del Cuco.

Las cuales el Asán Bajá hizo traer dende el Cuco

con mucha caballería de moros y de turcos

y recibió en Argel con mucha fiesta,

celebrando las bodas con mucha solemnidad a su usanza.

 

     “Con este parentesco del rey del Cuco, dio licencia el Asán Bajá

que los moros sus vasallos pudiesen comprar

todo género de armas ofensivas y defensivas en Argel,

lo que hasta allí no se había permitido. Y eran tantos los moros del Cuco,

a que generalmente llaman azuagos, como en otra parte dijimos,

que de continuo iban y venían y compraban estas armas;  

y que libremente paseaban por Argel como si fuera la propia ciudad suya.

Que causó muy gran sospecha entre todos los turcos y renegados de Argel,

no fuese esto algún concierto entre el rey del Cuco y el Asán Bajá

para alzarse con Argel y negar la obediencia al Turco.

 

     “Pero mucho más creció esta sospecha de muchos días tenida

cuando el año de 1561, en el mes de septiembre,

se hallaron más de 600 moros azuagos de estos del Cuco dentro en Argel,

y que andaban en manadas. Por lo cual el Aga de los genízaros,

como persona a quien por razón de su cargo y oficio más que a otros

tocaba el remedio de esto, juntada duana –que llaman

a la congregación o consejo de los genízaros–, acordaron primeramente

que mandase luego Asán Bajá echar bando que, so pena de muerte,

todo azuago y moro del Cuco no comprase arma,

ni alguno de Argel la vendiese a ellos so la misma pena;

y que luego todos cuantos en Argel habían,

en término de dos horas se saliesen de Argel.

 

     “Hecho esto y echados los azuagos de Argel,

fuéronse los genízaros a palacio y prendieron al mismo Asán Bajá;

y poniéndole unos grillos a los pies lo pusieron a buen recaudo.

Y luego, inmediatamente, fueron a la casa del Ochali Escandaria;

y a él y a su sobrino el alcaide Asán, cuñado del Asán Bajá, los prendieron.

Y poniéndolos a buen recaudo cargados de hierros,

mandaron luego poner en orden seis galeras; con las cuales,

y con los capítulos de sus culpas y sospechas que de ellos tenían,

los enviaron a todos tres ansí en hierros al Turco,

en principio de octubre de aquel año 1561.

De manera que de esta vez reinó el Asán Bajá

cuatro años y cuatro meses en Argel; es a saber,

desde el mes de junio de 1557 hasta todo septiembre de este año 1561″ (88).

 

     Antes de terminar este capítulo, que ya se alarga demasiado, no quiero dejar de recoger en este libro de maravillas la clásica descripción de la Gran Cabilia, las tierras de la Qalaa de los Beni Abés y del reino de Cuco, emocionante aún por su precisión para todos los que hayan visitado aquel entorno montañoso que desde Tisi-Usú y Asasga llega a las cimas del Yuryurá.

 

     “Entre estas sierras, que todas proceden del Athalante Mayor,

hay una que llaman el Cuco, del nombre de una ciudad que hay en ella;

aunque su nombre propio es Eguilu Andaluz;

la cual es muy alta y muy fragosa, y está 18 leguas

de la ciudad de Argel entre levante y mediodía,

15 a poniente de Bugia y cuatro de la sierra del señor de Laabez,

que solamente las divide el río de Bugia.

 

     “Esta ciudad de Cuco tiene más de 1.600 vecinos;

y es fuerte sitio porque está cercada de una alta peña tajada

y de un fuerte muro donde la peña no alcanza…

Son ricos de pan, ganados, miel, cera, lino, higos, uvas y de otras frutas;

y hacen los mejores lienzos de Berbería y de más provecho.

 

     “Por toda la sierra hay grandes poblaciones

y la subida de ella es dificultosa, porque no se puede ir

sino por un camino que con solas piedras se puede defender

a cualquier poderoso ejército. Y en la halda de ella, a la parte de mediodía,

está un lugar de 500 casas repartidas en barrios llamado Gemaa Xahariz,

donde se hace un rico mercado el viernes de cada semana.

 

     “Todos los lugares y poblaciones de esta sierra son parentelas;

cada linaje tiene su población por sí. Y tienen todos

un jeque principal a quien obedecen como a señor.

 

     “De pocos años a esta parte se ha hecho llamar rey de Cuco

un jeque de éstos que de nombre propio se llamó Ben el Cadi,

hombre noble y del linaje de Celin beni Tumi,

señor de Argel a quien Horux Barbarroja mató. 

De cuya causa este señor y todos los de esta tierra

fueron crueles enemigos de los turcos y tuvieron siempre guerra con ellos;

hasta que Hascen Baxa, hijo de Hayredín Barbarroja,

emparentó con él y casó con una hija suya,

como diremos adelante cuando tratemos de la tierra de La Abez.

 

     “Tiene este señor de Cuco 5.000 escopeteros de a pie

y 1.500 hombres de a caballo, buena gente de guerra,

y otra mucha gente de a pie armada a su usanza;

que todos los hombres son belicosos y valientes ejercitados en la guerras,

aunque anden mal aderezados sino en cuanto van a pelear,

que entonces se visten de paño y de lienzo

y se arrean lo mejor que pueden..

 

     “Hay muchos polvoristas… que hacen pólvora; porque tienen

minas de salitre en la sierra y el azufre lo llevan de Argel,

que lo traen allí de Francia los mercaderes.

También tienen minas de hierro y muy buenos oficiales

que hacen espadas, puñales y hierros de lanzas;

mas no tienen acero ni lo hay en Berbería, y lo que gastan

lo hacen ellos de hierro estirándolo en vergas largas

y metiéndolo en unos tinajones de tierra; y con una mezcla

de arena y de yerbas y agua le dan temple y lo recuecen

para que quede recio como acero, pero no es tan perfecto

como lo que los malos cristianos les llevan de Europa.

 

     “En esta sierra hay pocos judíos y esos son muy mal tratados

porque aquellas gentes son muy enemigos de ellos.

Después que el señor de Cuco tiene paces con los turcos,

se ha hecho poderoso y los ha favorecido con su gente

contra el señor de La Abez; porque esta sierra es mayor,

más fuerte, de más gente y más fértil que la de La Abez.

 

     “Y ha ennoblecido mucho la ciudad de Cuco,

donde reside y tiene sus palacios principales.

Hay por toda esta sierra muchas monas que se crían entre los bosques.

No hay otras poblaciones de que hacer mención en esta provincia” (89).

 

 

 

 

 

 

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NOTAS:

 

(78).- Haedo, I, pp. 326 ss. todos los textos hasta aquí.

(79).- Mármol, I, libro II, fols. 264 ss.

(80).- Torres, c.  CVIII, p. 288.

(81).- Ib., CXII, p. 295. 

(82).- Ib., CXI, pp.  293-294.

(83).- Haedo, I, pp. 329-331.

(84).- A pesar de que las citas de textos de Antonio de Sosa las sigo haciendo a nombre de su editor Haedo, el “Diálogo de los mártires de Argel” fue reeditado  en la edit. Hiperión en 1991, a nombre de Antonio de Sosa, al fin, y no de Diego de Haedo, en edición preparada por mí mismo, con amplia introducción  mía y de José María Parreño así como con el visto bueno de George Camamis.

(85).- Braudel, op. cit., II, p. 430.

(86).- Mármol, I, V, fols. 229-231.

(87).- Haedo, I, pp. 332 ss.

(88).- Ibidem.

(89).- Mármol, I, V.